Monterrey

Jorge O. Moreno: La hipótesis de la Reina Roja y el desarrollo de la economía mexicana contemporánea

La recuperación económica de nuestro país es una oportunidad para construir un mejor futuro y corregir los errores pasados que limitaron el potencial de nuestra sociedad.

Abro esta columna con una frase que tal vez usted haya leído indirectamente, escuchado, o conozca de primera fuente, y que será motivador para nuestra reflexión de economía de esta entrega: "Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas. Si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido". Estas palabras las pronuncia La Reina Roja en la obra "A través del espejo y lo que Alicia encontró allí" de Lewis Carroll, escrita en 1871. No es de extrañarse que de tal reflexión se haya derivado una de las ideas de supervivencia más desconcertantes conocida precisamente como "La Hipótesis de la Reina Roja" originalmente propuesta por Leigh Van Valen dentro de su Ley de las Extinciones, en 1973. Van Valen derivó este principio al observar que las probabilidades de extinción en familias de organismos, dentro de una escala de tiempo geológica (esto es, un periodo suficientemente largo) eran constantes. Dicho de otra manera, Van Valen observó que la habilidad de una familia de organismos para sobrevivir no mejora a través del tiempo, y según esta interpretación, las poblaciones de una familia en particular tienen que "correr" o "evolucionar" para permanecer en el mismo lugar, o de lo contrario extinguirse. Por tanto, según esta hipótesis, cada adaptación de una especie se corresponde con las adaptaciones contrarias en otra especie que interactúa con ella, de modo que se requiere un cambio evolutivo perpetuo para existir.

Las pasadas dos semanas han sido terribles en términos de la información que día con día nos revelaron la publicación y actualización de diversos indicadores económicos para México. De la misma manera en que indicadores nacionales mostraban caídas dramáticas en los niveles de empleo formal e informal, la estrepitosa caída de los indicadores de construcción (tema que particularmente afectó a Nuevo León por ser el principal actor a nivel nacional en este sector), la reducción en el Índice General de Actividad industrial (IGAE), el desplome de la inversión (de la mano de la salida de México los primeros 25 lugares del Índice de Confianza de Inversión Extranjera Directa, IED, Kearney 2020), fueron enmarcados con la publicación esta semana del indicador coincidente de actividad económica publicado por INEGI que mostró, al mes de abril de este año, una caída de más de 25.8 por ciento con respecto a mayo, acumulando 24 meses consecutivos de contracción y situándolo en un nivel al que se observó a mediados de 1990, esto es, hace 30 años. Igualmente, el indicador del ciclo económico del indicador coincidente registró una severa contracción de 7.77 puntos, el menor en la historia de este indicador.

Si partimos de que el INEGI define al indicador coincidente como un índice compuesto que integra series económicas con información sobre el mercado de bienes y servicios y sobre el mercado laboral, incluyendo al Producto Interno Bruto Mensual, al Índice de Volumen Físico de la Actividad Industrial, el Número de Asegurados Permanentes del Instituto Mexicano del Seguro Social IMSS, el Índice de Ventas al por menor en Establecimientos Comerciales y la Tasa de Ocupación Parcial y Desocupación, podemos concluir que este índice es un resumen claro del pulso de la economía mexicana en todas las dimensiones relevantes que son posibles medir de manera periódica, y que la salud de la economía mexicana muestra sus peores signos en la historia.

¿Cómo puede ser posible que 30 años de un accidentado crecimiento en nuestra economía hayan simplemente desaparecido en el transcurso de unos cuantos meses? ¿Por qué algo que ha demorado tanto y ha sido tan costoso de construir, como por ejemplo empleos, empresas e instituciones de protección social, educativas y salud, son simplemente arrasados en tan poco tiempo? La razón la conjeturo usando la primera frase de esta columna: México no corrió lo suficiente en materia económica y social, y en algún momento, particularmente a lo largo de esta administración federal, simplemente dejó de correr, o en el peor de los escenarios, corrió en la dirección opuesta.

Y es que, nos guste o no, el proceso de globalización acentuó la carrera de supervivencia de las economías internacionales en la búsqueda de oportunidades, así como en ubicarse en la supremacía de su respectiva ventaja competitiva internacional. Al respecto, la gran incógnita que ya hemos discutido en esta misma columna es la razón por la cual México, una de las economías más grandes del mundo y teniendo como vecino y principal socio comercial a Estados Unidos, no pudo aprovechar todas y cada una de sus ventajas y reformas estructurales implementadas desde principio de los 90, y mostrando un pobre desempeño económico, agotó sus oportunidades sin lograr los avances que sus principales rivales internacionales si mostraron, al menos hasta antes de la pandemia.

Si bien la pandemia actual introdujo un cambio en las reglas de juego para todos los países, lo relevante es que en realidad, México llegó a esta nueva dinámica con claras señales adversas en su desempeño económico previo, y la crisis sanitaria de la mano de la falta de una estrategia en la política pública federal, lo único que hicieron fue mostrar la fragilidad del desarrollo de la economía mexicana, sustentado durante todo este tiempo, en los hombros de los trabajadores y empresarios formales (particularmente los micro, pequeños y medianos empresarios), quienes son precisamente los principales afectados por la contracción derivada del confinamiento derivado de la pandemia y que habrán de engrosar las filas de pobreza urbana, que algunos estudiosos como David Kaplan e Isaac Katz ubican en un incremento de hasta 23 millones de pobres en estos dos meses, un retroceso de 20 años de avance en materia social.

En algunas columnas anteriores enfaticé que una parte fundamental de la falta de desarrollo de nuestro país estuvo vinculada al débil estado de derecho que incentivó el crimen, y la falta de rendición de cuentas lo cual proliferó los actos de corrupción que desencadenaron el descontento social con el sistema político tradicionalista, apostando por un cambio que, desde sus propuestas, solo prometían precisamente una dirección contraria a la que actualmente se mostraba como alternativa.

En este momento, la parálisis de México (y el rezago evidente con respecto a dejar de empeorar su posición) es resultado parcialmente de la falta de capacidad de reacción del gobierno federal para atender las necesidades de la población en materia de salud y protección al empleo, encerrado y perdido en el laberinto de cada palabra que diariamente difunden desde su discurso lleno de ideologías y carente de ideas, y que ha hecho que día con día nuestro país se aleje siquiera de la posibilidad de quedarse en el mismo lugar, como le pasaba a Alicia si dejaba de caminar en el cuento de Carroll.

El panorama puede ser desolador, si tomamos en cuenta que aún no se ha logrado controlar la pandemia, los indicadores de contagio y muerte siguen incrementándose, no sabemos aún la magnitud del deterioro al capital humano nacional pero seguro tardará mucho en recuperarse, y nuestra economía sigue en caída libre.

Pero, a pesar de todo lo anterior, está en nosotros aprender, documentar, recordar, e instrumentar desde nuestra propia historia reciente como país, todas las experiencias de políticas exitosas de estas décadas, y defender las instituciones ciudadanas que nos han permitido alcanzar niveles nunca antes vistos de prosperidad y que garantizan condiciones de libertad, igualdad, y justicia; elementos todos que hacen que el camino cuesta arriba de la recuperación económica de nuestro país sea una oportunidad para construir un mejor futuro y corregir los errores pasados que limitaron el potencial de nuestra sociedad, ya no para nosotros, sino para los mexicanos más pequeños y los que aún no nacen. A nosotros, solo nos corresponde tomar aire y correr, porque la globalización, la crisis y la pandemia no son una elección sino una condición con la cual debemos lidiar, pero nuestras acciones desde la realidad económica de cada uno de nuestros hogares y desde el microcosmos de cada uno de nosotros, permiten crear la fuerza necesaria para superarlas y movernos a una mejor realidad, una decisión y un día a la vez, pues a cada día le basta su propia aflicción, ni más, ni menos.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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