Monterrey

Miguel Moreno Tripp : Las tasas

La historia registrará esta época no solo como una recesión, sino como un retroceso de varios años.

Imaginemos una situación con solamente dos opciones: invertir 100 pesos y obtener 10 pesos de rendimiento o bien invertir mil pesos y obtener 50 pesos de rendimiento. No se pueden combinar estas opciones.

La tasa de rentabilidad de la primer inversión es de un 10 por ciento y de la segunda es cinco por ciento ¿en cual invertiría? En la de mayor rendimiento, ¿no? Se prefiere un rendimiento del 10 por ciento a uno del cinco por ciento sin pensarlo.

Si ese es el criterio, dejaría sobre la mesa 40 pesos. A esto se le conoce como el problema de la escala y es algo en el que se cae muy fácilmente cuando, por pretender simplificar una toma de decisión, se dejan de ver los montos en cuestión y solo se considera la tasa.

Otra situación. Si el precio de una acción se va a la mitad -una caída del 50 por ciento- para que eventualmente regrese al precio original, se necesita que duplique su valor, o lo que es lo mismo, tendría que dar un 100 por ciento de rendimiento. Pocas acciones dan una rentabilidad del 100 por ciento en un tiempo "razonable". Snapchat y Tesla son ejemplos recientes. Garbanzos de a libra.

Una más. Ahora se habla de la nueva normalidad, pero este término se había empezado a usar básicamente después de la recesión del 2008-2009, aplicándose a las tasas de crecimiento de las economías en todo el mundo. Se percibía como un magro crecimiento pero se mencionaba que no volveríamos a ver tasas de crecimiento de un dígito alto y que la nueva normalidad serían los uno, dos o tres por cientos. De eso se aprovecharon los políticos para hacer promesas que, a la hora de su turno, no más no cumplen. Pájaros nalgones, como diría mi abuelo.

Para muchos comentaristas se les hacía muy poco una tasa de crecimiento de un dos por ciento de la economía americana. Una tasa de un dos por ciento sobre una base de algo así como 20 trillones de dólares (notación americana) es un mundo de dinero -una buena parte del mundo literalmente-. En alguna ocasión calculaba que el valor absoluto en dólares del crecimiento de la economía americana de un dos por ciento, equivalía al monto del PIB de algo así como el valor de 60 economías. De ninguna manera es una cifra despreciable.

Eso es lo que estamos viendo en las cifras que se dan a conocer en los últimos días. Tasas de crecimiento muy altas porque las bases son muy bajas. No me mal interprete, qué bueno que se esté dando lo que se parece ser un punto de inflexión pero estamos muy lejos de llegar a los niveles de la economía pre-Covid-19. Mucho menos de tener un crecimiento real sobre años anteriores. La historia registrará esta época no solo como una recesión, sino como un retroceso de varios años. Se espera que cuando uno toma un puesto lo deje mejor -no peor- de como lo recibió.

Se necesita reactivar la economía para entregarle cuentas a la historia, a la patria y a la gente, relativamente buenas. Por la ceguera causada por el fanatismo de su ideología no se dan cuenta de que el gasto de gobierno proviene de dos sopas: endeudándose o pagando impuestos por las empresas y trabajadores. Los gobiernos en turno no son más que los administradores temporales -ojo con la temporalidad- de la riqueza generada por los particulares. Los empleados públicos deberían trabajar para la gente reconociendo a quienes generan el dinero. Los recursos no los generan ellos, ni mucho menos son los semi-dioses a los que mucha gente idolatra. Basta de hacer menos a los que generamos el origen de los recursos.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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