Monterrey

José de Jesús García: El gran reinicio y su impacto en el bienestar

La pandemia nos ha traído una oportunidad para reflexionar acerca de nuestras vidas y de nuestras rutinas.

Uno de los temas que más han aparecido en las redes sociales a raíz de la pandemia es la necesidad de "resetearnos" o de reinventarnos. De hecho, el Foro Económico Mundial en voz de su fundador, Klaus Schwab, ha lanzado una iniciativa con este nombre buscando revisar los principios del capitalismo, los cuales se han puesto en la mesa de discusión a raíz de los efectos generados por la pandemia del Covid-19. Se afirma que la pandemia nos presenta una rara, pero estrecha ventana para reflexionar, re imaginar y reiniciar nuestro mundo.

Desde el primer momento en que escuché el término, vino a mi mente aquella frase de Anne Lamott: Casi todo volverá a funcionar si lo desconectas por unos minutos … incluso tú mismo. La solución es muy atractiva por lo fácil y, a decir verdad, en muchos casos si funciona. Pero no todo es tan fácil. Reiniciar el mundo debe de ser un poco más complicado.

El tema lo hemos trasladado a nivel personal y a nivel trabajo. En lo personal, nos repetimos una y otra vez que debemos de reinventarnos, que debemos de dejar las prácticas anteriores a la pandemia, que las cosas exigen nuevas maneras de ser y de hacer, que las profesiones y actividades que eran populares antes, ya no lo serán más, etc. En el plano laboral, tenemos una situación similar: Ya no habrá un regreso a la normalidad. Y si, ya no podremos hacerlas cosas de misma manera que antes, tendremos que evolucionar.

Llama la atención la crítica que se hace a quienes quieren regresar a la "nueva normalidad". Quienes critican este deseo sostienen que ya las cosas no serán "normales" y que si acaso, regresaremos a una "nueva realidad". Quienes desean regresar a la vida normal añoran la rutina de antes, los procesos de antes y las posibilidades de antes. Se distingue claramente una diferencia entre quienes se sienten a gusto con el "status quo" y quienes son progresistas, quienes apoyan los procesos disruptivos.

Lo cierto es que no podemos negar que las cosas han cambiado, en lo personal y en lo colectivo. Si en un tiempo pensamos que el cambio era lo único constante, la pandemia nos ha confirmado que tenemos que estar preparados para los cambios repentinos. En lo económico, nos llevará tiempo el regresar al nivel de actividad que teníamos previo a la pandemia. Esto representa menos empleos, menos ingresos y menos bienes y servicios, lo cual sin duda nos hará que cambiemos nuestros hábitos de consumo. En lo social, pasará tiempo antes de que podamos volver a tener el contacto físico que tuvimos hasta marzo del 2020. Esto nos llevará también a ajustar la manera en que mantendremos el contacto social, tan importante para nuestro bienestar y felicidad. También el cuidado de nuestra salud física sufrirá una transformación. Ahora seremos más conscientes de la vulnerabilidad de nuestra salud y de la importancia de los cuidados básicos que antes ni siquiera tomábamos en cuenta.

Todo lo anterior representa un cambio, pero no necesariamente un cambio drástico, un reinicio. Para bien o para mal, nuestras vidas no pueden ser reiniciadas a nuestra voluntad. Ciertamente, cada día representa una oportunidad para hacer las cosas de mejor manera, pero no podemos hacer borrón y cuenta nueva. De hecho, pensar en un reinicio tajante es borrar todas las cosas buenas que hemos hecho y desarrollado a lo largo de nuestras vidas. En la vida empresarial también es así: podemos y debemos de cambiar algunos procesos, pero tenemos que conservar las buenas prácticas que hemos aprendido a lo largo de los años.

La cultura regiomontana se caracteriza por la exigencia y la pasión por la mejora continua. Si algo no funciona, se busca el cambio casi de inmediato. Un ejemplo de ello es el fútbol: si no se califica a la liguilla o se pierde en las primeras rondas, la afición pide cambios inmediatos. A veces, este tipo de exigencias llevan a decisiones precipitadas y los costos asociados son muy altos. No se trata de aferrarse al status quo; más bien se busca construir sobre lo logrado y buscar avanzar de manera gradual y sostenida.

¿Cómo se relaciona este tema con el bienestar personal? La presión de ser mejores personas, de aprender más, de ganar más y de aprovechar cada minuto de nuestro tiempo nos puede llevar a generar ansiedad y frustración por la falta de logro. La pandemia nos ha traído una oportunidad para reflexionar acerca de nuestras vidas y de nuestras rutinas. Tomemos lo mejor de nuestras experiencias y vayamos construyendo una mejor versión de nosotros de una manera sólida, pero paulatina. Cambios pequeños pero constantes harán de nosotros mejores personas y, sin duda, personas felices.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Texas A&M. Es un estudioso de la felicidad, el bienestar y la calidad de vida desde el año 2000. Actualmente se desempeña como consultor en estas áreas y en el cumplimiento de la NOM-035.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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