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Minería ilegal y mortífera cobra fuerza en Sudáfrica

El gobierno calcula que son alrededor de 14 mil personas las que se dedican a la minería ilegal, un negocio calculado en más de 566 millones de dólares anuales.

JOHANNESBURGO. El humo sale del pozo de una mina abandonada 40 kilómetros al este de Johannesburgo, donde mineros ilegales cocinan, trabajan y duermen bajo la tierra durante semanas.

Rompieron un bloque de hormigón que cubría la entrada al pozo, una de las seis mil minas abandonadas, muchas en los alrededores de Johannesburgo, conocida como "eGoli", o "Ciudad de Oro", en zulú. Por lo menos cuarenta prospectores (también llamados recuperadores) murieron este año en Sudáfrica en tanto las minas se derrumban, los trabajadores sucumben por los gases venenosos y las bandas libran guerras territoriales bajo tierra.

"Uno comete cualquier error y tiene la sensación de que va a terminar muerto", dijo Joseph Sithole, de 23 años, inmigrante mozambiqueño indocumentado, parado en medio de casuchas de chapas de zinc y pasadizos cubiertos de basura cerca de la mina. Contó cómo el año pasado se apretó de un salto contra una de las paredes de la mina al oír un crujido, evitando por poco quedar enterrado bajo las rocas que caían. Llegó a la superficie tanteando entre nubes de polvo.

Sithole es una de las 14 mil personas que, de acuerdo con los cálculos del gobierno, en este momento se dedican a la minería ilegal, que crece en la medida que la caída de los precios del oro y el envejecimiento de los yacimientos de minerales llevan al cierre de las minas en Sudáfrica. La práctica se ha difundido hasta dar nacimiento a una compleja industria delictiva valuada en seis mil millones de rands (566 millones de dólares) anuales, informó la ministra de Recursos Minerales Susan Shabangu en febrero.

El gobierno ahora planea bloquear las entradas a las minas abandonadas, obligar a los dueños a reforzar la seguridad y multiplicar las condenas por ejercer la minería ilegal.

Riesgo que vale la pena

"Esto está fuera de control", aseguró Shabangu. "Debemos actuar rápidamente".

Si bien Sithole, que lleva unos jeans y zapatos sin cordones, suele ganar menos de cinco dólares por día, dijo que el riesgo vale la pena porque el dar con una veta rica puede hacerle ganar mucho más y le permite enviar dinero a su madre, que vive en Maputo, capital de Mozambique.

A Sithole y otros prospectores como él se les dice zama-zamas, o buscavidas, en zulú. Viven y trabajan en túneles subterráneos donde son frecuentes los robos y la prostitución, según dice la policía. Los mineros ilegales de países donde escasea el trabajo, como Zimbabwe, Mozambique y Lesotho, así como los trabajadores despedidos de Sudáfrica, donde casi uno de cada cuatro está sin empleo, se ven atraídos a las minas.

Los derrumbes, la violencia de pandillas y los robos se vuelven más comunes conforme algunos de los zama-zamas luchan entre sí por una tajada más grande de las ganancias. Sithole afirma que él y sus colegas trabajan "inocentemente" y no llevan armas, lo que significa que son víctimas de la violencia.

El gobierno calcula que hay seis mil mineros ilegales bajo tierra y ocho mil en la superficie, lo que equivale a aproximadamente el 10 por ciento del total de empleados legales de la industria.

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