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El resort secreto ruso que permite codearse con Putin y sus amigos

Plyos es una ciudad localizada a orillas del río Volga, la cual es frecuentada recientemente por los hombres de negocios más ricos de Rusia. Te contamos por qué. 

Muchas poblaciones del Anillo de Oro de Rusia --una red compacta de aldeas antiguas de cuentos de hadas al noreste de Moscú-- tienen conexiones con los emperadores y zares del país.

Iván el Terrible pasaba sus vacaciones en la ciudad del siglo XI de Yaroslavl; Pedro el Grande creció en Pereslavl; se decía que los Romanov tenían vínculos con la ciudad de Kostroma.

"Dondequiera que mires aquí hay historias sobre luchas de poder o intrigas políticas", dijo un monje local a la revista del South China Morning Post en 2015.

Pero hay una ciudad del Anillo de Oro que ha quedado exenta de una historia políticamente cargada... hasta ahora.

Plyos, una población mercantil medieval a orillas del Volga con solo 2 mil residentes permanentes, apenas ha sido objeto de atención desde que fue fundada por eslavos en el siglo X.

Sus reivindicaciones a la fama han variado desde lo oscuro (talentosos productores de lino, excelente besugo ahumado) hasta lo culturalmente significativo: la ciudad fue una fuente de inspiración para el gran paisajista Isaac Levitan.

Avancemos rápido hasta 2017, y vemos Plyos ocupando una parte cada vez mayor del interés nacional ruso. Por un lado, el primer ministro Dmitry Medvedev ha pasado regularmente sus vacaciones en un extenso complejo a pocos kilómetros de la carretera principal de la ciudad –un resort completo con una pista de esquí y telesilla, un lago artificial, múltiples helipuertos y una valla de seis metros de altura para ocultarlo todo. (Oficialmente, es una residencia vigilada, propiedad del Gobierno).

Y Medvedev es solo uno de un creciente número de turistas locales prominentes. El exembajador ruso en Washington tiene una casa de campo en Plyos, al igual que un exgobernador de San Petersburgo y el consejero de seguridad nacional del presidente Vladimir Putin. (La ciudad está equidistante respecto de las dos mayores metrópolis rusas).

No es de extrañar, los hombres de negocios más ricos del país están reabriendo sus casas de fin de semana. Incluso Putin se rumoreaba que estaba encargando una casa en la zona.

Entonces, ¿qué atrae a la élite rusa a este Hamptons floreciente a orillas del Volga?

El renacimiento de Plyos es el resultado de una cruzada de un hombre (muy rico): Alexey Shevtsov. Cuando la República Soviética se derrumbó en 1991, Shevtsov capeó la accidentada economía y se convirtió en uno de los consultores financieros más renombrados del país.

Emocionalmente, Shevtsov tenía lazos con Plyos como un lugar de gran valor nostálgico: su abuela había sido dueña de una casa cercana, y siempre había soñado con tener su propia dacha –casa de campo en ruso– en la ciudad donde transcurrían sus mejores recuerdos de verano.

Entonces, con unas pocas décadas de éxito financiero en los bolsillos, regresó a Plyos a principios de los años 2000 para descubrir una ciudad deteriorada que necesitaba una seria inyección de efectivo.

"Decidí dejar acciones y bonos para los más jóvenes", dijo Shevtsov sobre su decisión de cambiar los engranajes de las finanzas por la preservación arquitectónica. "Plyos estaba en malas condiciones, y yo quería hacer algo por nuestra Madre Rusia".

En 1998, Shevtsov compró una parcela de tierra a lo largo del Volga, en el centro de Plyos, y se puso a averiguar qué había estado allí antes. Con la ayuda de registros históricos, aprendió los secretos del patrimonio arquitectónico distintivo de la ciudad y pudo volver a crear la antigua casa en su tierra.

Shevtsov compró un edificio, luego otro y otro, hasta que acumuló más de tres docenas de proyectos de restauración dentro de un radio de aproximadamente un kilómetro y medio.

El especialista en viajes Greg Tepper dijo que de los mil 500 visitantes estadounidenses que envía a Rusia cada año, solo 20 o más visitan Plyos, el destino aún no ha llegado a popularizarse entre su clientela. Pero debería, agregó.

"No hay otro lugar como este en Rusia", le dijo a Bloomberg. "Tienes almuerzos con vistas al Volga, vas a conciertos locales, te quedas en dachas con talentosos chefs privados y granjas orgánicas".

Es un idilio en la pequeña ciudad de Rusia que todavía se siente como auténtica, añadió.

Es encantador. Y luego están todos esos multimillonarios divirtiéndose. Es una experiencia única

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