Amigas y amigos lectores, ha pasado ya una semana desde las elecciones presidenciales del 2 de junio y todavía hay una especie de resaca o cruda moral al momento de cuestionarnos sobre qué pasó hace dos domingos o los motivos de esta avalancha guinda como varios columnistas le han llamado.
Pero bueno, ¿es momento de un borrón y cuenta nueva? Claudia Sheinbaum, como la próxima presidenta de nuestro país, hereda un país con retos y pendientes que demandan atención urgente.
La ya mencionada avalancha electoral que ha llevado a Morena a consolidarse en el poder refleja un clamor popular que va más allá de las urnas. Este fenómeno nos invita a reflexionar sobre las raíces de nuestro sistema capitalista y los profundos problemas estructurales que persisten en México.
El sistema capitalista en México ha generado crecimiento económico, pero también ha perpetuado desigualdades profundas. Si bien el crecimiento del PIB y la inversión extranjera directa son indicadores positivos, no podemos ignorar que una parte significativa de la población aún vive en condiciones de pobreza. Los resultados de las elecciones reflejan un descontento con el status quo, un rechazo a la desigualdad persistente y a la falta de oportunidades equitativas.
Los programas sociales implementados por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador han sido una respuesta directa a estas desigualdades. La entrega de dinero en efectivo a las poblaciones desfavorecidas ha mejorado la calidad de vida de muchos, pero también ha generado un debate sobre el clientelismo y la sostenibilidad a largo plazo de tales programas.
Sin embargo, no podemos pasar por alto que estas medidas han tenido un impacto tangible en la vida de las personas, proporcionando un alivio inmediato a quienes más lo necesitan.
En este contexto, es crucial empezar a cuestionar a la clase empresarial sobre la calidad de los empleos que ofrecen, la justicia de los salarios y el clima laboral dentro de sus organizaciones. Las reformas laborales y el aumento del salario mínimo han sido pasos importantes, pero no suficientes. La calidad del empleo sigue siendo una asignatura pendiente.
Es necesario crear empleos que no solo sean dignos en términos de salario, sino que también ofrezcan estabilidad, seguridad y oportunidades de desarrollo profesional. Ignorar estos aspectos ha alimentado un resentimiento social silencioso, donde muchos trabajadores se sienten desprotegidos y subvalorados. Este descontento, acumulado a lo largo de los años, se ha traducido en un voto de protesta y cambio.
En la misma dirección, pero cambiando un poco de idea (y mencionando que un servidor no es economista pero por eso me junto con economistas), una colega me presentó y explicó la medición del KLEMS (Capital, Labor, Energy, Materials, and Services), un marco que permite descomponer el crecimiento económico en sus diferentes componentes. Este método ofrece una visión detallada de cómo se utilizan los recursos y cómo se puede mejorar la eficiencia. Lo comento porque sexenio tras sexenio uno de los retos más grandes es mejorar la productividad del país.
Comparando a México con otros países, vemos que nuestra productividad laboral está rezagada. Países como Corea del Sur y Singapur han logrado mejoras significativas en su productividad gracias a inversiones en educación, tecnología e innovación.
En contraste, México ha enfrentado obstáculos en la implementación de políticas efectivas que fomenten la competitividad y el crecimiento sostenible. Si uno ve la gráfica de este indicador en los últimos 30 años, independientemente del partido en turno, los resultados no avanzan, quedamos siempre en el mismo punto.
Para cerrar esta brecha, es esencial invertir en educación y capacitación, fomentar la innovación y apoyar a las pequeñas y medianas empresas, que son el motor de nuestra economía. Además, es necesario promover una cultura empresarial que valore y recompense el esfuerzo y el talento, creando un entorno donde los trabajadores se sientan motivados y capaces de contribuir al crecimiento de sus organizaciones.
Al reflexionar sobre el futuro de México, debemos preguntarnos: ¿”borrón y cuenta nueva”? ¿Estamos preparados para exigir más de nuestra clase empresarial y de nuestros líderes políticos? La respuesta se las dejo a ustedes, yo solo cierro con que así podremos construir el país que todos deseamos. ¿Ustedes qué opinan? Los leo.