Comencemos esta entrega con una buena noticia: los indicadores de desempeño asociados a actividad económica y el empleo de la economía mexicana, a pesar de todo el complicado panorama, muestran ligeros avances con respecto a la enorme caída registrada durante el trimestre abril-junio del presente año.
Estos indicadores han permitido mejorar, ligeramente y aún sin una plena recuperación, los pronósticos en la caída de la producción agregada nacional esperada por los principales especialistas internacionales al proporcionar en promedio una caída de alrededor de 9 por ciento anual durante este año 2020, cuando todavía hace algunos meses ese mismo indicador estaba en un valor superior a una reducción anualizada del 10 por ciento.
Hemos de destacar que gran parte de esta mejora se debe a los ajustes realizados desde el sector empresarial con el apoyo de las distintas iniciativas del Banco de México, la apertura gradual y con enormes riesgos sanitarios implementados por algunos estados, así como la paulatina migración hacia el comercio electrónico, y poco tiene que ver con el enorme despilfarro de recursos registrado en los proyectos insignia de la presente administración y en la inversión, sin fin y rendimiento, que representa Pemex para el país.
Sin embargo, en lugar de alzar las campanas al aire triunfalmente, debemos de observar que la pandemia de covid sigue cobrando víctimas y sumando casos más allá de los que hace meses se pronosticaba como "cifra fatídica máxima".
A todo lo anterior, debemos añadir otros indicadores sociales en deterioro como el imparable crimen, la inhumana condición en que médicos, enfermeras y personal administrativo tiene que lidiar con la falta de medicamentos y de equipo necesario para seguir enfrentando la pandemia, y el hartazgo de un grupo de gobernadores que han decidido alzar la voz buscando una reforma al pacto fiscal federal. Todos son temas que ensombrecen el complejo panorama de nuestra sociedad, mismo cuya incertidumbre se ve acrecentada justo esta semana en medio de las elecciones presidenciales de nuestro vecino y principal socio comercial: Estados Unidos.
Donald Trump y Joseph Biden, candidatos a la presidencia por los partidos republicano y demócrata respectivamente, no representan actualmente para México una ventaja relativa o un puente sobre el cual construir una agenda de colaboración favorable para nuestro país: mientras que con Trump como presidente, el gobierno mexicano se ha visto servil y no ha podido negociar favorablemente términos de flujo migratorio que permitan la protección de los derechos humanos y la libre movilidad del empleo, y más bien, ha acatado todos y cada uno de los planteamientos de combate al flujo migratorio de Sudamérica, además de que el país ha vivido al filo de las amenazas de castigos comerciales con aranceles un día sí y otro también; por otra parte el gobierno federal mexicano ha sido totalmente ajeno y distante a Joseph Biden, y no ha tenido la visión de construir una red de comunicación efectiva con este candidato, quien claramente en caso de ganar, habrá de priorizar la política interna nacional de su país sobre cualquier acuerdo con México.
El futuro comercial de México con EUA es actualmente más incierto que nunca en épocas recientes, pues la política económica y estrategia de política pública del gobierno federal choca de frente con la agenda globalista y pro-ambientalista de Biden, y claramente no representa interés prioritario alguno para Trump, dejando a nuestro país en una situación complicada debido a la aún enorme dependencia de nuestro aparato comercial a esta economía.
Conciliar intereses, construir puentes, y desarrollar una agenda de desarrollo representará tal vez uno de los tantos retos pendientes para nuestra actual administración federal, particularmente dado que sus prioridades y naturaleza política no se caracteriza por la negociación y el diálogo, sino por la centralización en la toma de decisiones y, en el peor de los casos, la denigración de las ideas diferentes al programa político y económico del partido en el poder.
Desde la academia, y como en este mismo espacio lo hemos abordado en otras ocasiones, es importante rescatar la visión del papel estratégico que tiene México en el contexto económico y social con su principal vecino, Estados Unidos; dejar de verlo como el rival y enemigo que aun muchos políticos contemplan, y buscar acuerdos que beneficien la relación geográfica y de codependencia que no podemos negar, pero tampoco podemos dejar de fortalecer.
Y esta pandemia, tan negativa y destructiva como lo ha sido para todos, podría constituir un primer canal de comunicación con la administración estadounidense, al buscar construir una estrategia en materia de salubridad binacional en beneficio de todos los ciudadanos mexicanos y norteamericanos. Claro, todo lo anterior partiendo del hecho de que el gobierno de cada país reconozca que tenemos un verdadero problema (interno y compartido) y que se requiere de la cooperación conjunta para resolverlo. Voluntad, disposición, apertura, diálogo, conciliación: ¿es acaso pedir mucho de nuestros gobernantes?.
El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.
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