Monterrey

Inflación y desempleo al alza: primeras señales de precaución

Las cifras de inflación en el país son las más altas en los últimos tres meses.

Como diversos analistas y especialistas financieros advirtieron, y en este mismo espacio hemos analizado en columnas recientes, las primeras señales de la fragilidad de las expectativas económicas, en comparación con la aún fuerte aprobación política del gobierno federal, comienzan a mostrar su relevancia al cristalizarse en forma de datos puntuales y relevantes para medir el desempeño de la economía mexicana.

El pasado miércoles 24 de abril, INEGI informó las cifras oficiales sobre las condiciones de empleo del mercado laboral en México, y si a estos datos añadimos la información sobre el crecimiento en el Índice Nacional de Precios al Consumidor en forma de inflación correspondientes a este mismo período, estas cifras muestran cambios en una dirección a la cual no queremos dirigirnos como país.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, se reveló que la tasa de desocupación de la fuerza laboral registró un incremento a 3.6 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) durante marzo, después de dos meses consecutivos a la baja. Se trata del mayor registro en esta variable desde diciembre de 2016, cuando entonces el desempleo representó este mismo valor de la fuerza laboral.

Así también, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reportó la creación de 48 mil 515 empleos formales en el mes de marzo, la mitad del año anterior durante el mismo mes y la menor generación de plazas en valores absolutos desde 2009 para un mes similar. De la mano de los datos de reorganización en la fuerza laboral, el valor del sueldo promedio de cotización del IMSS (controlando por poder adquisitivo) tuvo durante el mes de febrero un incremento anual del 2.9 por ciento potencialmente como resultado del aumento en el salario mínimo por encima de la inflación observada.

Por otra parte, las cifras de inflación en el país son las más altas en los últimos tres meses. En particular, durante la primera quincena de abril de 2019 la tasa de inflación general anual en el país se ubicó en 4.38 por ciento, superando el 4.06 por ciento de la segunda mitad de marzo y también arriba del objetivo de 3 por ciento establecido por el Banco de México. En otras palabras, la inflación y el desempleo han incrementado sus valores simultáneamente para el mismo período.

Si bien es cierto que los incrementos en las variables de desocupación e inflación son ligeros, éstos son señales inequívocas de que la famosa "Crítica de Lucas" (Robert Lucas, 1976), aquella que establece que la "Curva de Phillips" es sólo un fenómeno de corto plazo que obedece a desinformación y por tanto el intercambio entre "mayor inflación y mayor empleo" no puede ser explotado de manera constante, sigue tan vigente como entonces. En otras palabras, la idea de una economía basada en el modelo keynesiano en donde el gobierno tiene un papel de "modulador" del sistema económico usando como herramientas la "política monetaria" y la "política fiscal", es errónea o al menos incompleta, pues en el largo plazo, el empleo obedece a factores estructurales y "reales", mientras que la inflación es consecuencia de la correcta dirección de la política monetaria y de las expectativas que los agentes tienen sobre ésta.

De hecho, es momento de comenzar a evaluar la factibilidad de políticas públicas bien intencionadas, pero con consecuencias económicas y sociales aún por ser definidas. Por ejemplo, el incremento en el salario mínimo pudo haber contribuido a reducir la creación de empleos formales en la economía y al incremento en la inflación generalizada nacional. Así también, las transferencias monetarias incondicionales pudieron haber incidido en el desempleo en los más jóvenes al haber actuado como un "seguro de desempleo" cambiado los incentivos de esa parte de la fuerza laboral para moverse de la informalidad al desempleo.

Los indicadores anteriores son señal inequívoca de la necesidad urgente de un cambio en el manejo de nuestra economía, al menos en términos de alinear la disciplina financiera del gasto público en programas sociales a la prudencia mostrada en otras áreas por la misma SHCP, porque el sistema económico reacciona a sus propios incentivos, independientemente del modelo que se use para el diseño de política pública o de las buenas intenciones que ésta última tenga.

El autor es doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.

Opine usted: jorge.o.moreno@gmail.com

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

También lee: