Monterrey

Rosa Nelly Trevinyo: Límites para… ¿Hijos Adultos?

Empresas Familiares

Los hijos adultos que no respetan los límites establecidos en el hogar pueden llegar a convertirse en un grave problema. Si tienes un hijo de 25 años que llega a tu casa a la hora que se le antoja, uno de 32 que te pide dinero prestado diciéndote (falsamente) que te pagará o uno de 40 que, aunque “trabaja” en el negocio de la familia, nunca se aparece…, esta columna te interesa.

Los límites—esas normas de comportamiento que ponemos a la gente con la que convivimos—son indispensables para que las relaciones familiares y empresariales funcionen. Cuando fijamos un límite, generamos una línea divisoria imaginaria que indica a los demás lo que pueden hacer y lo que no; lo que aguantaremos y lo que no. Los límites nos ayudan a estructurar nuestra relación familiar-empresarial y a lograr la armonía.

Y es que, tanto en la dinámica familiar como en la empresarial, hay cosas que no son negociables. Una de ellas es el respeto. No puede existir una sana coexistencia padres-hijos, ni una productiva cooperación de negocios entre socios y colaboradores, sin respeto. Las relaciones de familia y de empresa duraderas son bi-direccionales, y se basan en la reciprocidad y el reconocimiento mutuo; en la confianza y en el feedback continuo.

Sin embargo, algunos padres y jefes, “con tal de no tener problemas” hacen múltiples concesiones a sus hijos, obviando los límites. Esta laxitud, termina, a lo largo de los años, con su autoridad. Un símbolo inequívoco de la dilución de autoridad es la falta de respeto. De ahí que si tu hijo adulto (que vive contigo) no respeta consistentemente las reglas de tu casa o, como colaborador, no acata las normas del negocio, tienes un problema de autoridad... o, mejor dicho, de establecimiento y ejecución de límites.

Conforme pasan los años, puede llegar a ser difícil para los padres poner límites a sus hijos adultos. No obstante, si queremos formar hombres y mujeres independientes, autónomos y responsables que puedan ejercer la auto-disciplina, hacerse cargo de sus decisiones y manejar la frustración es necesario hacerlo. Obviamente habrá resistencia, muchos reclamos, y…comportamientos extremos (chantaje, amenazas, culpas).

La pregunta de los sesenta y cuatro mil es… ¿Cómo empezar?

1. Coherencia Padre-Madre

Para que los límites en la casa y en el negocio funcionen, estos deben ser acordados y ejercidos por ambos padres (socios o no). Practicar la coherencia en la educación moral y formación empresarial de los hijos es indispensable. Cuando nuestra pareja no está alineada con nosotros—por la razón que sea: “protección” al hijo; falta de conocimiento de sus comportamientos—el miembro de siguiente generación manipula a su favor la situación. Es la estrategia de “divide y vencerás”.

2. Establecer y Comunicar los “Nuevos” Límites

En tu casa, piensa en tus hijos adultos como “invitados”. ¿Cómo le pedirías a un invitado que actuara en tu hogar? ¿Qué puede hacer? ¿Qué no tolerarías? En tu negocio, piensa en ellos como “empleados”, no como dueños. Pregúntate: ¿Si fuera otro, le permitiría esto?... En la dinámica familiar y empresarial, la parte más importante de establecer reglas a hijos adultos es la discusión que se genera en torno a ellas. Comunicar (e incluso dejar por escrito) los límites familiares y empresariales, puede resultar complejo, especialmente porque habrá resistencia, pero es la mejor manera de evitar problemas a futuro.

3. Cordialidad y Firmeza

“Lo cortés no quita lo valiente”, especialmente entre adultos. De ahí que, para hacer funcionar el límite, se requiera amabilidad y firmeza. Amabilidad para explicar el sentido (lógica) del límite y firmeza para cumplir con su repercusión si no se respeta—incluso si eso significa invitar a tu hijo a buscar nuevos horizontes. Los límites no están hechos para castigar, así que son más efectivos cuando mostramos una actitud firme, pero asertiva y calmada.

4. Dar Ejemplo

“No te preocupes si tus hijos no te escuchan, te están observando todo el tiempo” (Teresa de Calcuta). Hay que enseñar con el ejemplo. Debemos respetar nuestros propios límites y los de los demás; ser consistentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos; y hacernos valer familiar y empresarialmente. La educación moral y la formación empresarial comienza en casa.

5. Cerrar la Llave

Si no funcionan las palabras ni el ejemplo, reduce el apoyo financiero. No les “pagues” si no acuden a trabajar. Si viven contigo, que respeten las normas de tu casa y apoyen con los gastos. Si no, que se ganen su dinero y solventen su propio estilo de vida. ¡Déjalos que crezcan! Hay una fina línea entre “ayudar” y “deformar”.

En resumen: Conseguir estabilidad y armonía en nuestra familia y empresa parte, en gran medida, de establecer límites claros. Aunque nunca es tarde para hacerlo, no es lo mismo “meter en cintura” a un chiquillo que a un hijo adulto. Así que ¡Corrige a tiempo! La laxitud—o, mejor dicho, la negligencia—en la educación de los hijos y futuros socios de tu empresa siempre pasa factura.

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La autora es Socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y Miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Turismo, Agroalimentario y de Retail.

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