Monterrey

Jorge O. Moreno: México: rezagándonos de un mundo con prisa

Diversos indicadores económicos evidencia la falta de rumbo del país.

Para quienes nos dedicamos al estudio de la ciencia económica, es difícil analizar las cifras de desarrollo humano, y dejar de pensar en las implicaciones y consecuencias que éstas reflejan; es, como lo dijo Robert Lucas (Premio Nobel, 1995), imposible dejar de pensar en otra cosa una vez que uno comienza a reflexionar sobre los procesos internos en el desarrollo de una sociedad.

Sin embargo, para el caso de México, de la mano de esa atención que nos captura en las implicaciones de lo que observamos y podemos medir (¡ya no digamos lo que no podemos medir!), nos acompaña una terrible sensación de desamparo e impotencia ante la tragedia que cada nuevo dato publicado refleja, y la falta de rumbo de la política pública ensimismada en la politiquería resuelta a distraernos de lo urgente por lo mediático inmediato.

Mientras los medios en todo México comienzan a inundarse de propaganda política invitando a votar por la continuación de la prometida transformación o un cambio de dirección que no termina de convencer a la mayoría, la realidad de la incesante pauperización de nuestra economía debería ser motivo de alarma, o mínimo una invitación seria a la reflexión. Para muestra, en esta columna al menos deseo compartir y dejar evidencia de tres indicadores que nos muestran claramente que en un mundo que tiene prisa por cambiar para continuar su avance, en el mejor de los casos nos estamos rezagando y en muchos aspectos vamos en dirección contraria: los indicadores de vacunación, los indicadores de abandono escolar, y los indicadores de pobreza extrema.

En términos de vacunación, como ya lo han señalado muchos autores y expertos, México llegó tarde. El gobierno federal desestimó la compra oportuna de vacunas el año pasado, y dada su desarticulada estrategia de prevención, la ausente declaración de pandemia y emergencia sanitaria, y los cambios constantes en las señales que recibían los ciudadanos sobre algo tan simple (pero primordial para reducir el contagio) como el uso de cubrebocas, dejaron a los gobiernos estatales la mayor responsabilidad sobre la estrategia de prevención, pero sin capacidad de adquirir vacunas de manera individual y privada, concentrando ese poder en el administrativo federal.

Como resultado, la adquisición de vacunas del país fue tardía (pues, como se documentó, había siempre otras prioridades en la agenda pública), y para cuando éstas se requirieron, la lenta producción y distribución de estas ya estaba comprometida con aquellos países que compraron (en una "apuesta al futuro") las patentes correctas, dejando en total vulnerabilidad a la población del país. Así, nuestra ciudadanía quedó a merced de vacunas donadas o en etapa de desarrollo, mientras la estrategia de vacunación sigue siendo un plan sin verdadera implementación, particularmente si consideramos que el personal médico (prioridad de atención y nuestra primera línea de batalla) sigue sin ser prioritario en su atención y continua sin ser cubierto en su totalidad por la vacuna.

Finalmente, de acuerdo con información de OurWorld in data, México se ubica entre los tres países a nivel mundial con menores pruebas de COVID-19, mientras la denominada tercera ola obliga a países como Francia y Alemania a alertar a sus ciudadanos sobre tomar medidas precautorias.

Por otra parte, esta semana INEGI dio a conocer los resultados de la encuesta sobre abandono escolar como resultado del COVID-19, y los resultados son catastróficos. De acuerdo con la Encuesta para la Medición del Impacto de COVID en la Educación, se dio a conocer que del alumnado entre tres y 29 años que sí estuvo inscrito en el ciclo escolar 2019-2020, pero que no continuó o desertó del sistema educativo para el periodo 2020-2021 debido a la pandemia o a la falta de recursos económicos ascendió a 1.8 millones de alumnos.

La gran mayoría de los estudiantes que no volvieron a las aulas fueron de escuelas públicas, con 1.5 millones de casos, contra aquellos de instituciones privadas, que ascendió a 243 mil. En términos del tamaño del rezago educativo, la misma encuesta revela de esta población de estudiantes en potencial edad de estudiar, 2.3 millones de niños, adolescentes y jóvenes no están inscritos por motivos asociados a la emergencia sanitaria; 2.9 millones por no contar con recursos, y 3.6 millones porque tuvieron que laborar para solventar la situación económica que sus hogares enfrentan. Estas métricas no sólo representan in impacto inmediato sino habrá de reflejarse en el largo plazo en las oportunidades perdidas de escolaridad y empleo futuro de toda una generación de jóvenes mexicanos, particularmente los más pobres y vulnerables en etapas de formación preescolar y básica.

Finalmente, como se documentó en entregas pasadas de esta columna, de acuerdo con CONEVAL, los indicadores de pobreza extrema se dispararon durante la pandemia de COVID-19. Sin embargo, este incremento en la situación de pobreza no ha sido uniforme a nivel mundial.

De acuerdo con el nuevo informe Panorama Social de América Latina 2020 elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, las proyecciones del efecto del Gran Confinamiento para México implican un aumento significativo de la tasa de pobreza extrema del orden de 7.8 por ciento, con un aumento del 10.6 en 2019 al 18.4 en 2020, en tanto que para la tasa de pobreza en general sería de 9.1 por ciento (del 41.5 al 50.6 por ciento). Esto ubica al país como uno de los más afectados en términos de incremento en pobreza general y pobreza absoluta, y de las naciones que tuvieron mayor contracción económica en el último año como consecuencia de la pandemia mundial.

Si a los tres hechos anteriores agregamos la inefectividad y la falta de resultados de los programas insignia de la administración actual en atención a la pobreza, la conclusión no puede ser otra que la política pública requiere un cambio inmediato en su enfoque y objetivos, pero también, que los ciudadanos y las empresas se encuentran en condiciones de vulnerabilidad nunca vistos en la época reciente. En las condiciones actuales, la pluralidad de opiniones y diversidad de ideas deben ser una alternativa para diseñar estrategias que permitan corregir el rumbo del país, cuya dirección actual nos aleja cada día más de un mundo que avanza, no se detiene, y se moderniza sin pedir permiso a la añoranza de un pasado idealizado, imaginario y cada día más distante.

Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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