Monterrey

Rosa Nelly Trevinyo: Samsung y el Impuesto a la Herencia

El futuro del Chaebol más grande de Corea del Sur.

Lee Kun-hee, el hombre que transformó a Samsung en la marca asiática más prominente a nivel mundial, y el más rico de Corea del Sur, murió a los 78 años.

Su padre, Lee Byung-chull, quien en sus inicios se dedicaba a la venta y exportación de pescado, frutas y verduras, abrió en 1938 una tienda de comestibles; que luego, al ir adquiriendo participaciones en otros negocios, se convertiría en el grupo de empresas Samsung. Insólitamente, el gigante de la electrónica no entró en este rubro sino hasta 1960.

Lee Kun-hee era el tercer hijo (de ocho) del fundador de Grupo Samsung. Siendo una segunda generación, Lee tuvo una educación privilegiada tanto en Japón como en Estados Unidos. En 1968, después de terminar una licenciatura en economía en Japón y un MBA en Estados Unidos, entró a trabajar al negocio familiar. Y, en 1971, contrario a lo que marcaba la tradición, Lee Byung-chull eligió a su hijo varón, menor, para que fuera su sucesor.

Lee asumió la presidencia de la empresa el 1 de diciembre de 1987—tras la muerte de su padre. Su visión era llevar a Samsung a competir, a nivel internacional, con los grandes. En un viaje que realizó a Los Ángeles, Lee visitó una tienda de electrónica y se dio cuenta de que sus productos estaban estancados y polvorientos. Al investigar por qué, la respuesta fue clara: eran de mala calidad.

A partir de ese momento, Lee se apasionó por lograr la calidad en la producción. Y, luego de visitar varias compañías en Alemania, juntó a sus ejecutivos y produjo "la declaración de Frankfurt", un plan cuya misión era enfocarse en producir con alta calidad, incluso si ello implicaba vender menos. Al regresar a Corea del Sur reunió a sus empleados, les expuso su visión y les pidió "cambiar todo, excepto a su esposa e hijos". Enfocado en su meta, en 1995, Lee encendió una gran hoguera en la que quemó 150,000 productos que no cumplían con los estándares de calidad establecidos.

Su perseverancia rindió frutos. En 2006, Samsung superó a Sony y se convirtió en el mayor vendedor de televisores de pantalla plana. En 2011, sobrepasó a Apple como el mayor fabricante de teléfonos inteligentes del mundo. Samsung es hoy el "chaebol" (negocio familiar) más grande de Corea del Sur, emplea a 300,000 personas alrededor del mundo y genera utilidades por 1 trillón de dólares anuales; sus ingresos son 40 veces más lo que eran en 1987—cuando Lee tomó el mando.

Samsung también construye barcos, casas, hoteles y hospitales, comercializa seguros de vida y gestiona parques temáticos y canchas de golf. El Grupo incluye en su haber 62 compañías. Y, aunque Lee poseía importantes participaciones accionarias en estas empresas, él no controlaba, solo, el conglomerado. No obstante, era un hombre carismático, persuasivo y de gran influencia, así que generalmente se hacía lo que él sugería. Obviamente, ahora que Lee no está, la familia dependerá de sus amistades y lazos informales con los ejecutivos y socios para liderar la compañía. La pregunta principal es: ¿Podrán unirlos e integrar sus voluntades?

A lo largo de sus 33 años al frente de Samsung, Lee también tuvo problemas… Los escándalos más conocidos están relacionados con prácticas corruptas (sobornos a fiscales, jueces y políticos) y evasión de impuestos; los menos conocidos, con conflictos familiares. Y es que, en 2012, Lee libró una batalla legal con sus herman@s, quienes lo acusaban de haber ocultado y puesto a su propio nombre, ciertas acciones que su padre poseía en Samsung Life Insurance y Samsung Electronics (3,600 millones de dólares). El Juzgado sostuvo que efectivamente, existían esas participaciones accionarias, más que el período de 10 años para reclamar la herencia ya había expirado.

Aunque en términos de sucesión ejecutiva, su hijo varón dirige la empresa de electrónica y una de sus hijas, los hoteles y parques temáticos; la familia enfrenta hoy un tema trascendente en cuanto a la sucesión patrimonial: el impuesto a la herencia.

En Corea del Sur, el impuesto sucesorio para patrimonios mayores a 2.6 millones de dólares es del 50%, siendo el segundo más alto de los países de la OECD, después de Japón. Así que, los herederos afrontan un impuesto a la herencia de casi 10 billones de dólares. ¿Cómo lo pagarán? He ahí el pequeño detalle…

Y es que, la familia podría verse obligada a vender algunas acciones de la empresa para cubrir esta cantidad, diluyendo así, su participación accionaria en el Grupo, lo que sin duda alguna complicaría aún más, el potencial control que pudieran ejercer en la toma de decisiones de esta compañía internacional que genera, nada más ni nada menos, que el 20% del PIB de Corea del Sur…

¿Así o más claro?

Opine usted: rosanelly@trevinyorodriguez.com

La autora es Socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y Miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Petrolero y de Retail.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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