Monterrey

2015. Una economía de claros y oscuros

OPINIÓN. Hasta donde sabemos, la estabilidad macroeconómica no lleva alimentos a la mesa de la población, ni se traduce en bienestar económico.

Como es ya tradición, durante el mes de enero de cada año, algunos economistas y algunas empresas, principalmente del sector financiero, elaboran sus presentaciones sobre las perspectivas económicas para el nuevo año, las cuales incluyen, como es indispensable, un balance económico del año que recién termina.

En esta ocasión, personalmente he asistido a algunas de estas presentaciones, y me llama la atención el énfasis en los aspectos positivos, pero sin incursionar en las repercusiones ni en los alcances de estos aspectos positivos en la economía de las familias y de los individuos, es decir, se quedan en la "macroeconomía" y no bajan a la "microeconomía".

Hasta donde sabemos, la estabilidad macroeconómica no lleva alimentos a la mesa de la población, ni se traduce en bienestar económico, y cuando las reservas internacionales de Banco de México, de casi 200 mil millones de dólares, (sin incluir la línea de crédito contingente de 70 mil millones de dólares más) no son suficientes para detener una embestida especulativa contra el tipo de cambio, y nuestra moneda se devalúa de 13 a 19 pesos por dólar, entonces no hay mucho que festinar.

Para hacernos ver mejor, ahora nos empiezan a comparar con América Latina y se nos enfatiza que somos el tuerto en tierras de ciegos, que Brasil está con resultados económicos pésimos y Venezuela no se diga, y que la devaluación en otros países es superior a la de México, como si eso nos ayudara a vivir mejor.

Si estamos creciendo al 2.7 por ciento, lo que no se nos dice que este crecimiento lo están generando una minoría de Estados de la república, ya que el 90 por ciento de este crecimiento se genera en tan solo 6 estados, mientras que en la mayoría el crecimiento es casi nulo o negativo, polarizando más situación social.

Se nos dice que las exportaciones automotrices están a niveles récord nunca antes alcanzados, pero no se nos dice que si excluimos al sector automotriz, las exportaciones manufactureras están decreciendo, no obstante la devaluación de nuestra moneda.

La generación de empleos es aún insuficiente para ocupar a la creciente población, y aún y cuando se reduce la tasa de desempleo abierto, el número de mexicanos sin trabajo sigue al alza, sin mencionar que la calidad de los nuevos empleos es inferior y los salarios promedio van a la baja.

La inflación se presenta como la mínima histórica, pero esto es producto de que algunos bienes han bajado de precio, porque las materias primas han registrado un rally decreciente impresionante, basta señalar el precio del petróleo, lo que ha ocultado el crecimiento de los precios en los bienes de primera necesidad. Bajar 3 por ciento el precio de las gasolinas, cuando el petróleo baja de 100 a 20 dólares, es una verdadera burla, pero además, esta baja no se traduce en menores tarifas de transporte urbano.

Si consideramos que la población con alguna situación de pobreza sigue creciendo, difícilmente podemos de catalogar como "positivo" el desempeño económico reciente.

Y todo esto, ya con once reformas estructurales aprobadas, como diría hace tiempo un connotado político, de no haber sido por las acertadas políticas públicas, nos hubiera ido peor.

* El autor es especialista en estudios económicos y de finanzas públicas. Actualmente ocupa el cargo de Socio Economía en Pérez Góngora y Asociados.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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