Monterrey

Pablo de la Peña: ¿Por qué no confiamos en nuestros partidos políticos?

No puedo ocultar mi decepción y tristeza sobre la calidad de nuestras y nuestros aspirantes políticos.

El pasado domingo 7 de abril se llevó a cabo el primer debate entre las y el candidato a la presidencia de nuestro país. No puedo ocultar mi decepción y tristeza sobre la calidad de nuestras y nuestros aspirantes políticos.

Es cierto que siempre hay buenas y honrosas excepciones, pero ahora para la presidencia de nuestro país, creo que no. Y no quiero insinuar que en otros sexenios o campañas tuvimos mejores candidatas o candidatos, creo que esta decepción se ha ido agravando con el tiempo y mucho me temo que no se ven mejoras significativas en el horizonte cercano.

En mi columna anterior, hablaba yo sobre los resultados que el INEGI publicó de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) para el 2023; esta encuesta destaca la falta de confianza que tenemos sobre nuestras instituciones políticas.

De los resultados más alarmantes está el siguiente: solo el 29 por ciento de la población dice que los partidos políticos les inspiran confianza, es importante enfatizar que los partidos políticos se encuentran en último lugar en relación con estos resultados sobre la confianza en instituciones.

Le siguen las Cámaras de Diputados y Senadores con un 34.5 por ciento de confianza, de ahí saltamos a los gobiernos estatales que tienen un 48 por ciento de confianza y para los gobiernos municipales el 50 por ciento de la población dice que les inspiran confianza.

Claramente tenemos una crisis de confianza en nuestras autoridades y peor aún, tenemos una extraordinaria desconfianza en las organizaciones políticas de las cuales emanan las y los candidatos a ocupar puestos de liderazgo público en nuestro país.

Sería interesante analizar formalmente las razones por las cuales la población tiene tan poca confianza en los partidos políticos, pero creo que podríamos aventurarnos a decir que hay tres razones importantes por las cuales no tenemos confianza en los partidos actuales.

Una razón creo que es por la falta de cuadros políticos con perfiles que se acerquen a las expectativas de la sociedad, sobre lo que debe de ser una candidata o un candidato de calidad.

Constantemente vemos candidatas o candidatos que llegan a serlo por las razones equivocadas; es decir, por amistad, conveniencia económica, o porque no hay otras alternativas. ¿será que no llegan perfiles nuevos a los partidos? ¿los partidos no son capaces de atraer nuevos perfiles? Sea cual fuera la respuesta, las y los aspirantes a puestos de elección popular que surgen de los partidos políticos están desconectados con la realidad de la población.

Creo que una segunda razón es que, hemos visto cómo los partidos se han convertido en “la fuente de la felicidad financiera y económica” para muchos de sus líderes. Por años han vivido del presupuesto público y claramente no quieren perder “su gallina de los huevos de oro” y se aferran sus líderes en convertir a los partidos políticos en organizaciones lucrativas tras el velo de la corrupción; y con tal fin, han desdibujado sus perfiles e ideales políticos que, quizá en algún momento les dio identidad y representaban una alternativa sobre el partido en el poder; sin embargo, ahora ya no hay líneas identificables pues lo único que desean es ganar votos para tener más recursos y permanecer en el poder.

Una tercera razón creo que es la falta de una genuina actualización y renovación integral de los partidos.

Relacionado al punto anterior, aunque algunos partidos han “aparentemente” mostrado cambios y aunque existan algunos partidos relativamente nuevos, es claro que seguimos viendo a los mismos actores y líderes políticos aprovechando de esos supuestos espacios nuevos.

Todos sabemos que Movimiento Ciudadano era antes Convergencia, y Dante Delgado sigue siendo el mismo. MORENA ahora, era antes el PRD y éste fue una fusión entre la corriente de izquierda del PRI y del Partido Mexicano Socialista. El PRI, aparentemente se queda sin su corriente de izquierda y el PAN pierde piso y visión después de dos sexenios en la presidencia.

Ahora, algunos del PAN y del PRI están en Movimiento Ciudadano, otros siguen en sus bases iniciales tratando de visualizar un rumbo nada claro, pero todos se juntan en el PRIAN+PRD.

Y MORENA ahora es la peor versión del PRI de los sesentas y setentas, de un PRI con sed de poder, autoritario, calculador y tramposo; que bajo la bandera de “primeros los pobres” y de que la clase media aspiracionista así como la clase emprendedora no son “pueblo bueno”, el líder de MORENA está polarizando a la sociedad y alimentando un odio hacia quienes buscan lograr tener un mejor nivel de vida para ellos y para sus futuras generaciones.

El mensaje de este partido en el poder para la sociedad es “si usted es pobre, no se preocupe el gobierno le va dar dinero y le va a resolver sus problemas”. Pero muchos olvidan que muy rápidamente esa estrategia del PRI nos llevó a las crisis de los años 70 y 80, además, persistió la pobreza, el bajo nivel educativo y el clientelismo; y muchos acólitos de quienes fueron actores clave de esa barbarie política, económica, y financiera, todo envuelto en la opacidad de la corrupción, siguen muy activos políticamente tanto en el partido del poder como en algunos otros.

Creo sinceramente que la sociedad se da cuenta de todo lo anterior, y es por ello que tenemos una acentuada desconfianza en los partidos políticos y por ende en los actores políticos que de ahí surgen.

Quiero aclarar que yo sí creo en un sistema de partidos, no estoy en contra de que existan partidos políticos.

Creo que es necesario que exista una estructura y organización social que logre integrar perfiles que representen nuestra amplia variedad de ideales, opiniones, necesidades y aspiraciones; pero también creo que los partidos que tenemos actualmente necesitan rediseñarse o reinventarse, y espero que lo hagan pronto, porque ya poco, o nada, podemos hacer para este 2 de junio, pero creo que sí podemos hacer algo importante para los siguientes años.

Por todo lo anterior, no me extrañaría que este 2 de junio veamos un incremento en la abstención.

Nos dice el INE que en la elección presidencial del 2018 tuvimos un poco más del 63 por ciento de participación y en las elecciones intermedias del 2021 fue del 52 por ciento, comúnmente en las elecciones presidenciales siempre hay más participación, pero ante este debacle de confianza que tenemos en las instituciones políticas y en sus actores mucho me temo que no llegaremos al 60 por ciento de participación.

Pablo de la Peña

Pablo de la Peña

Decano Asociado de Educación Continua de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno y director de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública, profesor del Tec de Monterrey de Economía y de Gestión Pública Aplicada.

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