Monterrey

A seis años: una reflexión en retrospectiva

La impunidad en la que ha seguido operando esta corrupción, con un sistema legal incapaz de enjuiciar a los transgresores sin importar partido o nivel de gobierno, resume todo lo anterior en una sola palabra: indignación.

Concluye el sexenio de la administración ejecutiva a cargo del presidente Enrique Peña Nieto (EPN). A pesar de lo amplio de su victoria en términos de votos durante las elecciones correspondientes a su gestión en 2012, de haber contado con gobernadores de su mismo partido en estados clave para el crecimiento del país, y de un relativo control del congreso que le permitió legislar e implementar las reformas que durante años el mismo partido al que pertenece impidió a las administraciones anteriores de los presidentes Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), la presidencia de EPN estuvo marcada por factores que definirían todo su sexenio: corrupción, impunidad, violencia y en su etapa final, el deterioro del posicionamiento político y económico del país en el entorno internacional.

La corrupción mostrada en los distintos ámbitos de gobierno durante este último sexenio, y cuyas causas y consecuencias hemos analizado en distintas ocasiones en este mismo espacio, es sin lugar a dudas un factor que hastía en lo más profundo de quienes somos ciudadanos y contribuyentes para el mantenimiento del gran aparato gubernamental. La impunidad en la que ha seguido operando esta corrupción, con un sistema legal incapaz de enjuiciar a los transgresores sin importar partido o nivel de gobierno, resume todo lo anterior en una sola palabra: indignación.

Por otra parte, la escalada de violencia observada a lo largo del país en este sexenio, y que ha mostrado incrementos importantes en nuestro estado en fechas recientes aún en municipios con altos niveles de ingreso (cómo es el caso de San Pedro), ha seguido cobrando víctimas inocentes sin importar estrato o condición social, pero también, ha deteriorado el tejido social y ha generado mayor desconfianza en la capacidad de acción de las instituciones entre los ciudadanos quienes colocan a la seguridad como la prioridad de los problemas a solucionar por parte de las autoridades.

Si bien, EPN no ha sido responsable de los cambios en el entorno internacional ocurridos durante su sexenio y que han colocado a nuestro país en una situación más vulnerable, si será recordado por la fuerte depreciación de la moneda mexicana frente al dólar, y particularmente por los resultados que se deriven en el mediano y largo plazo producto de la renegociación (y desaparición) del TLCAN una vez que los efectos en el aparato productivo sean absorbidos y transferidos al consumidor en términos de acceso y precios de bienes y servicios.

En macroeconomía, de la mano de la depreciación del peso, los bajos crecimientos observados en la producción nacional, el casi nulo crecimiento en productividad, y el incremento en la inflación observada durante este sexenio, a pesar de los esfuerzos del Banco de México por contenerla, han incidido en un incremento en las tasas de interés que sirven como referencia de la política monetaria, y que de manera directa incide en la capacidad de generar liquidez en el sistema financiero nacional, al aumentar la base libre de riesgo de las empresas que usan este mercado como medio de financiamiento.

Y así, aunado a la inconformidad generalizada de todos los resultados anteriores, se presenta la cancelación de la obra de infraestructura más importante del sexenio (el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en Texcoco) y la derogación de la reforma educativa, lo cual culmina el cierre de un sexenio lleno de errores y desaciertos que mostraron a un gobierno ejecutivo distante a los problemas del ciudadano de a pie, pero también, incapaz de observar sus propios errores para corregir su rumbo.

¿Qué podemos deducir de seis años de gobierno federal, una vez que vemos los resultados en retrospectiva? En general, la conclusión es que, a pesar de todos los graves errores cometidos, el sistema económico y financiero del país soportó, una vez más, todas las presiones anteriores. Las instituciones que conforman nuestra sociedad, no sólo las gubernamentales sino aquellas que definen sus fundamentos mismos (empresas, familias, organizaciones civiles, entre otras) permitieron en este entorno turbio continuar generando empleo, seguridad, salud, educación y mercancías a sus ciudadanos, por encima de la problemática ya descrita. Proteger y valorar a estas instituciones será la garantía para que México continúe avanzando y procurando el bienestar de todos, por encima de los enormes retos que el nuevo gobierno federal habrá de enfrentar.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. También es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.

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