Monterrey

Pablo de la Peña: ¿Por qué pagamos impuestos?

Exigir que se usen bien es un derecho y ciertamente una responsabilidad como contribuyentes.

Hace unos días, cenando con amigos una de ellas preguntó – ¿por qué pagamos impuestos? – en vez de tratar de dar una respuesta académica como la que acostumbro a dar a mis alumnos de Economía del Sector Público, preferí escuchar con atención los cuestionamientos que cada uno se hacía sobre la aplicación de nuestros impuestos en México, mientras cenábamos.

Todo empezó, como sucede quizá en muchas cenas entre amigos, empresarios y académicos, por conocer la perspectiva del grupo sobre la economía del país, y sobre el impacto que podríamos enfrentar de empeorarse el contagio del COVID-19 en nuestro país.

Sin embargo, la pregunta "¿por qué pagamos impuestos?" me dejó pensando por un rato. Se podría decir que pagamos impuestos para que el estado realice ciertas tareas para el bien común, para implementar estrategias que reduzcan los efectos de las fallas del mercado y para que tome acciones que complementen la dinámica de una economía de mercado, manteniendo la competitividad, la productividad y fomente la innovación.

De manera más concreta, podría decir que pagamos impuestos para que se construya la infraestructura productiva que el sector empresarial por sí mismo no lo haría por incosteable y por la necesidad de la escalabilidad de tales proyectos. Pagamos impuestos para asegurar acceso a una educación de calidad en todo lo ancho y largo de nuestro país; pagamos impuestos para también asegurar acceso a un sistema de salud universal y eficiente. Pagamos impuestos para llevar bienestar a quienes, por diversas razones, se encuentran en condiciones de carencia extrema y que requieren de un apoyo monetario o en especie para solventar sus más fundamentales necesidades. Y pagamos impuestos para que el estado nos brinde seguridad y fortalezca el marco institucional que da certeza de vivir en un estado de leyes y libertades para todos.

De acuerdo con cifras de la SHCP, en el 2019 México recaudó un millón 687 mil 218 millones de pesos de ISR, y 933 mil 327 millones de pesos en IVA. Según datos del SAT, tenemos más de 75.7 millones de contribuyentes en el país, entre personas físicas y personas morales. A pesar de todo ese dinero, la tasa de recaudación como porcentaje del PIB en México es del 16 por ciento- la más baja dentro de los países miembros de la OCDE.

Para incrementar dicha tasa, debemos reducir la evasión fiscal – sin duda – pero debemos principalmente incrementar la base de recaudación, es decir, se deben de implementar estrategias que incentiven la creación de más empresas formales, mejores sueldos y facilitar nuestros procesos como contribuyentes.

Creo, que un sentimiento generalizado de los contribuyentes es que, si nos dieran a escoger, preferiríamos pagar menos impuestos de lo que actualmente pagamos. Y creo que esta premisa aplica por igual en cualquier país.

Sin embargo, si pudiéramos ver que nuestros impuestos están siendo bien utilizados para cada uno de los puntos que previamente mencioné, posiblemente estaríamos más dispuestos a pagar impuestos. Pero no hemos visto inversión pública productiva, no vemos avances en nuestro vilipendiado sistema educativo, nuestras instituciones están siendo debilitadas, tenemos un frágil sistema legal, y bueno, qué hablar de nuestro sistema de salud y de la seguridad en nuestro país.

No es casualidad el reclamo generalizado que hemos visto en los últimos días en nuestras calles. Ciertamente tenemos un compromiso histórico para asegurar igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres – en todos los sectores y en todos los rincones del país.

Y ahora más que antes, es urgente mejorar la seguridad, en nuestras casas, calles, colonias, y ciudades. ¿Por qué pagamos impuestos? Precisamente para eso, para evitar lo que lastimosamente ahora vemos y de lo que somos testigos – desigualdad e inseguridad. Exigir que se usen bien nuestros impuestos es un derecho y ciertamente una responsabilidad como contribuyentes.

El autor es Decano Asociado de Educación Continua de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno, del Tec de Monterrey.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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