Monterrey

¡No sé que hacer con mi dinero!

Una familia empresaria posee una visión, valores y estilos de vida similares que se dirigen hacia un objetivo conjunto conociendo los alcances de sus integrantes.

"Tardé décadas para construir este negocio, varios años en venderlo y ahora que estoy por firmar el trato, me pregunto: ¿Qué voy a hacer con mi dinero?"

Para bien o para mal, los empresarios no están acostumbrados a tener dinero disponible (por lo menos, no tanto dinero disponible). Y es que, ¿hay que ponerlo a trabajar, no? Así que, cuando enfrentan un evento de liquidez, la primera reacción suele ser extrema: O se sienten aliviados o espantados.

Es precisamente en este momento cuando la idea de una oficina familiar se materializa. Y es que, la mayoría de ellos ven en la oficina familiar un instrumento de inversión. Así, suponen entonces que con reglas claras, profesionales independientes y estrategias definidas no sólo se generarán sinergias y ahorros, sino también inversiones rentables. No obstante, se olvidan de una cosa trascendente: La dinámica familiar.

En efecto, para que una oficina familiar tenga sentido y funcione, la familia empresaria debe poseer: 1) una visión colectiva sobre el patrimonio (juntos somos y hacemos más), 2) valores y actitudes similares (conductas) y 3) niveles de vida y gasto afines (no debe haber miembros de la familia pobres y ricos). ¿Por qué? Porque si cada uno tiene formas de ser y hacer diferentes, maneras de invertir disímiles y visiones patrimoniales individualistas (primero yo y luego los demás), no habrá puntos comunes ni inversiones que convengan a todos, y la dinámica familiar se desgastará tremendamente (conflicto). Si las cosas son así, crear una oficina familiar es pérdida de tiempo y dinero.

Por ello, hay que tener claro que la oficina familiar no es solamente un mecanismo de gestión patrimonial, sino y lo más importante, una herramienta de preservación de la riqueza. Riqueza que comprende no sólo la parte económico-financiera de la familia, sino también la intelectual, histórica, relacional y espiritual. Por ende, para crear una oficina familiar es necesario tener definidas dos cosas: Su objetivo y alcance.

Objetivo:

¿Para qué queremos tener una oficina familiar? Responder esta pregunta nos ayudará a visualizar la estrategia familiar. En este sentido, hay que recordar que la gestión del patrimonio económico-financiero puede subcontratarse (bancos, casas de bolsa, fondos); la preservación de la riqueza familiar—historia, oficio, valores, lazos familiares, dinámica familiar, bienestar emocional, filantropía—, NO.

La oficina familiar debe ser un elemento aglutinador de la familia empresaria, no sólo una herramienta de inversión. Y es que, mediante los servicios "especiales" que las oficinas familiares otorgan a los miembros de la familia, éstas pueden generar cohesión, gratitud y compromiso, convirtiéndose así en una forma de retribución más allá de los rendimientos económicos.

Alcance:

Cuando se crea una oficina familiar es necesario delimitar qué debe hacer y qué no. Y es que, la oficina familiar no es una estructura holding, sino un elemento de sustentabilidad; de detección de talento (formar y desarrollar), de impulso emprendedor intergeneracional y de negociación-mediación de conflictos (dinámica familiar).

Alguien me dijo hace tiempo: "Nosotros somos una familia empresaria porque tenemos una empresa familiar". Yo diría que no… Somos una familia empresaria porque a lo largo de las generaciones hemos hecho empresa, creado negocios y trabajado arduamente para preservar y nutrir nuestra riqueza familiar.

En breve: La tarea más importante de una oficina familiar es la familia empresaria. Y la familia empresaria es mucho más que los pesos, los centavos y el negocio.

La autora es socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Petrolero y de Retail.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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