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Guerrilla colombiana analiza una salida política, tras 50 años en combate

Después de medio siglo y 200 mil muertos, el mayor grupo rebelde de Latinoamérica negocia un acuerdo de paz con el Gobierno que podría llevarlo a dejar las armas y convertirse en un movimiento político de izquierda.

MARQUETALIA. Desde trincheras cavadas en las empinadas y aisladas montañas en el corazón de Colombia, Manuel Marulanda Vélez resistió con un puñado de campesinos la ofensiva de miles de soldados apoyados por Estados Unidos que buscaban tomar el control de la zona.

Cuatro meses duró el ataque por aire y tierra. Pero Marulanda y sus 47 combatientes, armados con escopetas y fusiles viejos, sobrevivieron y escaparon arropados por la espesa vegetación para formar las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo insurgente comunista que reclamaba una reforma agraria y mayor asistencia social en salud y educación.

Después de medio siglo y 200 mil muertos, el mayor grupo rebelde de Latinoamérica negocia un acuerdo de paz con el Gobierno que podría llevarlo a dejar las armas y convertirse en un movimiento político de izquierda que participe en elecciones.

Aunque algunos creen que su discurso marxista y anticapitalista no genera mucho apoyo popular, otros consideran que las FARC podrían transformarse en un partido atractivo.

"Democracia, esa es la palabra clave", dijo Oswaldo Vanegas, un caficultor de 48 años que compraba leche en Gaitania, un humilde pueblo cercano a Marquetalia, el lugar en donde nacieron las FARC y al que sólo se accede a lomo de caballo bordeando precipicios en las montañas centrales de Colombia.

"Si a la gente le gusta el mensaje de las FARC van a tener éxito, si no, no. Tenemos que escuchar el mensaje".

El presidente Juan Manuel Santos, que lanzó la negociación con las FARC en Cuba hace 18 meses y ondea la bandera de la paz como consigna de campaña para su reelección, cree que el grupo tiene un discurso demasiado radical para ganar espacio político.

"Si evolucionan, se vuelven una izquierda más moderna y racional van a tener más espacio", dijo Santos a Reuters. "Si mantienen esas posiciones ortodoxas, fundamentalistas, marxistas leninistas, no creo que tengan posibilidad".

Las conversaciones con las FARC en Cuba hasta ahora sólo han logrado acuerdos parciales para darle a campesinos pobres acceso a tierras, garantizar la participación en política y combatir las drogas ilícitas. Aún quedan por discutir la compensación de las víctimas, los mecanismos para poner fin al conflicto y que los colombianos refrenden los acuerdos.

Aunque las partes no han revelado detalles de lo acordado por un pacto de confidencialidad, Iván Márquez, el jefe del equipo de negociares de las FARC, se declaró en noviembre satisfecho con la opción política para la insurgencia.

"El destino del país depende de la participación de toda la ciudadanía y no de un puñado de privilegiados oligarcas que se han apropiado de él para feriarlo y saquearlo favoreciendo a las transnacionales", declaró.

La paz, el tema de la campaña

La elección presidencial del domingo es vista como un referendo sobre el proceso de paz, el primer esfuerzo en más de una década por poner fin al conflicto que obligó a millones a dejar sus hogares y ayudó al narcotráfico a florecer.

Santos enfrentará al candidato derechista Oscar Iván Zuluaga, que critica las negociaciones en Cuba bajo las actuales condiciones, en una lucha que se pronostica muy reñida.

Después de resistir la ofensiva de Marquetalia en 1964, las FARC comenzaron un proceso gradual de expansión por zonas rurales del país. Lo que el Gobierno consideraba en un momento un foco subversivo comunista llegó a ser una aceitada máquina militar con más de 17 mil hombres financiada por el secuestro, la extorsión y muchos denuncian que también por el narcotráfico.

Durante la década de 1990, en su apogeo, amenazó con tomar el poder desde las montañas que rodean la capital Bogotá y otras ciudades importantes. Muchos colombianos no se atrevían a salir de la ciudad por temor a ser secuestrados por la guerrilla.

Pero más de una década de ofensiva de las Fuerzas Armadas, apoyadas por miles de millones de dólares en equipamiento y entrenamiento de Estados Unidos, debilitaron al grupo rebelde, que se replegó a zonas montañosas y selváticas. Se calcula que hoy, tras haber perdido a varios comandantes, las FARC cuentan con ocho mil combatientes.

Los viejos conocidos de Marulanda, que siguió peleando hasta que murió de un ataque al corazón en la selva a los 77 años, dicen que ya casi no reconocen a las FARC de hoy porque han sido corrompidas por la violencia y el narcotráfico. Creen que se han alejado de los ideales de revolución rural que les dio origen.

Bajo un árbol de Gaitania, Humberto Tafur recuerda a Marulanda como una persona amable pero desconfiada.

"Era una persona muy amable, pero no confiaba en nadie", dijo Tafur, de 71 años, quien dice que aún conserva la silla y la mesa en la que Marulanda comía en el restaurante de su madre.

"El problema es que las FARC se hizo demasiado grande y perdió el rumbo. Es un grupo muy diferente ahora", afirmó. "Deberían darle la oportunidad de tener su grupo político dentro del Congreso porque de ahí van a salir nuevas ideologías como políticas sociales, muchos de ellos tienen muy buenas ideas".

La historia de América Latina muestra que los grupos guerrilleros que dejaron las armas e incursionaron en la política han tenido resultados mixtos.

Un caso de éxito es el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que llegó a la presidencia de El Salvador 17 años después de haber firmado un acuerdo de paz y acaba de resultar electo otra vez por otro periodo consecutivo.

Incluso en la misma Colombia, antiguos militantes del rebelde M-19 -que firmó un acuerdo de paz en 1990- han sido elegidos como congresistas y alcaldes, hasta de la capital.

Pero también unos cinco mil partidarios de la Unión Patriótica, un partido izquierdista formado en 1985 a partir de un fallido proceso de paz, fueron asesinados por paramilitares.

En Guatemala, por ejemplo, la Unidad Revolucionaria Nacional no ha sido capaz de sumar muchos adeptos en la política desde que renunció a las armas en 1996.

Riesgos y temores

A pesar de que muchos líderes de las FARC todavía usan una retórica revolucionaria, los expertos creen que han empezado a relajar sus posturas y adaptarse a una realidad más moderna.

"Las FARC es más realista ahora a los cambios en Colombia y en todo el mundo. Saben que su marxismo no penetra en los jóvenes como antes por lo que su mensaje ha cambiado", dijo el profesor Mario Aguilera, autor de un libro sobre esa guerrilla. "Puede llegar a ser un grupo marginal, pero siempre tendrá una audiencia mientras siga siendo enemigo del neoliberalismo".

Pero muchos creen que las FARC son un grupo terrorista que no debería entrar en la política, sino quedar tras las rejas.

El candidato derechista Zuluaga, delfín político del ex presidente Álvaro Uribe, es uno de ellos. Las encuestas auguran una pelea cabeza a cabeza de Santos con Zuluaga por la presidencia.

Si el derechista ganara la elección, la continuidad de las negociaciones de paz quedaría en duda.
Aunque han sido debilitadas, las FARC todavía tienen la capacidad de lanzar ataques de mucho impacto contra objetivos militares o infraestructura como instalaciones petroleras o la red de oleoductos del país.

En Marquetalia, que vio nacer a las FARC, viven actualmente algunas familias -la mayoría en la pobreza extrema- que sobreviven del cultivo de frijol y la ganadería.

"Esta región ha sido muy nombrada, muy famosa, como donde nacieron las FARC,", dijo Héctor Maldonado, un campesino de 29 años. "Pero ahora es un territorio en donde todo ha cambiado, sólo hay campesinos con ganas de trabajar y de salir adelante".

Maldonado reclamó carreteras, electricidad, salud, educación y casas dignas, como lo hicieron Marulanda y sus seguidores.

"Nos sentimos totalmente abandonados por el Gobierno", afirmó cerca de una casa con vacas, gallinas y cerdos.

Los ancianos residentes de Gaitania recuerdan que Marulanda -conocido como "Tirofijo" por su habilidad para disparar y acertar en el blanco- empezó siendo líder de un grupo que apoyaba a los campesinos pero que luego se volvió contra ellos.

"Al principio al campesino lo respetaban mucho. Ellos han cambiado mucho, mucha violencia. Yo tengo un hermano que lo mató la guerrilla", dijo en voz baja Rogelio Orozco, de 75 años, mientras miraba con desconfianza a su alrededor. "Ellos no van a cambiar de ideología".

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