Monterrey

Ideas, ideologías, y el futuro cercano de México

Es fundamental que la sociedad fomente la información y el debate de ideas entre las opciones políticas y, además que los jóvenes promuevan el debate abierto de ideas concretas.

Pensar que el mercado es una institución que permite la asignación eficiente y óptima de recursos en una sociedad bajo condiciones de completa información y en ausencia de costos de transacción es una idea; creer que el mercado es la única alternativa para resolver cualquier problema social, sin considerar las condiciones institucionales (como rendición de cuentas e impartición de justicia) en el cual éste opera es una ideología.

Pensar que el estado a través de impuestos, subsidios, y la provisión de servicios públicos puede intervenir eficientemente para mejorar algunas condiciones en las cuales el mercado es incapaz de coordinar óptimamente recursos en una sociedad, es una idea; creer que el gobierno, o una figura pública fuerte que concentre todo su poder de decisión como el presidente, es el único capaz de coordinar eficientemente todo un sistema económico, cambiando de tajo problemas enraizados en una comunidad como la corrupción, la impunidad, la ignorancia, la pobreza, y la desigualdad e ignorando el contexto histórico, político, social, democrático y geográfico, es una ideología.

Pensar que el capital humano, representado por la educación y la salud de los ciudadanos de una sociedad, constituye el acervo de riqueza más importante de un país y es la fuente principal de prosperidad en el largo plazo para sus habitantes, y que por tanto la oportunidad a acceder a estos preciados bienes debe ser equitativa, es una idea; creer que el estado debe garantizar un título universitario y becas a todos los jóvenes, sin importar calificaciones, cualidades, habilidades, y conocimientos, así como debe proveer servicios médicos universalmente (sin importar nivel de ingreso o condición social) no importando quien pague y a que costo, es una ideología.

Las ideas se debaten, están abiertas al diálogo, alientan la comunicación entre sus distintas partes y posturas, pueden ser probadas o refutadas en distintos contextos, construyen y garantizan el crecimiento del entendimiento sobre nuestra sociedad. Por contraparte, las ideologías dogmatizan, dividen, fragmentan la sociedad, son irrefutables, destruyen ideas y valores, y sustituyen conocimiento por credos.

Estamos a menos de tres meses de una elección presidencial histórica por muchos motivos, pero uno de los más importantes es el tamaño de la población que tiene capacidad de emitir su voto por primera vez: una comunidad joven que ha crecido en relativa estabilidad de crecimiento, con inflaciones de un dígito, con tecnologías de comunicación a tiempo real fundamentadas en el internet y el celular, en un ambiente de libertad de expresión, pero también, que han presenciado (cada vez con mayor naturalidad, sin asombro, o aceptándolo como hechos del día a día) actos de salvajismo criminal en contra de ciudadanos comunes en forma de asesinatos o secuestros, corrupción desmedida en diversos ámbitos de gobierno, impunidad ante crímenes atroces, y una mayor importancia a la figura personal basada en popularidad, la fama, y el placer inmediato.

¿A qué vienen las reflexiones anteriores? Precisamente a que, con motivo de la explosión en medios de comunicación de los anuncios invitando a votar por algún candidato o coalición, he notado que la mayor parte de las propuestas que circulan en medios en forma de propaganda política están enfocadas en explotar el crecimiento de las ideologías, aglomerando y segmentando la sociedad a conveniencia del candidato o coalición, sin aportar ideas concretas o soluciones que parezcan al menos viables en el contexto actual del país.

La apuesta de utilizar las ideologías con la finalidad de sesgar el voto explotando el miedo, odio, o rencor, ha mostrado su poder para utilizar los mecanismos democráticos de una sociedad en favor de un candidato o propuesta, como lo han sido el caso del Brexit, la independencia de Cataluña, o las elecciones presidenciales norteamericanas.

Lo alarmante para México es que esta apuesta a ideologizar la elección presidencial ha dado resultados favorables para sus promotores, en términos de lo fragmentado que está el voto ciudadano, el cual no garantiza mayoría absoluta para ninguna de las opciones. Actualmente, es preocupante que aún entre personas con educación universitaria, el debate (cuando lo hay) sobre los motivos para elegir a un candidato presidencial se basan en creer que la figura que representan, ya que ninguno ha aportado realmente ideas sobre las cuales se pueda formar un juicio concreto para racionalizar el voto hacia uno de ellos.

Como lo he señalado con anterioridad, es fundamental que la sociedad, a través de las diversas instituciones que le conforman, fomente la información y debate de ideas entre las opciones políticas y, además que los jóvenes promuevan el debate abierto de ideas concretas, por encima de las ideologías, ya que el futuro nos ha alcanzado.

El autor es doctor en Economía en la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-CONACYT Nivel 1.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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