Monterrey

Capital social: La riqueza latente de México

OPINIÓN. Se muestra en forma de solidaridad, de instituciones sólidas al servicio de la comunidad como el ejército y la marina, de miles de civiles que siendo héroes anónimos donan su tiempo y trabajo al servicio de quienes lo necesitan, de millones dispuestos a ayudar a quien no conocemos, pero con quien conectamos en su desgracia.

La reciente secuencia de tragedias en México, vinculadas a huracanes en las costas del país y los distintos sismos en el centro del mismo, nos motiva a una profunda reflexión sobre la fragilidad de nuestras comunidades, pero también sobre la una prueba que representan estas adversidades para la fortaleza de nuestra sociedad e instituciones que le componen.

Y es que, después de haber discutido en múltiples ocasiones en esta misma columna sobre el lastre que representa la corrupción y el crimen para nuestra economía, o cómo la incertidumbre sobre el comercio internacional han ocasionado incrementos en la inflación esperada y mayor volatilidad del tipo de cambio con sus consecuentes efectos en la inversión real, surge la pregunta natural sobre qué es aquello que mantiene al país en pie a pesar de lo anterior.

Y la respuesta a tal cuestionamiento surge también de forma espontánea, en contingencias como las descritas, mostrando la verdadera piedra angular de la sociedad mexicana: la fortaleza del tejido social y sus redes de protección, esto es, su capital social.

El capital social mide la colaboración entre diferentes grupos de un colectivo humano (desde interacciones entre familias en pequeñas comunidades, hasta las relaciones entre países o regiones del mundo) y el uso de las oportunidades surgidas a partir de ello.

Esta colaboración emerge a partir de tres pilares de interacción: el afecto, la confianza mutua, las normas efectivas y las redes sociales.

La existencia de estas redes de apoyo son elementos fundamentales para sea posible alcanzar resultados económicos y sociales que son eficientes y socialmente deseables. Por ejemplo, Robert Townsend, profesor de economía en MIT y el único economista galardonado en dos ocasiones con la Medalla Frisch por la Econometric Society, en un artículo clásico para India mostró que las sociedades pequeñas (villas) son capaces de alanzar niveles de eficiencia en consumo e inversión equiparables a los implementables únicamente bajo mercados financieros completos, eficientes, y sin fricciones.

El trabajo impecable de Townsend en este artículo, desde la construcción de los modelos teóricos y el manejo de la información de los datos, abrieron preguntas sobre las razones bajo las cuales comunidades que de manera observada son pobres, sin acceso a servicios financieros, y sin medios de información o tecnológicos, sean capaces de enfrentar y diversificar su riesgo al enfrentar contingencias de una manera que sólo en los modelos canónicos es posible. La hipótesis que se derivó de este análisis fue la existencia de redes sociales y contratos informales entre familias y comunidades, mostrando solidaridad creíble en momentos de catástrofes, la esencia del capital social.

Así, el elemento latente que ha permitido a México continuar con una estabilidad económica notable a pesar de la alta polarización política y la grave incertidumbre internacional surge espontáneamente en momentos críticos como los recientes.

Se muestra en forma de solidaridad, de instituciones sólidas al servicio de la comunidad como el ejército y la marina, de miles de civiles que siendo héroes anónimos donan su tiempo y trabajo al servicio de quienes lo necesitan, de millones dispuestos a ayudar a quien no conocemos, pero con quien conectamos en su desgracia.

México siempre ha sido ejemplo internacional de solidaridad ante las tragedias de otros países, siendo vanguardia en la donación de recursos físicos en forma de alimentos, medicamento infraestructura, y cobijas, pero también en la provisión de capital humano con especialistas en planeación y ejecución de rescate en condiciones de alto riesgo.

Este apoyo solidario siempre ha sido incondicional a la ideología política o situación económica del país víctima de la contingencia, por lo tanto, no es de extrañar que en estos momentos de necesidad, países tan diversos como Estados Unidos y Venezuela extiendan la mano a quien mostró fraternidad y apoyo cuando éstos lo necesitaron.

Hoy, en medio de la tristeza y desgracia de miles de compatriotas, a punto de cerrar el mes dedicado a México, y frente la incertidumbre que enfrenta nuestro país en lo económico, quiero desde este pequeño espacio reconocer a todos quienes han estado allí para rescatar o apoyar a quien ha perdido un hijo pequeño, brindando un abrazo y su trabajo a cambio de nada, pero a través de los cuales, nuestro país muestra su riqueza más valiosa: su latente capital social.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-CONACYT Nivel 1.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

También lee: