Monterrey

Eduardo Carbajal: La cuesta de enero

De acuerdo con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores la morosidad en este mes de cada año, se incrementa de entre un cuatro y un 10 por ciento.

A veinte días de comenzado el año y los estragos por los gastos del fin de año ya se empiezan a sentir en el consumo personal.

Ya no existen compras desmesuradas de bienes de consumo ni se utiliza tanto la tarjeta de crédito como en aquellos lejanos días de diciembre. Los afortunados que recibieron su aguinaldo que creyeron que sus recursos eran infinitos, se encontraron con la sorpresa de que en enero no hay suficiente dinero para enfrentar los compromisos inmediatos o los impuestos anuales de predial y tenencia.

De acuerdo con la AMCE (Asociación Mexicana de Casas de Empeño), los meses de enero de cada año son los más importantes para sus agremiados. Una solución que aún es ampliamente utilizada por una buena parte de la población, es el préstamo prendario. En algunas ocasiones, los montos de préstamos, y de prendas depositadas en ese mes, representan entre el 30 y 40 por ciento de todas sus actividades en el año. Y es que las fiestas, los regalos, los visitas a los parientes y las vacaciones, requerían de un gasto, que, en muchos casos, excedía a los ingresos familiares.

Pero la cosa no para ahí, el índice de morosidad de los créditos bancarios personales y al consumo, también aumenta típicamente en el mes de enero. De acuerdo con la CNBV (Comisión Nacional Bancaria y de Valores), la morosidad en los meses de enero de cada año, se incrementa de entre un cuatro y un 10 por ciento. Los consumidores deciden no pagar o postergar el pago de sus créditos en enero, dado que están muy "gastados" del diciembre anterior.

Y esto sucede cada año: el nivel de consumo aumenta drásticamente en diciembre, lo cual es bastante bueno para los comercios pequeños, medianos y grandes porque logran aumentar sus ventas, algunos de ellos contratan personal temporalmente, se recuperan de periodos anteriores y colaboran a satisfacer la demanda interna. Para la macroeconomía, diciembre es el mejor mes del año. Pero ¿Qué sucede en términos microeconómicos?: la gente satisface sus necesidades de consumo con dinero propio o con crédito en diciembre, es muy feliz en esas fechas y siente que puede gastar porque para eso trabajó muy duro todo el año. El grave problema es cuando esos gastos rebasan sus ingresos y al enfrentar las obligaciones en enero, el dinero se ha ido.

Pero el problema no solo está en la demanda, sino también en la oferta. Los meses de enero se caracterizan también por la marcada tendencia que se tiene a incrementar los precios de los bienes y servicios. Si uno busca en INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) los índices de precios mensuales, nos daremos cuenta que cada enero, la tasa de inflación, que es la variación porcentual de ese índice, aumenta más que en otros meses. Los responsables de aumentar los precios de esos bienes y servicios en enero, son tanto los productores y empresarios como el gobierno.

En sentido estricto, la cuesta de enero es una condición que no debería existir porque todos los que participamos en ella, podríamos modificar y revertir este ciclo. Los consumidores podríamos tratar de gastar menos y ahorrar más. Si bien es cierto que en diciembre parece que la gente es rica porque recibe su aguinaldo, el gasto de este debería ser planeado y racional. Unos buenos cursos de finanzas personales para la gente, podrían servir. Los empresarios podrían tratar de incentivar el consumo no sólo en diciembre sino todo el año: podrían hacer liquidaciones o promociones cada mes o cada dos meses para que sus inventarios roten más y para que aumenten sus ganancias por volumen y no por precios. El gobierno podría hacer un cobro de impuestos no solo en enero, sino que podría hacer un plan de pagos escalonados donde cobrara predial y tenencia en diferentes meses del año con incentivos de pronto pago. También podría modificar la legislación sobre el pago de aguinaldo como se hace en otros países, donde se recibe una parte en junio y otra en diciembre.

Si bien es cierto que hay muchas ideas sobre qué hacer para enfrentar la cuesta de enero de tal manera que no nos afecte, lo mejor, según mi humilde opinión, sería prevenir su existencia.

El autor es economista y profesor de Finanzas y Economía de la Escuela de Negocios del Campus Monterrey.

Opine usted: edcarbaj@tec.mx

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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