Monterrey

Luis Portales: Estrés y depresión laboral: la pandemia post-covid

Esta contingencia aceleró varias tendencias.

La contingencia ocasionada por la Covid-19 nos ha mostrado lo vulnerables que somos como sociedad y seres humanos, y lo interrelacionados que estamos como humanidad, al evidenciar como un virus que surgió hace poco más de un año en China ha incidido en la dinámica social, económica e institucional de todo el mundo. Esta contingencia, además de un vuelco a nuestra rutina diaria y, en algunos casos, a nuestra forma de entender y afrontar el mundo, aceleró varias de las tendencias que se venían presentando previo a su llegada, por ejemplo: el home office, el comercio electrónico o la digitalización de procesos al interior de las empresas.

En este sentido, la pandemia no solamente aceleró el proceso de implementación o de consolidación de estas tendencias, sino que su puesta en marcha de una forma tan intempestiva y poco estructurada, dejó de lado la gestión o atención de muchos los efectos colaterales asociados a su ejecución, especialmente en lo que se refiere al home-office y el cambio en la dinámica organizacional que eso representa.

En este punto, considero necesario acentuar el hecho de que no estamos implementando una estrategia de home-office tal como las áreas de Recursos Humanos de las empresas hubieran sugerido previo a la contingencia, sino que estamos siguiendo una estrategia emergente. Se actuó con base a la urgencia planteada por la situación mundial de salud, y por la necesidad de mantener activas las unidades productivas de la sociedad como un esfuerzo por reducir los efectos económicos que ésta pudiera tener. Para ponerlo en términos más simples: No estamos trabajando desde la casa, estamos en la casa durante una crisis e intentando trabajar.

Este intento por trabajar en nuestras casas mientras sobrellevamos la pandemia, y mantenemos nuestros ingresos, tiene consecuencias en los colaboradores, mismos que pueden ser observados desde el ámbito mental, emocional y físico. El trabajar en el mismo tiempo y espacio donde se cuida a los hijos e hijas, donde se come y donde se pasa tiempo de ocio, genera una serie de estreses que reducen la salud mental, el bienestar y calidad de vida de los colaboradores, e incrementando el número de personas que padecen depresión laboral.

En el caso mexicano se estima que el 75% de los colaboradores padecen tecnoestrés, el 70% considera que trabaja más de forma remota y se espera que la depresión se convierta en la segunda causa de discapacidad laboral durante el 2021. Esta situación se exponencia cuando agregamos una visión de género, ya que existen estudios que evidencian cómo las mujeres son se ven más afectadas por el home office, no solamente por la responsabilidad de cuidar y atender a los hijos e hijas, sino también porque suelen tener los espacios menos idóneos para trabajar en la casa, siendo los hombres los que ocupan los espacios más cómodos o privados para hacer su trabajo.

Si bien este incrementó en los patrones de depresión y estrés laboral no es nuevo para las empresas, pues una de las tendencias que se venían presentando desde hace varios años y sobre la cual varias organizaciones habían alertado, entre ellos la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Mundial de la Salud, la pandemia ha incrementado la urgencia por atenderlo, ya que no solo afecta la salud del colaborador y de sus familias, sino también la productividad de la empresa. En este sentido, las áreas de Recursos Humanos deben de hacer un análisis del tamaño del problema al que se están enfrentando, establecer cuáles son los principales factores de riesgo que la detonan y comenzar a realizar medidas asertivas que atiendan la pandemia silenciosa que va incrementando la Covid- 19.

Es importante recordar que la falta de acción por parte de las empresas no solamente las pondrá en una situación de vulnerabilidad al reducir su productividad o incrementar el número de colaboradores que sean diagnosticados con algún tipo de depresión, sino que también las posicionaran en una situación de riesgo ante la imposibilidad de cumplir con la NOM 035, la cual busca identificar, analizar y prevenir los factores de riesgo psicosocial, así como para promover un entorno organizacional favorable en los centros de trabajo.

Dado el contexto que estamos viviendo, podemos aseverar que superaremos la contingencia sanitaria que nos impuso la llegada del virus SARS COV 2. Poco a poco la vacuna llega a más personas y tarde o temprano estaremos alcanzando los niveles de inmunización necesarios para salir a la calle, acudir de manera masiva a nuestros centros de trabajo y dejar de lado la obligatoriedad del home office. Sin embargo, las consecuencias ocasionadas por esta pandemia seguirán estando presentes, dejando una asignatura pendiente en materia de cuidado e incremento del bienestar laboral de los colaboradores.

Quizá el reto más grande que nos presenta la pandemia por COVID 19 como empresas y sociedad todavía no lo enfrentamos. Tendremos que responder a la pandemia silenciosa que representa el estrés y depresión laboral que estamos enfrentando, habrá que hacerlo de la forma más rápida y eficaz posible.

En este sentido, algunas empresas ya han tomado consciencia de esta situación y empiezan a implementar programas de atención plena o mindfulness, líneas de contacto y atención directa, esquemas de trabajo centrados en el balance de vida y trabajo, así como la puesta en marcha de protocolos de prevención y cuidado de la salud mental. Sin embargo, aún hay mucho por avanzar, se tiene que romper el estigma hacia este tipo de enfermedades, especialmente por parte del propio colaborador que la padece. Es necesario estar atentos a las señales que nuestro cuerpo genera y que nos pueden indicar que estamos en medio de una depresión o de un estrés muy elevado y que nos puede llevar a consecuencias físicas, emocionales y sociales negativas.

Estamos en la antesala de una nueva pandemia que, al igual que la anterior, estamos siendo advertidos. Está en nuestra capacidad de prevenirla el control de sus posibles daños en nuestra sociedad, pues la vacuna para estas enfermedades es mucho más compleja y tardada que las dos inyecciones que supone la de la COVID 19.

El autor es doctor en Ciencias Sociales por el Tecnológico de Monterrey, y actualmente se desempeña como profesor-investigador del Centro de Estudios sobre el Bienestar de la Escuela de Negocios de la UDEM, y Co-Fundador del Laboratorio de Transformación Social.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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