Monterrey

Jorge O. Moreno: Sin vacuna, sin tratamiento, y altamente mortal

Apagan autoridades de Nuevo León brillo decembrino de ventas en todo tipo de negocios, hasta el cierre de supermercados los fines de semana.

Inicia diciembre, un mes que por su naturaleza de cierre de ciclos y de año calendario, integra dos aspectos que hasta hace poco eran propios de las fechas. Por una parte, un tema moral fundamental, la esperanza de un nuevo comienzo (tópico ligado a la tradición cristiana) y desde el Siglo XX, un aspecto económico que de la mano del anterior han definido esta época, las compras que dan ese último impulso que la economía necesita.

La época navideña era por excelencia el mecanismo de "propulsión de fin de año para la economía" que terminaba traduciéndose en ventas, ingreso, empleo, todo transformado en regalos y festejos de toda índole, enmarcada por campañas de mercadeo que tradicionalmente empezaban desde noviembre, impulsadas en últimos años por medidas como "El Buen Fin". Este año, desde lo económico y social, es sin duda muy diferente.

Ante la respuesta irresponsable del presidente Andrés Manuel López Obrador a la razón de por qué se niega a usar cubrebocas y de que esto representa un mal ejemplo para todos los ciudadanos que le siguen y apoyan, el día de ayer hubo una contundente e inesperada contra-respuesta por parte el gobierno estatal de Nuevo León. En particular, ante el aumento en el número de contagios, en plena época decembrina y en voz de su Secretario de Salud estatal, el Dr. Manuel de la O, el gobierno del estado ha dado uno de los mensajes más decisivos y la implementación de una de las políticas más contundentes en torno a la pandemia que vivimos desde el inicio de este año: cerrar todos los negocios, incluyendo autoservicios, los fines de semana; si, en plena época decembrina.

Como ha sido el tema en otras columnas de este mismo espacio, desapruebo un gobierno que decide sus políticas públicas con base en impulsar y proteger la popularidad de sus gobernantes, y que no utiliza el poder conferido democráticamente para cumplir y hacer cumplir sus leyes, proteger sus instituciones, y salvaguardar la justicia en sus ciudadanos, sino que usa el poder para simplemente cumplir la siguiente gran ocurrencia que surja desde alguna oficina burocrática, sin un análisis o una discusión seria de por medio. Desapruebo lo anterior como desaprobaría que un médico no cumpliera con su obligación y dictara un diagnóstico sin objetividad y a modo, por miedo a hacer enojar y confrontar a un paciente; o que un maestro no realice una evaluación justa que compense a los estudiantes responsables, por temor a que los pupilos que no han trabajado ni se han preparado se molesten, y eso le cueste "popularidad" entre su alumnado. Un gobernante a quien le preocupa más cuidar su puesto político que cumplir sus obligaciones y hacer lo correcto para la sociedad, a pesar de lo popular que pudiera ser, es un mal gobernante, punto.

Si bien, la decisión del gobierno del estado de Nuevo León de cerrar comercios los fines de semana es radical y tendrá un costo económico importante (al reducir el impulso tan esperado de las ventas navideñas, tal y como ayer Canaco lo ha señalado), lo cierto es que ante la falta de seriedad de las instituciones federales con medidas estandarizadas y obligatorias a nivel nacional que den cuenta de la gravedad del asunto (108,173 decesos, con una tasa de letalidad cercana al 10 por ciento en caso de contagio, la más alta a nivel mundial y esto usando la métrica oficial), hay pocas alternativas de política pública desde el ámbito estatal y municipal para evitar que la época decembrina termine por convertirse en una tragedia que derrumbe el delicado sistema de salud local, el cual a pesar de la coordinación impecable que ha realizado en todo este tiempo, ya se encuentra de nuevo saturado.

El relajamiento en las medidas de confinamiento que, bajo la presión de los alcaldes de la localidad, se iniciaron en junio con la apertura de restaurantes y otros medios de empleo no necesarios, incrementaron dramáticamente las tasas de contagio y de mortalidad en la localidad, hasta colocarla en los peores lugares a nivel nacional. Así, de ser un estado modelo en el manejo de la pandemia, los resultados actuales del estado no dejan de alarmar a cualquier ciudadano, aún a aquellos con derecho a servicios de salud privados quienes no tienen garantizada la atención en caso de una contingencia.

Aplaudo y apoyo el esfuerzo realizado por todas las empresas, establecimientos e instituciones que han acatado el confinamiento con seriedad y a pesar de los costos que conlleva; particularmente reconozco el esfuerzo de las instituciones de educación pública y privada del estado, quienes han entendido que abrir sus puertas a estudiantes en cursos presenciales sería un foco de contagio que costaría miles de vidas. El esfuerzo de escuelas, institutos, y universidades en esta transición, y del que somos parte todos quienes nos dedicamos a la enseñanza, ha permitido contener esta terrible enfermedad. Un dique de contención insuficiente, pero definitivamente necesario.

Como la economía y otras ciencias sociales lo siguen enseñando, los problemas sociales son complejos y multidimensionales, y por esta misma naturaleza, las soluciones que los acompañan también lo serán, esto si se busca atender las distintas aristas y efectos indirectos causados por la implementación de una política centralizada con un objetivo específico. La magnitud de los problemas que enfrentamos este año en nuestro país, tanto de naturaleza interna como externa, amerita que comencemos a tomar consciencia de que, de no haber cambios substanciales en la actitud del gobierno federal pronto, las soluciones requeridas serán aún más draconianas y menos populares. Hoy en día, el tamaño de la destrucción de capital humano, privado y social del país llevará años para su reconstrucción, esto al margen de las vidas que son irremplazables para todos quienes han perdido un ser querido durante este tiempo.

Creo que el mensaje más importante con el que quisiera cerrar esta contribución es que las respuestas a problemas complejos, como el que estamos viviendo actualmente, no pueden esperarse que vengan de una política simple impuesta por un gobierno central-omnisapiente, sino que estoy convencido que éstas son el resultado de las pequeñas decisiones que todos, conscientemente, tomamos en nuestro día a día. En eso radica la enseñanza de lo mejor que el siglo pasado nos trajo en forma de democracia y una prosperidad como nunca se había visto en la historia de la humanidad; esto es, la capacidad de generar bienestar para todos a partir de garantizar una simple condicionante: la libertad que todos tenemos de elegir lo mejor para cada uno de nosotros, en un marco legal que proteja los derechos de todos por igual. Ese es tal vez el poder más importante conferido a cada uno, la libertad de informarnos y ser responsables de nuestras decisiones, distinguiendo aquello que podemos y no podemos cambiar, y actuando en consecuencia sobre aquello que decidimos realizar dentro de nuestras capacidades.

No hay vacuna, no hay tratamiento efectivo, aún no se entiende el mecanismo de acción de la enfermedad (ya que sus efectos dependen de cada individuo), los hospitales están saturados, y en México, adquirirla es altamente mortal. Esa es la verdad con respecto a la pandemia, y lo demás, está de más.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

También lee: