Monterrey

Los efectos macroeconómicos del sismo

OPINIÓN. Es de esperarse que existan efectos negativos sobre el crecimiento económico, producto del incremento en costos y externalidades negativas para varios sectores de la actividad económica, particularmente el sector servicios y en el consumo familiar.

De acuerdo a estimaciones de la CEPAL, las pérdidas económicas derivadas del sismo de 1985 ascendieron a cuatro mil 103.5 millones de dólares, que en precios actuales se traduce a nueve mil 268.5 millones de dólares, lo cual equivale al 2.7 por ciento del PIB estimado para ese año.

Del total, aproximadamente el 87 por ciento correspondió a daños directos en infraestructura, mientras que el 13 por ciento restante fue producto de daños indirectos, esto incluye pérdidas de ingresos o producción, mayores gastos para la prestación de los servicios, y gastos derivados de la emergencia y rehabilitación temporal. Al interior de los daños directos, el sector público fue el más afectado, con el 34 por ciento del total de los daños, seguido por la vivienda con el 15.7 por ciento, el sector salud con 15.4 por ciento, la infraestructura educativa (11.4 por ciento) y la pequeña industria y comercio (8.9 por ciento).

Tanto en 1985 como en 2017, las zonas afectadas por los sismos contribuyen de manera importante en la actividad productiva mexicana, no obstante, la magnitud de dicha contribución ha disminuido en el tiempo. En 1985, la Ciudad de México contribuía con el 21 por ciento, seguido del Estado de México con 11 por ciento, Jalisco con 6.7 por ciento, Colima con 0.54 por ciento, Guerrero con 1.74 por ciento y Michoacán con 2.31 por ciento, que en su conjunto representaban el 43 por ciento del PIB en ese año. Por su parte, los datos más recientes indican que la Ciudad de México representa el 17 por ciento, el Estado de México 9 por ciento, Morelos 1.17 por ciento, Puebla 3.16 por ciento, Oaxaca 1.55 por ciento y Chiapas 1.64 por ciento sumando 33.3 por ciento del PIB.

Es de esperarse que existan efectos negativos sobre el crecimiento económico, producto del incremento en costos y externalidades negativas para varios sectores de la actividad económica, particularmente el sector servicios y en el consumo familiar, dado que, las aseguradoras tendrán que pagar los seguros de los daños en bienes inmuebles, el retraso o suspensión de viajes en avión o en carretera, entre otros, lo que se traduce en costos que las empresas tendrán que asumir y que implicarán un crecimiento menor del sector servicios durante el tercer trimestre.

Obviamente, también está la situación de las familias que quedaron sin hogar, las oficinas que quedaron inhabilitadas y la disminución en la confianza del consumidor causada por la tragedia.

Con los datos disponibles se estima que el reciente sismo tendrá como consecuencia macroeconómica una pérdida de 0.2 puntos porcentuales sobre el PIB de este año. Hacia adelante, para el crecimiento económico del 2018 dependerá de qué tan rápido se realicen los trabajos de reconstrucción de los edificios, el turismo en la región se recupere y en general que la actividad económica se normalice en las zonas afectadas por el sismo.

Desde el punto de vista macroeconómico la menor afectación por el sismo se debe a que la estructura de mercado es muy diferente a la de 1985, cuando se tenía un control significativo de los precios, una mayor participación del gobierno en la actividad económica del país y en general la actividad económica estaba más concentrada en el centro del país.

Cabe destacar que en esa época el país aún no se abría por completo al comercio internacional, por lo que industrias exportadoras eran más pequeñas y se ubicaban en la región central del país, a diferencia de hoy (en 1985 los estados afectados por el sismo representaban más del 50 por ciento de la actividad manufacturera del país, en 2015 este número se redujo a 30 por ciento).

Asimismo, en la actualidad se cuenta con el FONDEN que es un fondo para desastres y también se tiene el bono de desastres del Banco Mundial, que en teoría deberían de agilizar la reconstrucción y por lo tanto la actividad económica de la región afectada.

La autora es Economista en Jefe de Grupo Financiero BASE y profesora de economía en el Tec de Monterrey.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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