Monterrey

Los salarios en México: ¿Qué hacer?

La motivación al estudio de los sueldos tiene su fundamento en el análisis de la desigualdad de los ingresos.

El estudio de los salarios en México es uno cuya complejidad ha llenado cientos de páginas de libros y artículos académicos en diversas ciencias sociales, y sin embargo, sigue siendo tópico fundamental en la discusión de política pública nacional e internacional.

La problemática asociada a su análisis radica en que dicho indicador es tanto causa como consecuencia de la desigualdad y condiciones de pobreza de millones de mexicanos, y por tanto, su estudio requiere de un enfoque amplio que considere soluciones de largo plazo, sin ignorar las fuertes necesidades de las familias y trabajadores mexicanos en el corto plazo.

La motivación al estudio de los salarios tiene su fundamento en el análisis de la desigualdad de los ingresos. Al respecto, la enorme disparidad en la distribución del ingreso que se observa en todas las economías, incluyendo la mexicana, tiene como fundamento que un alto porcentaje de la población deriva única y exclusivamente de su trabajo. De allí que el estudio de la distribución del ingreso laboral, así como las decisiones de trabajo, participación, y educación, se concentren en la caracterización de los salarios, precios de referencia de las decisiones relevantes en el mercado laboral.

La desigualdad en el ingreso ha sido explicada bajo múltiples óptimas de la teoría económica como la teoría de selección (Roy, 1951), la teoría del capital humano (Becker, 1967), la teoría de aprendizaje a escala (Rosen, 1992), la teoría de incertidumbre (Friedman, 1953), la teoría del aseguramiento de ingresos (Harris y Holstrom, 1982), la teoría de apareamiento (Jovanovich, 1979), la teoría de búsqueda de trabajo (Mortenson y Pisarides, 1994) y la teoría de señalización (Spence, 1973) entre muchas otras.

No obstante la sobre-identificación de teorías sobre el mismo fenómeno, en todas ellas el análisis del salario como precio relevante es fundamental para explicar las distribuciones de "colas largas", en las cuales un alto porcentaje de la población posee bajos ingresos.

Si es el salario el precio que determina la desigualdad en el ingreso, ¿cómo puede la política pública incidir en los mismos para fomentar igualdad y prosperidad en los trabajadores? La respuesta a este cuestionamiento no es directa, fácil, o siquiera argumentativamente posible.

En particular, bajo la óptica tradicional del estudio de la economía laboral, el salario es el pago que recibe un trabajador por el valor de sus habilidades adquiridas e innatas, esto es, la compensación por hora de un trabajador es el valor de mercado de su capital humano (Mincer, 1958). Bajo esta premisa, el rendimiento al capital humano (educación, salud, entre otros factores determinantes del mismo) determina su valor de mercado, lo cual se traduce en el salario percibido por un trabajador. Por tanto, la desigualdad en el salario es resultado de la manera en que el mercado compensa con mayor ingreso a aquellos trabajadores con habilidades especiales o que son escasas en el mercado. Esto nos lleva a un aspecto fundamental de la desigualdad y es que ésta actúa como catalizador de incentivos a incrementar la acumulación de talento e inversión de capital humano por parte de los trabajadores en búsqueda de mejores opciones laborales y de ingreso.

Esto es, en una economía en donde el capital humano es valorado de manera justa y asignado de manera eficiente a través de las distintas ocupaciones, el rendimiento a las habilidades diferenciadas garantiza el pago al esfuerzo realizado por quienes deciden invertir en adquirir más talento, en forma de educación, o como una compensación a aquellos trabajadores que poseen habilidades únicas que los hacen especiales y únicos (pensemos en los jugadores estrellas de equipos profesionales, por ejemplo).

No obstante, en una economía en donde los derechos de propiedad no incentivan la educación y premian la corrupción permitiendo que el crimen permanezca impune, los incentivos a educarse se deterioran, así como los medios para garantizar que el pago de la productividad llegue a manos de quienes poseen el talento, la capacidad, y las habilidades para innovar, dando como consecuencia un escenario en donde la desigualdad no incentiva la educación, sino que perpetúa la pobreza.

El estudio del problema requiere mucho más que una columna para ser contundentes en una propuesta formal, pero definitivamente su solución es mucho más compleja que un incremento de los salarios por decreto gubernamental, como algunos políticos sugieren.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor Investigador de la Facultad de Economíade la UANL.

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Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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