Monterrey

Jorge O.Moreno: El tamaño del reto del capital humano en México

En estas semanas, salieron a la luz pública los indicadores más recientes de los resultados de la prueba PISA de habilidades de aprendizaje estandarizadas.

Esta vez, estimado lector, me tomaré la libertad de hacer uso de una regla fundamental de los escritos académicos y comenzaré con la premisa fundamental de esta entrega en lugar de dejarla para el cierre de esta columna: nungún proceso de erradicación de pobreza y desarrollo humano es completo y sustentable en el largo plazo si éste carece de los fundamentos sólidos del capital humano.

En estas semanas, salieron a la luz pública los indicadores más recientes de los resultados de la prueba PISA de habilidades de aprendizaje estandarizadas, un estudio que en este mismo espacio hemos comentado, y son alarmantes y desconcertantes a la vez.

Éstos, de la mano del incremento en la inseguridad, y la falta de cobertura en el sistema de salud, nos invita a reflexionar sobre el estado actual de nuestro acervo de capital humano, y de las consecuencias de seguir ignorando la necesidad de cambios importantes en al política pública al respecto.

Sin duda, el capital humano de nuestra sociedad mexicana ha sido uno de los elementos más comprometidos y afectados tanto por la crisis por COVID-19 como por la falta de políticas públicas focalizadas en la atención del mismo.

Por una parte, la salud en lo general fue puesta en riesgo ante la falta de medidas de confinamiento y prevención coordinadas. La falta de un sistema de salud público eficiente que garantice medicamentos oportunos y atención expedita a los más vulnerables tuvo como consecuencia que la tasa de letalidad de esta enfermedad en nuestro país haya sido de las más altas registradas en el mundo, y donde el excedente de muertes ocasionado por la pandemia algunos especialistas estiman en más de 900,000 victimas.

Por otra oarte, si bien es cierto que la pandemia trajo como consecuencia un desaprendizaje generalizado en el sistema educativo mundial, no es lo mismo caer en la escala de conocimientos de un lugar cercano al promedio, de haerlo de los últimos lugares en la escala, donde México siempre se ha ubicado con respecto a otros países de la OCDE.

En el caso de la educación, la magnitud del daño y la complejidad del tema merecen también un estudio puntual y extenso, probablemente tema de una futura entrega. Comencemos por recordar que la educación es un proceso secuencial: si éste se interrumpe parcial o totalmente en algún punto de la vida de un estudiante, este afecta todo el futuro de la persona.

Por ejemplo, el enorme número de niños que quedarón sin una educación preescolar especializada con motivo del confinamiento pudo tener efectos negativos permanentes en las habilidades cognitivas de estos estudiantes, afectando su desempeño en niveles de educación básica, media y superior, como se muestra en un reciente artículo académico próximo a publicarse que realicé en conjunto con Sara Cortez (UANL).

Por otra parte, para el caso de la educación básica, la migración a la modalidad no presencial usando como base la televisión abierta y como complemento el acceso a medios digitales como el internet, claramente fueron medidas insuficientes para garantizar la continuidad en el proceso de aprendizaje de los niños y también constituye una política insuficiente para este fin.

Al margen de que el sistema educativo mexicano presentaba ya enormes rezagos en su alcance y calidad, éste no está preparado en lo pedagógico para migrar a una educación a distancia, pues la preparación de los docentes y los materiales de la educación pública simplemente no están diseñados para tal fin.

Además, esta modalidad de educación resulta altamente regresiva al excluir de este proceso a miles de familias que carecen de los medios para acceder siquiera a electricidad, a una televisión con la cobertura de los programas de televisión que se ofrecen como alternativa educativa, o a equipo e internet para cubrir los requerimientos de escuelas las pocas escuelas públicas o las costosas alternativas privadas que ofrecen estos servicios.

Desde los tratados clásicos de Schultz (1961), Becker (1964) y Lucas (1988) hasta los más recientes estudios especializados en la complementariedad de los procesos cognitivos y de salud controlando la transmisión de conocimiento incluso a nivel hereditario (Conti, Heckman y Pinto, 2016) , la evidencia internacional en desarrollo económico es indudable: a pesar de los obstáculos que otros factores pueden representar, la educación y la salud son los principales mecanismos de movilidad social.

La magnitud de la afectación a los procesos de inversión y acumulación de capital humano de las personas, especialmente de los niños y jóvenes en los estratos de menor ingreso, ya nos muestran el enorme reto que tiene México para recuperar la senda de crecimiento y los niveles de bienestar previos a la pandemia, y el enorme esfuerzo adicional que deberá hacerse desde lo social para superar los daños que la crisis ocasionó.

Este daño no se recuperará con transferencias en dinero a los afectados, sino con instituciones de educación y de salud públicas que, de la mano de políticas efectivas, atiendan a los más vulnerables, evitando un rezago mayor en su ya deteriorado nivel de bienestar.

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