Monterrey

Rogelio Segovia: Eugenio y Roberto, legado de una cultura laboral

Es a través de estas historias que se busca apuntalar las leyendas y los relatos de los personajes que construyeron y dieron forma al mito.

Uno de los elementos principales de todas las culturas son sus mitos fundacionales, no importa que hablemos de países, ciudades o empresas. La importancia de estos es poder transmitir la historia y la identidad de un lugar. Esta historia o narrativa se construye a partir de un entramado de leyendas y relatos en los cuales es sumamente difícil diferenciar en dónde empieza la historia y en dónde termina la narración literaria.

En la historia encontramos mitos que van desde la fundación de Roma por Rómulo, lo que permite conectar conecta el origen romano con el pueblo troyano (ya que era descendiente de Enea) hasta el de la fundación de Tenochtitlan por parte de los nahuas, que provenía de Aztlán, por solicitud de Huitzilopochtli.

Es a través de estas historias que se busca apuntalar las leyendas y los relatos de los personajes que construyeron y dieron forma al mito. Los mitos suelen tener una función legitimadora como forma de explicar el origen y la razón de los valores y creencias que definen a una comunidad o a una empresa y los cuales, debemos seguir y perpetuar.

En Monterrey también tenemos nuestros propios mitos con la historia de las tres fundaciones de la ahora capital de Nuevo León (que en estricto sentido solamente es, la última; los dos previos fueron solamente intentos malogrados) y cuya definitiva fue el 20 de septiembre de 1596, cuando Diego de Montemayor fundó oficialmente la ciudad y la bautizó como “Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey”.

Lo cierto es que Monterrey no pasó de ser una ciudad pequeña (con poca población y escasa actividad económica) hasta el Porfiriato a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando a partir de su desarrollo industrial alcanzó una gran relevancia nacional con el establecimiento de diversas fábricas como siderúrgicas, cementeras, de vidrio y cerveza; lo que a su vez detonó, posterior a la Revolución Mexicana, el crecimiento poblacional convirtiendo a Monterrey y Nuevo León en uno de los polos más importantes del País por su crecimiento poblacional, industrial y económico.

¿A dónde quiero llegar con esto? A otro mito histórico, el del crecimiento industrial de Nuevo León, asociado al impulso de la tercera generación formadora de empresas (entre los años 1930 y 1973) cuya cara más visible es Eugenio Garza Sada. El impacto que tuvo este empresario disciplinado, metódico y constante, en ámbitos sociales, económicos y culturales es innegable; pero el mito popular nos había alejado, hasta hace unos pocos años, de conocer al hombre por encima del personaje.

La semana pasada, como parte de la materia de Negocios Conscientes de la que soy catedrático, tuve la oportunidad de conocer la Casa del Liderazgo Humanista (esta es, la casa en donde Eugenio Garza Sada vivió hasta su muerte). Mis expectativas, he de reconocerlo, eran bajas. Supuse que se trataría un lugar dirigido a seguir apuntalando el mito del personaje, es decir, el del poderoso hombre de negocios que casi en solitario construyó la reputación industrial de Nuevo León.

El problema es que al construir mitos y personajes olvidamos, en palabras del escritor Malcolm Gladwell, que aquellos que sobresalen en sus campos no lo hacen simplemente porque son más inteligentes o más talentosos, sino porque han tenido oportunidades únicas y han invertido tiempo y esfuerzo en su desarrollo, aunado a factores externos (como la época de nacimiento, contexto cultural, oportunidades y legado familiar) que influyen en el éxito.

Y es en esa Casa, cuyo objetivo es promover el liderazgo humanista y generar un estilo orientado a encabezar acciones comprometidas con la sociedad, que puedes conocer al verdadero Eugenio Garza, el hijo de Isaac Garza Garza, uno de los empresarios más importantes del País (que pudo sacar a su familia de México en los convulsos años de la Revolución Mexicana y proporcionarles educación en el extranjero); al ser humano que rehuía hablar en público por timidez; al que fue enviado a una escuela militar para corregir su carácter disperso; el que impulsó la salud, educación y vivienda de los empleados de sus empresas como respuesta a las exigencias de la Constitución Política de 1917 (y con el fin de evitar una eventual expropiación de parte del gobierno). Pero, principalmente puedes aprender (y que la historia popular a veces parece olvidar) de la invaluable cooperación de su hermano Roberto y “de su familia ampliada (con los Sada y los Muguerza); y en no pocos casos de grupos parentales o empresas relevantes de la ciudad o del noreste” (Mario Cerutti, UANL). Apoyo sin el cual no hubiera materializado lo que hoy conocemos como su legado empresarial, social y educativo.

Celebro, más allá del mito, haber conocido al ser humano que junto a su hermano, familia y socios de negocio, han ayudado a construir gran parte de la cultura y del legado laboral de Nuevo León. Enhorabuena por espacios como la Casa del Liderazgo Humanista.

Epílogo.- Inicia en el país el periodo vacacional de Semana Santa y gran parte de la población aprovechará para tomar algunos días de descanso y reflexión. Hoy en día pasamos por alto la importancia de las vacaciones desde una perspectiva física y psicológica ¿Por qué tomar vacaciones? ¿Para responder correos, mensajes y tomar videollamadas con los pies clavados en la arena? Las personas necesitamos espacios de recuperación laboral interna y externa. En mi caso las vacaciones son para leer libros gordos, llenos de aventuras y personajes, ya que entonces, tendrás doble vacación.

El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.

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