Monterrey

Rubén Leal: Competencia monopolística en México

Algunas empresas pueden fijar precios altos en el corto plazo, pero en el largo plazo otras empresas entrarán a ese mercado buscando rentabilidad, lo que estabilizará los precios.

Diversas estrategias empresariales se pueden poner en práctica teniendo en claro el concepto de “competencia monopolística”.

La relevancia de esta estructura de mercado radica en que la mayor parte de la actividad económica, tanto en México como en el resto del mundo, se desarrolla bajo este marco conceptual.

En la competencia monopolística, existen suficientes productores en el mercado en relación con el tamaño de este, pero venden productos heterogéneos, es decir, diferenciables entre sí. Otra característica relevante de la competencia monopolística es que, contrario a la competencia perfecta, donde todos los agentes son tomadores del precio de mercado, aquí cada productor determina libremente su precio.

Evidentemente, las empresas toman los precios de sus rivales como una referencia, pero no están obligados a igualarlos para poder ser competitivos, pues los productos no son homogéneos.

Así entonces, cuando Sony lanza una nueva consola PlayStation, toma como referencia el precio del Xbox, pero no está obligado a seguirlo ni igualarlo. Hay periodos de tiempo en que la competencia los obliga a converger sus precios a la baja, y otros periodos en los que veremos a una consola más cara que la otra, según las condiciones de oferta y demanda.

En el modelo de competencia monopolística, las empresas pueden comportarse como monopolios en el corto plazo, obteniendo ganancias extraordinarias, pero en el largo plazo otras empresas verán la rentabilidad de ese mercado y entrarán para buscar adjudicarse una parte de esa rentabilidad.

Esta competencia por una mayor participación de mercado tenderá a dividir a los clientes, bajar los precios y obligar a las empresas a invertir más para permanecer en el gusto de los consumidores.

Con ello, las utilidades extraordinarias disminuirán gradualmente hasta estabilizarlas. En el corto plazo, los emprendedores que abren mercados tendrán su recompensa, pero esta no será eterna, obligándolos a emprender nuevos proyectos si desean mantener altas utilidades.

En otras palabras, en la competencia monopolística, si no hay barreras de entrada, los monopolios no pueden mantener su posición dominante, pues las fuerzas del mercado tenderán a dividir su poder entre nuevos agentes económicos que reconocen la rentabilidad de su actividad y deciden entrar para competir por una parte de ese pastel.

Esto plantea no solo la posibilidad de socavar a los monopolios mediante la competencia, sino que, además, permite la movilidad social y económica mediante los procesos de competencia, premiando la eficiencia e innovación.

Entendemos como normal que cuando una empresa innova y crea un nuevo mercado, es natural que se cree un monopolio, pues la única empresa en el mercado es al mismo tiempo la primera empresa.

Si penalizamos a los monopolios por su simple existencia, entonces desaparecerían los incentivos a la creación de nuevos mercados que satisfagan necesidades y deseos de la sociedad que antes no estaban cubiertos. ¿Quién querría incursionar en una nueva actividad, sabiendo que al crear ese nuevo mercado se instauraría como un monopolio y sería sancionado?

Es por ello que los monopolios en el corto plazo, cuando se trata de nuevas tecnologías o productos recién lanzados al mercado, deben poder tener ganancias extraordinarias para premiar el desarrollo de nuevas actividades económicas.

Lo que la autoridad de competencia debería castigar entonces es solo las conductas monopólicas que busquen perpetuar indefinidamente las utilidades extraordinarias, limitando el acceso de nuevos competidores. Dentro del marco de la competencia monopolística, tenemos un punto medio entre los monopolios artificiales y la competencia perfecta, donde los monopolios se verán obligados a competir con el paso del tiempo.

En competencia monopolística, cada empresa tendrá algo de control sobre el mercado, dado que los productos no son idénticos, por lo que un incremento de precio de sus productos no tiene por qué acarrear una reducción en el volumen de ventas como ocurriría en un mercado de competencia perfecta. Esto en virtud de que la diferenciación de su producto le puede alcanzar para mantener la fidelidad de sus consumidores.

En resumen, en competencia monopolística hay suficientes productores y consumidores en el mercado, de tal forma que ninguno de ellos tiene un control total sobre el precio o la cantidad comercializada. Los productores definen sus propios precios, tomando en consideración las estrategias de precios de sus competidores.

Por su parte, los consumidores perciben que no solo hay diferencias de precios entre los productos de los competidores, sino además diferencias de calidad, oportunidad y diseño, entre otros. En general, cuando existen pocas barreras a la entrada y salida de competidores, no se limita el crecimiento orgánico del mercado, y este puede transitar hacia una mayor competencia, que es el objetivo general para lograr una mejor calidad de vida en la sociedad.

COLUMNAS ANTERIORES

Marco Pérez: Siguiendo con el tema de las Afores
Alejandro Ríos: La experiencia del usuario es el oro digital

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.