Monterrey

Hiram Peón: Propósitos de año nuevo

Las metas que nos hacemos y que escribimos son una forma de confrontar lo que no nos gusta de nosotros mismos.

Estamos a unas horas del año nuevo. A la mayoría de los regios nos viene a la mente los propósitos que hicimos en diciembre de 2018.

Buscamos afanosamente la lista donde apuntamos todo aquello que en el 2019 debería de haberse ejecutado, logrado, operado. No nos sorprende, es una lista corta y en ella aparecen sin pudor: bajar de peso, dejar de fumar, conseguir ese aumento, y quizá lograr un nuevo puesto. Las metas se convirtieron en buenos deseos y los buenos deseos volaron para disolverse en un sueño jarocho.

¿Qué nos falló, qué fue lo que no hicimos bien? Llegamos al final del año y cuando vemos esa lista nos damos cuenta que solo nos quedó el desencanto y la desilusión. La frustración de haber fallado una vez más.

De acuerdo, nadie es perfecto, probablemente lo mejor sería no crear una lista ociosa que solo traerá frustración. Incluso puede ser que la dichosa lista nos provoque estrés, depresión o incluso que nos impulse a hacer exactamente lo contrario, como por ejemplo comer más en lugar de comer menos. Escondernos más en lugar de compartir la experiencia de vivir.

Los propósitos que nos hacemos, y que escribimos para darle más fuerza, son una forma velada de confrontar lo que no nos gusta de nosotros mismos.

No nos gusta nuestra gordura y hablamos de una dieta, no nos gusta nuestra figura y nos proponemos ir al gimnasio, no nos gusta nuestro conformismo y tratamos de buscar nuevas oportunidades de vida. En el fondo es algo que no aceptamos y que quizá nos molesta cuando lo vemos en los demás. Nos molesta la seguridad en sí mismo que muestra nuestro jefe porque nosotros tenemos dificultades para decidir.

Se trata de cambiar un hábito por otro y esa es la verdadera dificultad.

El ser humano, de forma natural, nos resistimos al cambio, aunque algunos expertos opinan que los cambios que nos benefician son más fáciles de aceptar la verdad es que el entusiasmo se nos agota rápidamente y las ganas que teníamos en enero se nos terminan en febrero.

Para sostener el entusiasmo en niveles altos debemos establecer metas fáciles de alcanzar y de muy corto plazo, borrar de la lista las cosas inalcanzables, hacer un plan realista y posible.

En los procesos de planeación, hace mucho tiempo que dejamos de establecer metas cuyos resultados se verán en tres meses. Mucho menos objetivos de un año. Los objetivos y metas de largo alcance son la tarea del CEO, del director general. Esas metas son una visión que está cambiando en la medida que el mercado o la industria evolucionan, o nuevos competidores aparecen en el horizonte. Son una idea que permanece en el imaginario colectivo.

Volviendo al tema, esto mismo significa que no debemos pensar en bajar 20 kilos, sino en cambiar nuestros hábitos alimenticios y debemos iniciar con pequeños cambios, uno a la vez, que podamos sostener por cuando menos 21 días consecutivos. Se trata de mantener la atención puesta en el cambio por 21 días consecutivos.

Muchos se preguntarán por qué 21 días, bueno los hábitos se aprenden y más o menos el cerebro tarda ese tiempo en aprender algo o en borrar algo.

El cerebro es un órgano moldeable y cada destreza aprendida, lengua estudiada o experiencia vivida, reconfigura nuestro mapa cerebral, en esto consiste el concepto de plasticidad cerebral, un proceso en el que se forman nuevas conexiones en el cerebro y se aprenden nuevas habilidades.

Este es un tema estudiado a profundidad por médicos y expertos en la conducta.

¿Puede tomar más tiempo cambiar un hábito? Desde luego que sí. Depende de hace cuanto tiempo que tenemos aprendido ese hábito y como se creó en nosotros. Qué lo motivo.

Para efectos de este comentario la principal pregunta que debemos de tener en mente y contestar cada vez que tengamos dudas es: ¿para qué estoy haciendo esto?.

Contestar esta pregunta mantendrá alta nuestra motivación.

Recapitulando: metas cortas y medibles, objetivos alcanzables y realistas, un cambio a la vez, el cambio debe ser pequeño, mantener en la conciencia para que hacemos esto, y mantener el cambio por 21 días mientras nuestro cerebro aprende esta nueva pequeña trascendente conducta.

Hasta la próxima. Feliz año nuevo.

El autor es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM.

Opine usted: hirampeon@gmail.com

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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