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¿Por qué perdió Clinton?

La campaña de Hillary Clinton no logró convencer a toda la base que impulsó dos veces a Obama frente a un candidato heterodoxo y grandilocuente que recurrió a un profundo pozo de ira estadounidense

Cuando el avión 'Stronger Together' ('Más fuertes juntos') tocó tierra en Cedar Rapids, Iowa, el 28 de octubre, 11 días antes de la elección en Estados Unidos, los asesores de Hillary Clinton se movilizaron para analizar lo que el director del FBI Jim Comey acababa de hacer y si esto podría arruinar su apuesta a convertirse en la primera mujer presidenta del país.

En el avión, el wifi era pésimo, como siempre, así que el gerente de campaña Robby Mook, la directora de comunicaciones Jennifer Palmieri y el representante de prensa para los viajes Nick Merrill solo tenían un conocimiento fragmentario de lo que había sucedido mientras duró el vuelo.

La nominada demócrata estaba sentada en la cabina, ajena a la novedad, para unas tomas de la fotógrafa de celebridades Annie Leibovitz, cuando los asistentes avanzaron hacia el frente del avión para dar las malas noticias.

"Ella esbozó una leve sonrisa", recordó Palmieri. "Me pregunté por qué, y luego me dije, 'Sabías que no había terminado'".

"Sí'', dijo Clinton. "Sabía que habría un nuevo giro en esta senda".

Clinton ha soportado más avatares que tal vez cualquier otro candidato vivo hoy, excepto quizá su propio marido, el ex presidente Bill Clinton –él, el retornado; ella, la última sobreviviente-. No esta vez.

Una vida de arañazos políticos y drama personal atrapó a Hillary Clinton para siempre, en manos de un candidato heterodoxo y grandilocuente que recurrió a un profundo pozo de ira estadounidense, en buena parte dirigida a ella personalmente.

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TENACIDAD Y FALENCIAS

Entrevistas con más de una docena de asesores, asistentes y amigos de Clinton cuentan la historia de una luchadora tenaz –aunque con profundas falencias– que llegó a la conclusión de que su mejor oportunidad de ganarle a un rival inusual como Donald Trump era llegar a la contienda mejor preparada.

Confiar en los datos, la infraestructura y los planes para enfrentar al mundo del espectáculo.

Construir una coalición con los grupos a quienes Trump irritaba. Mantenerse al margen y esperar que él se dañara a sí mismo. Y siempre –siempre– esperar que sucediera algo malo.

Clinton contaba con la coalición de votantes de Barack Obama: mujeres suburbanas, adultos jóvenes, negros e hispanos. Supuso que estarían ansiosos de hacer historia una segunda vez.

Nunca trató de cambiar a los votantes de Trump porque supuso que formaban parte de una base republicana en disminución y moribunda.

Y apostó mal en ambos casos. Trump era un maestro en convertir la ira –por los empleos perdidos, el prestigio perdido, todo un país en riesgo de perderse– en votos.

Era un forastero que la definió como la encarnación del establishment de Washington que ellos vilipendiaban, y ella nunca armó un resurgimiento creíble. Tampoco elaboró un mensaje para decirle a la gente por qué debían votar por ella.

En cuanto a la coalición de Obama, Clinton no estuvo a la altura. Un tercio de los hombres hispánicos votó por Trump, según las encuestas de boca de urna, a pesar de su promesa de construir un muro en la frontera mexicana.

Más de la mitad de las mujeres blancas eligieron a Trump. Casi la mitad de los votantes que se consideraban a sí mismos independientes en política también votaron por el empresario multimillonario.

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