Monterrey

Jorge O. Moreno: La pandemia, el efecto Peltzman y los riesgos de evaluar mal el riesgo

Relajar las medidas de seguridad ante la permanencia de la pandemia serían de alto costo social y económico para el país.

Al margen de todas las noticias económicas y financieras que han surgido en medios en las ultimas dos semanas, el seguimiento a la información oficial de la pandemia por COVID-19 en palabras del subsecretario de salud Hugo López-Gatell muestra que en México a lo largo de las últimas dos semanas el crecimiento en número de contagios se ha estabilizado, y que por tanto, se está evaluando un nuevo cambio en las métricas de riesgo a nivel nacional para ubicar en verde a un conjunto de estados, dando con esto una señal de estabilidad y control de la pandemia.

Sin embargo, una revisión más detallada de los mismos datos muestra que de la mano de la estabilización en el crecimiento de los casos también se han reducido el número efectivo de pruebas realizadas a nivel nacional.

Como resultado de esta reducción en el número de pruebas, la cifra registrada de nuevos contagios ha disminuido tal y como se muestra en las figuras oficiales presentadas en el informe del subsecretario, pero también (y esa información no se muestra al público) la letalidad de la enfermedad en México, medida por la tasa de fallecimientos por contagio, es una de las más altas a nivel mundial.

¿Qué impacto podría tener en lo económico y social el cambio en las medidas oficiales de riesgo en los estados y municipios, modificando una vez más los criterios de señalización del famoso "semáforo" y cambiando por tanto la evaluación de éste para algunos estados? La respuesta la encontramos en el trabajo de Sam Peltzman (profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago) en una de las investigaciones pioneras de lo que posteriormente sería el desarrollo más importante de la teoría económica en el siglo XX: el estudio de la información asimétrica.

El interés de Peltzman (1975) era investigar el efecto final de la implementación obligatoria de los cinturones de seguridad como medida oficial de prevención de muertes por accidentes automovilísticos.

En su trabajo, el economista demostró que, contrario a los objetivos de la regulación, la tasa de fallecimientos fatídicos en accidentes automovilísticos se incrementó posterior a la ley que hacía obligatorio el uso de cinturones de seguridad.

Sin embargo, para Peltzman, este resultado contraintuitivo para la época y definitivamente en contra de los objetivos de la regulación, tenían una clara explicación económica: la obligatoriedad del uso del cinturón dio una señal de seguridad para los usuarios, que al traducirse en "precios" y "costos", equivale a una reducción en el "precio efectivo" percibido en el riesgo que enfrenta una persona por un accidente, y como resultado de esta reducción de precios, el comportamiento natural de las personas al usar el cinturón de seguridad era tomar riesgos adicionales (como por ejemplo, aumentar la velocidad del automóvil, o ser menos precavidos al manejar), y el resultado final de esta mayor exposición fue precisamente un mayor número de accidentes fatídicos.

Desde entonces, el efecto Peltzman se ha propuesto en lo general como una teoría que establece que es más probable que las personas adopten comportamientos de riesgo cuando se imponen medidas de seguridad, al modificar la percepción de riesgo del comportamiento individual.

Esta teoría tiene extensiones naturales a muchos comportamientos comunes observados en la sociedad, desde administración de inversiones en el mercado financiero hasta claramente el punto que nos corresponde analizar en la presente columna: economía de la salud.

En un artículo previo a la pandemia, Prasad y Jena (2014) en la revista académica Health, retoman el efecto Peltzman para el caso de la regulación en salubridad. En particular, los autores, doctores en medicina ambos, conjeturan que las consecuencias no deseadas de las intervenciones sanitarias son inevitables. Siguiendo la lógica de Peltzman, los médicos argumentan que las respuestas conductuales no deseadas de los pacientes y los médicos a las intervenciones de atención médica pueden explicar por qué ciertas intervenciones que parecen lógicas e infalibles no logran demostrar los beneficios del "mundo real" y que se requieren de otras medidas complementarias para garantizar la efectividad de políticas sanitarias en el mundo real.

Regresando a nuestro país y a nuestra realidad actual, las consecuencias de cambiar de nueva cuenta la metodología de riesgo para el país modificando la evaluación por un color a "verde" asociado a una deseable pero inexistente normalidad en muchos estados, de la mano de una métrica fallida en la letalidad de la enfermedad puede generar en la población una falsa expectativa de seguridad que exacerbaría la propagación del virus y un repunte en el número de casos y fallecimientos. En pocas palabras, en el contexto actual, cambiar la evaluación a verde es un acto irresponsable con potenciales consecuencias terribles e irreversibles en lo económico y social.

Es fundamental que desde nuestra individualidad y como sociedad tomemos consciencia y hagamos todo lo necesario por informarnos más allá de lo que las métricas oficiales podrían ofrecer, pues la información pura y dura nos muestra que, en cuanto a COVID-19 refiere, aun no existe una cura, ni vacuna, su propagación a nivel mundial no se ha controlado, pero lo que sí sabemos es que el uso de cubrebocas, la implementación de una distancia adecuada entre personas, y el uso del jabón y geles antibacteriales, pueden ser la diferencia para cada uno de nosotros.

Notas al pie

El Banco de México anunció una nueva reducción a su tasa de referencia para ubicarla en 4.25 por ciento efectiva desde hoy viernes 25 de septiembre. Con esto se favorece la inyección de liquidez necesaria para aminorar el riesgo del sistema financiero y la provisión de crédito sobre su contraparte: el riesgo de una mayor inflación.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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