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¿Por qué la elección de 2016 será la más importante para EU?

La diferencia ideológica entre los políticos demócratas y republicanos en EU es mayor que nunca, según especialistas, por lo que se espera que rumbo al día de los comicios, los debates se vean cada vez más polarizados.

Sin el actual mandatario en la boleta electoral, la elección estadounidense de 2016 presentará una tajante disyuntiva entre un Partido Demócrata que se ha instalado más a la izquierda del presidente Barack Obama y una alternativa republicana que viró bruscamente hacia la derecha. Aunque las opiniones de los ciudadanos estadounidenses se han mantenido relativamente estables durante los últimos 60 años, la polarización ideológica de los políticos demócratas y republicanos ha crecido incesantemente desde hace décadas. "La diferencia entre los dos partidos es mayor que nunca", dice Neera Tanden, presidente del Center for American Progress, una institución liberal en Washington.

Lo que divide a los candidatos de ambos partidos no son sólo sus soluciones a los problemas de política pública; divergen también en cuáles son esos problemas. Debate tras debate, los temas más discutidos difieren casi totalmente dependiendo del partido que tenga el uso de la palabra. Los demócratas se centran en el cambio climático, la brutalidad policial contra los afroamericanos y la necesidad de aumentar el salario mínimo, mientras que los republicanos enfatizan las restricciones a la inmigración, la libertad religiosa y su deseo de deshacer los principales logros de Obama, incluyendo las reformas financieras Dodd-Frank y la Ley de Atención Médica Asequible.

Incluso al interior de las esferas demócratas y republicanas, la discusión se ha desplazado de manera significativa. Pensemos por ejemplo en el control de armas, un tema que los demócratas evitaron reiteradamente durante una década luego de que los estrategas del partido concluyeran que por ese motivo Al Gore perdió las elecciones del año 2000. Bien, ya no hay más mordazas. "Algunos me han dicho que deje de hablar de esto, que deje de alzar la voz sobre esto", declaró la principal candidata demócrata Hillary Clinton respecto a su postura a favor de leyes más estrictas de posesión de armas en un mitin el 15 de octubre en San Antonio, tras atacar a su principal rival, Bernie Sanders, por su tibio apoyo al control de armas. "No me voy a callar. No nos van a callar, debemos seguir alzando la voz".

En casi todas las áreas de la política interior, los demócratas y los republicanos dirigirían al país hacia futuros radicalmente diferentes. La pieza central de la iniciativa energética de Obama, el Plan de Energía Limpia de la Agencia de Protección Ambiental, limitaría las emisiones de las centrales eléctricas. Pero los estados gobernados por republicanos están impugnándola en la corte. Si la tumban, el próximo presidente reescribirá la legislación.

Todos los candidatos demócratas comparten el compromiso de Obama de combatir el cambio climático, mientras que la mayoría de los aspirantes republicanos rechazan la ciencia que explica el aumento de las temperaturas globales y han prometido eliminar los controles sobre las emisiones de gases de efecto invernadero. "Frenaré el plan de energía limpia de la EPA", dijo Marco Rubio al presentar su política energética el 2 de septiembre.
Otro tema de polarización es la atención sanitaria. Cualquier presidente demócrata mantendrá la Ley de Atención Médica Asequible. "Y puedes apostar que, sea quien sea el candidato republicano, derogar esa ley será parte de la plataforma", señala Larry Levitt de la organización no lucrativa Kaiser Family Foundation, que estudia las políticas de salud.

"Los republicanos quieren derribar el statu quo de la atención sanitaria, por lo que las posturas son muy divergentes". Quizás una derogación completa no sea políticamente viable, pues la ley cubre a 17 millones de personas, e incluso algunos gobernadores republicanos han recibido bien la expansión de Medicaid, el principal vehículo del llamado Obamacare para ampliar la atención a los pobres. Pero de no poder derogarla, un presidente antagonista podría cabildear para debilitar las regulaciones del mercado de los seguros, recortar los subsidios para la clase trabajadora y limitar el gasto de Medicaid.

Acaso la diferencia más grande entre los partidos es la manera en que reconfigurarían la Corte Suprema, que tiene la última palabra sobre muchas de estas cuestiones de política. Para el próximo noviembre, cuatro de los nueve magistrados tendrán 78 años o más, incluido el juez Anthony Kennedy, quien a menudo da el voto decisivo. El sucesor de Obama podría tener la oportunidad de reemplazar a los cuatro. Si lo hace, un presidente republicano podría darle a la Corte una mayoría conservadora de 7 a 2, en tanto que un demócrata podría crear una ventaja liberal de 6 a 3. "Hay la posibilidad de un cambio generacional en la dirección de la corte. Podríamos ver la consolidación de dos o tres décadas de una corte liberal o conservadora", advierte Ed Whelan, presidente del think tank conservador Ethics and Public Policy Center.

La visión inclusiva más allá de las divisiones partidistas que animó la candidatura de Obama en 2008 se ha extinguido desde hace tiempo. Ésta, al menos, es una de las pocas cosas en las que concuerdan ambos partidos. Cuando en el debate demócrata del 13 de octubre se les pidió a los precandidatos que nombraran al enemigo que más los enorgullecía, una radiante Clinton respondió: "Los republicanos". Nadie puede dudar de que el sentimiento es mutuo.

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