Monterrey

José Elías Abdala: La economía del miedo

No se que produce más temor a la fecha, si hablar con un epidemiólogo o con un economista.

Debido a un virus mortal, tenemos el temor a perder nuestro empleo, el temor a perder los ahorros de muchos años de esfuerzo y dedicación, el temor a no poder pagar un crédito bancario, a despedir colaboradores y afectar a sus familias, a quebrar el negocio, el temor a la incertidumbre del futuro, pero sobre todo el temor a perder a un ser querido.

Atravesamos unos días de grandísimo temor, navegando como país sin rumbo y dividido en medio de una pandemia, con el temor de un descalabro económico histórico del cual será difícil recuperarse. Atravesamos la economía del miedo, un temor emocional que se compara con las peores crisis de la historia.

La situación no pinta para mejorar pronto, incertidumbre brutal a nivel mundial, el número de casos contagiados, así como de fallecidos, en aumento por el COVID-19. Sin embargo, dentro de todo este caos que involucra a toda la humanidad, han surgido líderes gubernamentales, especialistas de la salud, científicos, empresarios y miembros de la sociedad civil que han contribuido aportando su granito de arena, buscando dar todo tipo de apoyo, soluciones y esperanza, siendo los héroes del presente.

A nivel mundial, el impacto será impresionante. La OCDE ha recortado sus expectativas de crecimiento mundial, disminuyéndolo de 2.9 por ciento a 1.5 por ciento, las tasas de interés han sido recortadas buscando facilitar el crédito y con ello alentar el consumo para impulsar la economía. Las principales bolsas del mundo han caído estrepitosamente, obligando a comparar estas caídas con la Gran Depresión de 1929 y la Crisis Financiera del 2008. Al igual, la inversión, la producción industrial y las ventas están desaceleradas por la cuarentena obligatoria que muchos países han exigido, afectando así la cadena de suministro. El petróleo, en precios mínimos, se suma a la lista.

Lo más trágico que habrá, el miedo más grande que se avecina para la economía, serán los millones de empleos que se perderán, las familias que sufrirán rezagos y peor aún, la pérdida de bienestar que habrá en países en desarrollo como México.

Para nuestro país el impacto está siendo descomunal, el tipo de cambio del dólar ha superado los 25 pesos, alcanzando un máximo histórico, seguimos con una tendencia al alza en los números de contagio del COVID-19, así como de fallecimientos. El turismo, transporte y restaurantes están teniendo pérdidas muy fuertes de ingresos, el sector manufacturero reduce con ello su productividad y con esto los sectores estarán generando pérdidas de empleo.

Con ello, el ingreso disponible de gran parte de la población se verá reducido, por lo que el consumo de bienes y servicios disminuirá significativamente. En estos momentos es cuando el gobierno federal debería mostrar su liderazgo y tomar las riendas de la recuperación económica, aprovechando las líneas internacionales de crédito con las que cuenta, canalizando los recursos por distintas vías para apoyar a las empresas, evitando despidos de empleados al contar con liquidez, así como otorgar apoyos económicos a todas las familias, no solamente a los más vulnerables.

Al igual, se debería apoyar a las empresas con condonación de impuestos para que la carga fiscal no se contraponga con las vías del crecimiento, ya que las empresas tendrán que enfrentar pagos de líneas de crédito, pagos del Seguro Social, impuestos, así como muy probablemente un alza a sus costos de insumos, provocando un aumento en el precio final de venta, lo que pudiera afectar los niveles de demanda del mercado y con ello aumentar la inflación.

Dentro de toda esta coyuntura, existen ganadores y perdedores, como en todo. Los ganadores, con un incremento altísimo de ventas, son los productores de bienes relacionados al área de la salud, como farmacéuticas, laboratorios médicos y fabricantes de equipo médico, así como los vendedores de productos de consumo básico, como supermercados y tiendas de abarrotes.

Los perdedores lo somos cada uno de nosotros, la sociedad, México, el mundo. Cada víctima del COVID-19 es uno de nuestros guerreros caídos en batalla.

Y desafortunadamente también deberíamos incluir a la iniciativa privada en esta lista tras lo sucedido recientemente… Me llena de coraje y decepción.

El Producto Interno Bruto de México caerá, es inevitable, sin embargo, es urgente que el gobierno tome decisiones de manera rápida y contundente para reactivar la economía y evitar que la recesión sea así de catastrófica, pudiendo ser de las más grandes de nuestra historia. Me da temor de solo imaginármelo.

Nuevo León ha sido un ejemplo a nivel nacional, entrando a la fase 2 una semana antes que la Ciudad de México, demostrando su proactividad y compromiso con la causa y el bienestar de los ciudadanos. Esto es digno de reconocer al gobierno estatal, en conjunto con las autoridades de salud y sanitarias.

Como mexicanos unamos esfuerzos y recursos, que no cada uno vea para sí, la solidaridad es la clave. La sociedad civil ha mostrado la iniciativa, la cual está dando resultado. Gobierno federal, presidente, únase, no nos dividan, estamos todos en el mismo barco.

El autor es economista egresado del ITESM. Analista de banca privada con especialidad en temas financieros.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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