Monterrey

Planeación urbana en la Zona Conurbada de Monterrey, reto obligado

Opinión. Monterrey encabeza la lista de las ciudades con peor calidad de aire en América Latina, y es fecha de que ningún ámbito de gobierno ha propuesto que hacer para mejorar esta preocupante situación.

Para quienes habitamos en los municipios que constituyen la Zona Conurbada de Monterrey nos resultan muy próximos los graves problemas asociados al caos urbano que a diario enfrentamos, y de los cuales a fuerza de vivirlos a diario, nos hemos comenzado a acostumbrar sin poder hacer mucho al respecto.

Problemas urbanos con enormes costos económicos que compartimos
todos los ciudadanos en el deterioro de nuestra salud y en el detrimento de nuestra calidad de vida como son la contaminación ambiental (incluyendo la visual, en forma de anuncios panorámicos, que cada día obstruye más la imagen de nuestras majestuosas montañas), el cada vez más catastrófico tráfico, la falta de zonas verdes comunes, el exceso de basura, la mala condición en la infraestructura en las calles,
la falta de una oferta eficiente de transporte público, y la violencia
derivada de la inseguridad.

Es en medio de este llamado de alerta que llegamos al tema central
de la presente columna. La planificación urbana, o la falta de ella, están en el corazón de todos los problemas anteriores, y debe ser parte fundamental en proponer los cambios necesarios para contenerlos y erradicarlos.

Durante la década de los 1960s y 1970s Monterrey se distinguió por ser un caso de desarrollo especial, una ciudad diferente con una dinámica
propia. Estudios de historia económica e industrial de investigadores
como el Dr. Mario Cerutti (Facultad de Economía, UANL),
demostraron entre otras cosas que el caso de éxito de esta ciudad (ajena y distante a los centros de poder colonialista de la Nueva España) basó su desarrollo industrial en el talento empresarial de algunas de sus familias, capaces de invertir y aprovechar las oportunidades económicas del momento, el desarrollo del tren en México, y las economías de escala y de alcance entre productos como el acero, la cerveza, y el vidrio.

Ese auge económico basado en el talante emprendedor y de trabajo de su gente, atrajo inversión directa, generó empleos, atrajo nuevo talento innovador, indujo la creación de centros educativos de excelencia como el Tecnológico de Monterrey y la Universidad Autónoma de Nuevo León, y un crecimiento económico no observado en otras ciudades, incluso de América Latina. Esta leyenda moderna de resultados basados en la cultura del emprendimiento y trabajo, que fue caso de estudio y éxito sobre los mecanismos para crear un desarrollo regional fuera del centro de poder, y fueron motivo de orgullo de quienes nacimos y crecimos aquí.

Y fue durante esas décadas en que el crecimiento exponencial en
población y las necesidades de servicios de ésta, dieron la pauta de
lo que habría de venir si no se procedía a generar un ordenamiento de la mancha urbana; si no se elaboraba una política basada en establecer prioridades, objetivos, y mecanismos para garantizar que la calidad de vida de la joven urbe de provincia no perdiera ese encanto de contar con todos los elementos de una gran ciudad.

Sin embargo, ya en la década de los 90s, el modelo prometido de desarrollo urbano basado en imitar a las grandes ciudades del sur de Estados Unidos con grandes espacios comerciales, pero a
comparación de éstos sin un adecuado fomento a aumentar y preservar las áreas comunes, se fue rezagando de la realidad de los
ciudadanos, y los problemas tradicionales asociados a servicios como seguridad, transporte público, y vialidades nunca lograron igualar sus requerimientos, ya no digamos anticipar, los enormes retos que habrían de presentarse. 

El futuro nos alcanzó, y ahora en el siglo XXI, de acuerdo a un informe reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y en línea con otros resultados presentados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), Monterrey encabeza la lista de las ciudades con peor calidad de aire en América Latina, y es fecha de que ningún ámbito de gobierno ha propuesto que hacer para mejorar esta preocupante situación. 

Es urgente comenzar a trabajar en una política ambiental y de ordenamiento urbano que comience por ver las causas de tal tragedia
ecológica, y de inmediato, analizar la manera de solventar en el corto y mediano plazo el déficit en vialidades y transporte público, como primer punto de trabajo.

Es decir, dar un paso a la vez, sin prisa, pero sin pausa, por qué el futuro ecológico nos alcanzó, y no es de ninguna manera en el que deseamos vivir, ni tampoco heredar a nuestras futuras generaciones.

* Doctorado en Economía en la Universidad de Chicago. Es Profesor-
Investigador de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-CONACYT Nivel 1. 


Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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