Uno de los temas que más nos ocupa a los estudiosos de la felicidad es el de la definición de la misma. En el proceso de avanzar en la ciencia, cualquiera que ésta sea, es muy importante que contemos con definiciones precisas. De ese modo, tendremos una base común para poder construir alrededor de la misma. La falta de claridad en las definiciones nos lleva irremediablemente a divagar en los temas y difícilmente se pueden lograr avances.
En los primeros años en que incursioné en el tema de la felicidad, fueron apareciendo conceptos relacionados como el bienestar subjetivo y objetivo y la calidad de vida. Había tanta relación entre estos términos que recuerdo que los mismos se utilizaban como sinónimos. Lo más común era referirse a la felicidad como “bienestar subjetivo”.
No es fácil llegar a consensos en las definiciones. A manera de anécdota, recuerdo que en cierta ocasión estábamos reunidos para la conferencia anual de la Sociedad Internacional de Estudios de Calidad de Vida (ISQOLS, por sus siglas en inglés). Siendo parte del consejo directivo, me tocó estar en la cena previa a la inauguración de la conferencia y ahí expresé una de las dudas que más me inquietaba en ese momento. Le pregunté al presidente de la sociedad si teníamos una definición oficial de calidad de vida. Su respuesta fue épica: Claro Pepe, tenemos muchas.
¿Existen diferencias entre los conceptos de felicidad, bienestar y calidad de vida? Sin duda, los tres conceptos están relacionados pero no necesariamente significan lo mismo. Trataré de ahondar un poco en este tema y tomaré como base los conceptos que platiqué la semana pasada con mi buen amigo Alberto Tovar en un episodio de su podcast: Dinero y Felicidad.
Aunque aún no tenemos el consenso que quisiéramos, existe cierto acuerdo entre los “feliciólogos” de que la felicidad significa satisfacción con la vida. En lo personal, me gusta complementar la definición de felicidad como una satisfacción con la vida expresada en lo que tenemos, lo que hacemos y lo que somos. Esto es, ser feliz es estar satisfecho con lo que tienes, con lo que haces y con lo que eres.
El concepto de bienestar se auto explica de una manera muy clara: tener bienestar es estar bien. En los inicios, aprendí que el bienestar podía ser subjetivo y objetivo y que era muy importante voltear a ver ambas facetas del mismo para ser feliz. Con el tiempo, descubrí que el bienestar tiene varias dimensiones y que existen tantas dimensiones como nos parezca conveniente. En mis escritos y conferencias me gusta manejar tres dimensiones: la física, la material y la emocional. Si queremos estar bien, debemos de cuidar de nuestra salud, de nuestras finanzas y de nuestras emociones.
Finalmente, el concepto de calidad de vida es el más nuevo de los tres y por ende el que menos consenso tiene en su definición. De manera simple, el concepto se define a sí mismo y podemos decir que la calidad de vida se presenta cuando la vida que vivimos es de calidad. Aquí vale la pena especificar que, además de lo que tenemos, hacemos y somos, el entorno juega un papel muy importante. Así, tenemos que la calidad de vida la podemos evaluar a nivel de un país, estado o ciudad, a nivel laboral, a nivel universitario e incluso, a nivel familiar, entre otros ámbitos.
¿Qué relación hay entre los tres? Primeramente, habrá que aclarar que la felicidad es un tema más de decisión propia que ajena. Nadie nos puede brindar la felicidad eterna, ni nadie es responsable de nuestra felicidad. Es así que, a pesar de no tener mucho, de no hacer lo que nos gusta o de no ser quién soñamos ser, podemos ser felices. La actitud es clave en el concepto de felicidad y la decisión que uno toma para enfrentar la vida es la que nos hace más o menos felices.
El bienestar es la plataforma en la que descansa la felicidad. Ciertamente, podemos tener poca salud, pocos bienes materiales y pocas emociones agradables en nuestra vida y aun así decidir ser felices. Pero si gozamos de salud, buenas relaciones personales y unas finanzas que cubren las necesidades básicas, la felicidad llega de manera más natural.
La calidad de vida es determinada en gran parte por el entorno. Por ejemplo, en una ciudad tendremos más calidad de vida si es segura, si las vialidades son amigables, si el trabajo no escasea, si la gente es amable, etc. Si bien no es lo único que necesitamos, un entorno agradable será sin duda un elemento que sume a nuestra felicidad.
En resumen, la felicidad es una decisión que se vuelve más fácil si tenemos bienestar. El bienestar lo tenemos que cultivar, cuidando nuestra salud, nuestras finanzas y nuestras relaciones personales. Y la calidad de vida es todo aquello que nos rodea, que si bien no depende del todo de nuestras acciones, si depende de los ojos con los que juzguemos nuestras circunstancias.
¿Cómo podemos ser más felices? Lo expresé hace unos días en este mismo espacio: Pongámonos a trabajar. Siendo más específico, trabajemos en nuestro bienestar integral y la felicidad llegará naturalmente.
El autor es consultor y conferencista en los temas de felicidad, bienestar y calidad de vida
Su correo electrónico es: pepechuy13@gmail.com