Monterrey

Entre Elmer y el Chapo

OPINIÓN. ¿Cuánto tiempo falta para que la cultura y el deporte puedan transformar a esta sociedad que es amenazada continuamente por la violencia y la corrupción?

A Javier

Estuve de visita algunos días en mi ciudad natal, Culiacán. Tristemente llegué a escasos días de la muerte aterradora de nuestro hermano periodista. Con lo anterior es claro imaginarse el sentimiento y la energía que tenía la ciudad.

Sin embargo, o tal vez por ello fui capaz de observar la metrópoli con más detenimiento. Caminé mucho y en el recorrido vi o mejor dicho observe cosas que me provocaron preguntas. Vi un Culiacán más limpio que otras veces; no suficiente todavía. Un río y sus alrededores hermosos con espacios para comer, jugar, descansar o tomar la sombra de un árbol. Ahí se ejercita la gente, caminan de la mano los enamorados y se esconde uno que otro después de su cigarro de mota.

Existen muchos carteles en diferentes lugares donde anunciaban obras de teatro, actividades artísticas, marchas por la paz, etc. etc. etc. En general se observa una sociedad movida por o hacia la cultura y la salud.

Por otro lado, los periódicos y revistas locales daban fe de jóvenes y no tan jóvenes teniendo éxito profesional y saliéndose de la familia, es decir, abriendo brecha.

Advertir todo esto me hizo preguntarme, ¿cuánto tiempo falta para que la cultura y el deporte puedan transformar a esta sociedad que es amenazada continuamente por la violencia y la corrupción?

Será este binomio el que hará que esto cambie, o será que se requiere de más para detener la sangre que corre y calla una sociedad que parece que viene algo mejor; o me cuestiono si la cultura es una manera de evadirse de ese dolor cotidiano.

Estos fueron mis pensamientos al caminar por las calles y leer los periódicos de mi natal Sinaloa.

La autora es maestra en Administración Pública.
Tiene experiencia en administración pública local y estatal y en el área de docencia. Exdiputada federal. Se define como ciudadana de tiempo completo.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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