Monterrey

José Elías Abdala: Perspectivas económicas México 2020

Este dinamismo económico estatal es impulsado por la ratificación del T-MEC y por el repunte de las manufacturas.

El 2020 será un año peculiar, no será el inicio de un nuevo ciclo económico, más bien será un año de muchos retos para la economía nacional, los cuales tienen que superarse para retomar el camino hacia las vías del crecimiento.

El pasado 30 de enero, el INEGI reportó que la economía mexicana se contrajo 0.1 por ciento en 2019, lo cual no sucedía desde el 2009. En esos años se atravesaba por la mayor crisis financiera, por lo que el crecimiento económico global enfrentó fuertes rezagos. Si la demanda agregada de México en el 2019 no tuvo un crecimiento en el que fue un año relativamente estable para la economía global, sería grave lo que pueda suceder en caso que exista una desaceleración mundial, la cual impactará a nuestra economía y con una contracción posiblemente más severa que la del 2019.

Hace unas semanas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó el pronóstico de crecimiento para México para el 2020, pasando de 1.3 por ciento a 1.0 por ciento. Estos niveles de crecimiento son de países como Haití o San Marino o del otro extremo, Japón y Noruega, es decir, son ritmos de crecimiento de economías desarrolladas o economías con mecanismos inestables, que no van de acorde a un país como el nuestro con todo el potencial de una economía emergente.

Dentro de los principales factores económicos que fueron claves para la contracción del 2019 van desde la inversión hasta las finanzas de Pemex, mismos que tomarán un papel clave en el 2020.

El mayor reto para México es retomar los niveles de inversión privada que se solía tener para convertirla en el motor de crecimiento, ya que la incertidumbre interna en el sector empresarial y la aversión al riesgo global, han hecho que la inversión se vea impactada de forma negativa. Al igual, la inseguridad creciente, la impunidad y la falta de un estado de derecho están ocasionando una disminución fuertísima en la inversión.

Sin embargo, ¿la recién ratificación del T-MEC logrará impulsar la inversión extranjera y generar un ambiente de mayor confianza para los inversionistas? Este tratado es clave, ya que bien desarrollado, puede aumentar la inversión en México, las exportaciones netas y el comercio internacional con otros países.

Por otra parte, el gasto público se ha destinado a proyectos de infraestructura los cuales no generan un efecto multiplicador, como lo son la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto de Santa Lucía, los cuales se cuestiona mucho sobre su capacidad de uso y su viabilidad financiera. Lo que es de reconocer es que el actual gobierno federal ha mantenido muy estable el endeudamiento del país, lo cual es una buena señal para las finanzas públicas. Sin embargo, para obtener un crecimiento económico se necesita que la inversión pública vaya enfocada a proyectos y programas sociales más eficientes, que impacten realmente el crecimiento y el bienestar de México.

El consumo privado, a pesar de que la confianza del consumidor es sólida, se ha desacelerado a partir de la misma incertidumbre, traduciéndose en menor inversión y producción industrial, lo cual terminó impactando en una menor creación de empleo que en años previos y afectando el consumo, teniendo como resultando una disminución en la recaudación tributaria.

Por último, Pemex, la empresa más grande de México y a la vez la petrolera más endeudada del mundo, cuenta con una deuda de más del 100 por ciento de sus ingresos y una actividad económica baja, por lo que en el 2019 las calificadoras crediticias degradaron su calificación, quedando en perspectiva negativa de inversión.

Esto conlleva a dos problemas serios; el primero, al ser Pemex una empresa del gobierno federal, las calificadoras pueden disminuir el grado de la deuda del gobierno mexicano, perdiendo el grado de inversión y pasando a niveles especulativos. El segundo, si Pemex llega a perder su capacidad de operación y pago, el tipo de cambio, las tasas de interés y la salida de capitales puede afectar severamente al crecimiento económico de México.

En cambio, Nuevo León tiene el panorama bastante distinto y más positivo. El estado neolonense tiene una expectativa de crecimiento para el 2020 del 2.5 por ciento a 3.0 por ciento, según la Secretaría de Economía y Trabajo. Este dinamismo económico estatal es impulsado por la ratificación del T-MEC y por el repunte de las manufacturas.

Es por esto que Nuevo León debe aprovechar de su ubicación geográfica, del desarrollo tecnológico y científico, de los salarios competitivos y de la generación de más de 45 mil empleos formales que espera tener, creciendo el doble con respecto al 2019. Al igual, debe fomentar la inversión extranjera y la inversión en energías limpias a partir de incentivos económicos y buenas negociaciones, que impulsen el ritmo de las exportaciones del estado y detonen el mercado laboral para alcanzar el crecimiento económico esperado.

Se espera que la economía mexicana mantenga un ritmo de inercia este 2020 y depende de cada uno de nosotros mexicanos, estudiantes, profesores, empleados, emprendedores, empresarios, funcionarios públicos y miembros de la sociedad, para que exista un ambiente de honestidad, claridad, confianza y prosperidad para emprender proyectos de inversión pública y privada, y así recuperar el crecimiento económico que debe caracterizar a México.

El autor es economista egresado del ITESM. También es analista de banca privada en JP Morgan con especialidad en temas económicos y financieros.

Opine usted: joseabdala11@hotmail.com

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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