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Credibilidad, crucial para liderazgos efectivos y en transición: Blackwell Strategy

La consultora de posicionamiento de líderes, Thinking Heads, dice que la reputación de un líder supone un 30 por ciento de la reputación total de la empresa a la que representa.

Empresas y empresarios enfrentan un momento de cambios profundos que han puesto a prueba su capacidad de adaptación y ajuste. Y es que la resiliencia organizacional y el ascenso de nuevos liderazgos han hecho la diferencia entre quienes aprovechan las nuevas oportunidades y quienes sufren el cambio.

En las transiciones de ejecutivos de alto nivel se pone mucho en juego, las decisiones del nuevo líder tendrán alta repercusión en el negocio y, por lo tanto, esta acción no se puede tomar a la ligera.

Es normal que ante una transición de liderazgo surjan dudas. ¿El nuevo líder se adaptará a la cultura organizacional? ¿Será un sucesor a la altura de los retos? ¿Tendrá las habilidades necesarias para alcanzar el éxito? Pero, hay un cuestionamiento que destaca sobre los demás: ¿el profesional logrará mantener una reputación positiva del negocio y / o mejorarla?

La credibilidad es la base. Para cualquier líder, sobre todo para aquellos que están iniciando en este camino, contar con este activo es fundamental si se quiere demostrar que el valor de sus palabras es lo más importante. Iniciar el nuevo encargo con una imagen que refleje los valores y filosofía de la organización, genere certidumbre sobre el rumbo a seguir para lograr nuevos éxitos y que reconozca el sentido de pertenencia y compromiso de los colaboradores son un punto de partida que hacen una gran diferencia.

Para ser un líder creíble, hay que ser congruente con lo que se piensa, se dice y se hace. Posicionarse en algo en lo que no se cree solo por salir del paso, mostrarse ajeno a los procesos de cambio y no hacer las cosas que se prometieron son los errores más comunes que se cometen y de las principales causas del fracaso de un nuevo ejecutivo de alto nivel.

Datos compartidos por la agencia Edelman, en el “Trust Barometer 2022″, revelan que 72 por ciento de los latinoamericanos desconfían de los líderes empresariales. Pero 70 por ciento cambia esta percepción una vez que ve evidencia de que alguna de las acciones de los profesionales es digna de confianza. Ahí radica la importancia de ser congruentes.

Un líder que no tiene credibilidad, simplemente no puede ser un líder efectivo. Claro que los colaboradores van a cumplir con las reglas, pero difícilmente realizarán actividades hacia el bien común; pocos darán su mayor esfuerzo, del clima laboral ni hablemos, lo más probable es que persista una productividad y motivación bajas.

En un contexto así, la excelencia en el servicio y el cumplimiento de metas estratégicas quedarán solo en el papel y frente a las audiencias, se mandará el mensaje de que la organización perdió la oportunidad de liderar su propio proceso de transformación.

La transición de liderazgo en las empresas no es cosa sencilla. De acuerdo con la consultora McKinsey, entre 27 y 46 por ciento de estos procesos son considerados como fallidos en los siguientes dos años de haberse dado. Así que, en medio de este panorama de incertidumbre y alta probabilidad de fracaso, la credibilidad del nuevo líder es una capacidad básica para asegurar el éxito, además de mantener una buena reputación del negocio.

El líder es el principal portavoz de una compañía. Por lo tanto, su nivel de credibilidad impacta directamente en la imagen del negocio: la consultora de posicionamiento de líderes, Thinking Heads, dice que la reputación de este profesional supone un 30 por ciento de la reputación total de la empresa a la que representa. ¿En qué se traduce esto? En que mejorar el prestigio del ejecutivo eleva hasta en un 10 por ciento el control que la organización tiene sobre el apoyo de diferentes grupos de interés.

Si bien, la credibilidad no es algo que se obtiene al asumir el rol de liderazgo, si es una habilidad que se puede ir ganando a través de la generación de confianza, la dedicación a los equipos de trabajo, buenas prácticas externas y la comunicación estratégica bien enfocada. Toma tiempo para construirse, es verdad, pero toma menos tiempo derribarla. No se necesita un gran lío o un gran escándalo para hacerlo, basta una pequeña cosa para devaluar la palabra del líder.

Por lo tanto, cumplir con las promesas, ser coherente, predicar con el ejemplo y apelar siempre por un discurso con propósitos, que tanto interna como externamente transmita seguridad, es clave para liderar sin morir en el intento.

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