Monterrey

Esperanza en el transporte público

A diferencia de otras ciudades desarrolladas en Nuevo León no hay rumbo claro, ni políticas públicas orientadas a promover o desincentivar el uso del vehículo particular.

El transporte público en Nuevo León es magnífico desde la perspectiva de El Cairo. Además, dicen, tenemos alta cultura vial, respetamos los carriles, hacemos alto y, a veces, cedemos el paso a los peatones. Desde Múnich nadie puede entender cómo sobrevivimos en este desorden, la invasión de carriles, volarse el ámbar, la descortesía permanente con el ciclista y el peatón. En Egipto las multas son manejables porque las leyes están tan entramadas que el margen de discrecionalidad es amplísimo. En Alemania no, las multas son altísimas para el ingreso promedio de la Unión Europea, la discrecionalidad mínima, porque son pocas leyes con sanciones claras.

En Texas se promueve la industria del automóvil y aunque hay transporte público, es por mucho menos accesible que en Ámsterdam, donde la política del gobierno apoya el transporte colectivo. Desde su propio plan de vialidades, ambas ciudades sostienen políticas de calidad del aire, en el primero se desarrollan los vehículos híbridos y en el segundo se garantiza una red de transporte colectivo en buenas condiciones, puntuales y, también, con apoyo al uso de tecnologías limpias.

Texas tiene un territorio amplio y puede expandir su plan de desarrollo urbano, las distancias son mayores, ¿para qué apretarse? Y en Holanda, además de tener menos territorio, el metro subterráneo no es opción. Estas condiciones, por evidentes, están incorporadas en sus políticas públicas de transporte.

Hasta donde me alcanza la memoria, en Nuevo León vivimos a bandazos. Se incentiva la compra de vehículos y la regularización de autos foráneos, por un lado, pero los refrendos y replaqueos no merman; no mejoran las vialidades, cobran cada vez más caros los estacionamientos y la gasolina ni mejora su calidad, ni baja de precio. De pronto se hace una inversión para adecuar calles para las bicicletas y ya, sin estacionamientos, sin reglamentos, sin estrategias para dar a conocer y asimilar el cambio en las conductas de manejo. Tampoco hay apoyos para las tecnologías verdes que contrarresten la emisión de contaminantes, vea el precio de los vehículos híbridos. Y eso que la contaminación nos asfixia desde hace años.

Se hacen desarrollos suburbanos para desahogar el centro de la ciudad, -en Zuazua, por ejemplo- sin atender las necesidades de vialidad que conllevan.

Lo mismo llega un alcalde que nos enseña a usar el cinturón de seguridad, por las buenas y malas; que otro viene a poner boyas entre los carriles de Gonzalitos; o deciden pintar calles en horarios de lo más inoportunos. El cinturón lo seguimos usando, las boyas se quitaron al poco tiempo. El Alex transformó dramáticamente la circulación de las arterias principales de la ciudad hace casi 10 años y todavía no acaban de ajustar los peraltes.

La inversión en transporte público es bajísima, primero crece la ciudad, y después, a trompicones y entre compadres se van "completando" las rutas. Sin rumbo claro en el largo plazo, ni políticas públicas orientadas a promover o desincentivar el uso del vehículo particular, a la gente le sale cada vez más caro. Espero que esto sea parte sustancial en las discusiones que desde hace meses sostienen las autoridades en nuestro estado.

La autora es Consejera Electoral en el estado de Nuevo León y promotora del cambio cultural a través de la Educación Cívica y la Participación Ciudadana.

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Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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