Monterrey

Carlos Scheel: Tecnología Consciente

Las tecnologías, principalmente las digitales, deben mantener ciertos derechos intocables

Mucho se habla del capitalismo y de los negocios conscientes (R. Sisodia). Pero las tecnologías que utilizamos en los negocios, la educación, el entretenimiento, la salud, en el gobierno; ¿están siendo utilizadas con ética y con consciencia del efecto colateral que producen sobre el individuo y sobre el medio ambiente en el largo plazo?

En 1950 A. Turing en su artículo "Computing Machinery and Intelligence", planteó la siguiente interrogante: ¿pueden las máquinas pensar?, y propuso una prueba para determinar si un autómata podría confundir a un ser humano de que sus conversaciones en lenguaje natural pudiesen provenir de una máquina. Después de 70 años, la maquina puede, sin dificultad, convencernos de que sus respuestas provienen de un ser humano.

En esta era de "algoritmos" supremamente avanzados, que resuelven instantáneamente tareas de manera más eficiente que el humano, existen algunas tareas o "androritmos" (G. Leonhard; Technology vs Humanity, 2016) que no pueden ser emulados por la inteligencia artificial, los robots, los bots especializados, o las tecnologías extendidas.

Son aquellas capacidades esenciales que no deben de ser alteradas ni modificadas por la tecnología, como las que todavía nos hace ser lentos, ineficientes, decidir con alto riesgo, equivocarnos con incertidumbre, actuar ilógicamente o irrazonablemente; y que contrastan con los algoritmos computacionales infalibles y omniscientes.

En consecuencia, la tecnología no debe de diseñarse para cambiar al ser interno, ni espiritual, ni biológico, ni en sus creencias, ni en sus principios. Ni mucho menos para convertirnos en "productos" en lugar de usuarios. Ni debe de usarse para sustituir la sabiduría del grupo Delphi por la analítica de los datos. Las maquinas no poseen nuestra brújula moral. (T. Walsh, 2019)

Por esto, las tecnologías, principalmente las digitales, deben mantener ciertos derechos intocables (Leonhard). El derecho a actuar en forma natural y sin ningún potenciamiento aumentado por la Inteligencia Artificial; a ser ineficientes; a desconectarse e ir a una zona "invisible" de la "nube", y de dar reset en cualquier momento a todo monitoreo y seguimiento. El derecho a aislarse de la automatización, a ser anónimo y a la privacidad, a no ser identificable por cámaras u otros dispositivos, o el derecho a emplear o involucrar personas en lugar de sistemas computacionales aunque sean mas ineficientes o costosas. Agregaría también el derecho a dar prioridad a soluciones ambientalmente limpias contra soluciones económicamente eficientes. Todos estos derechos a la larga, son los que mantendrán la relación tecnología-humano en forma sustentable y saludable en el futuro.

Hoy, los diseñadores, productores y mercadotecnistas, se han dedicado a innovar sus productos y servicios para satisfacer una economía de consumo; mañana, los tecnólogos, científicos, y los grandes corporativos de base tecnológica, -que son quienes manejan las tendencias y las enormes fortunas del planeta-, deberán de responsabilizarse de que las tecnologías que utilicen se usen efectivamente para potenciar al ser humano, no para convertirlo en un producto dependiente y esclavo de la red, de sus tendencias y de los influencers.

Los tecnólogos se deberán dedicar a emprender iniciativas para resolver los grandes problemas sociales y ambientales que aquejan al planeta y transformar las soluciones en riqueza sostenible y de beneficio para todos. Puesto en términos de M. Yunus 2017, la tecnología deberá emplearse para lograr una nueva economía con cero emisiones, cero desempleo, y cero pobreza.

Es utópico pensarlo, pero quizás éste sea el legado mas valioso que nos pueda dejar la tecnología. Armonizar el crecimiento desaforado de la economía, -centrado en enriquecer a unos pocos-, con la recuperación de los recursos naturales y con el retorno del ser humano a una libertad individual alejada de la demencia digital (M. Spitzer, 2013) e independiente de las absorbentes redes sociales y de la conectividad de todo contra todo. Será la clave para una prosperidad consciente.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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