Enfoques

El analista que dejó un sueldo de 150 mil dólares al año para criar cabras en el Himalaya

Babar Afzal tenía un sueldo de 6 cifras al año en McKinsey, ahora pasa sus veranos persiguiendo cabras a más de 4 mil metros de altura. Pero esta aventura podría darle una fortuna y cambiar la vida de los empobrecidos pastores de la región. 



Lo último que recuerda Babar Afzal antes de perder el conocimiento fue que iba corriendo por la meseta del Himalaya blandiendo una navaja suiza, en un intento de salvar un rebaño de cabras de ser comidas por leopardos de la nieve.

Cuando su cerebro necesitado de oxígeno a 4 mil 300 metros de altura envió un dolor paralizante por su columna antes de desmayarse, el exanalista de McKinsey dice que tuvo un momento de claridad: este lugar podría verdaderamente utilizar una ambulancia.

Eso fue hace un año, cuando los pastores nómades de Cachemira india lo salvaron y perdió a 35 integrantes de su rebaño. Este año, Afzal proyecta regresar al paso cerca de las fronteras del país con Pakistán y China y ver si puede conseguir que las cabras paguen por esa ambulancia.


No son cabras comunes. Estos animales lanudos de cuernos grandes producen la pashmina, la lana de cachemira más fina, un género suave y sedoso que puede alcanzar decenas de miles de dólares por un chal en las boutiques de París y Nueva York. La mayor parte de ese margen va a una larga cadena de compradores, tejedores, comerciantes, intermediarios y mayoristas. Los cabreros reciben 2 mil 700 rupias (40 dólares) por kilo de lana en crudo, menos que si les ofrecieran como compensación carne o tela.

Afzal, de 39 años, nativo de Cachemira, quiere que una proporción mayor de la ganancia vuelva a su región natal para salvar una industria que se halla en una caída precipitada por falta de inversión, por la competencia china y una serie de inviernos devastadores. Él espera que parte del dinero pague comodidades como rutas y hospitales.

En los últimos cuatro años, Afzal se unió a las familias nómades desde agosto hasta octubre cuando éstas guían sus rebaños por senderos vertiginosos en peñascos, se arriesgan a avalanchas y chaparrones, para encontrarse con compradores que llegan desde lugares tan lejanos como Francia para obtener la lana en crudo.

Es muy diferente de la vida que llevaba. Como joven analista en el McKinsey Knowledge Center de Nueva Delhi, ganaba más de 150 mil anuales, lo suficiente como para quedar en el 0.3 por ciento más alto de la elite rica de India.

"Tenía un excelente salario, muy buena vivienda, buena comida, buenos amigos y viajaba por el mundo entero, pero siempre había algo que volvía a traerme a este lugar", dijo. "Veía a la gente de aquí, amigos y familiares, que tenían dificultades, que morían. Era devastador".

"Eran como dos mundos totalmente separados y yo estaba en el medio", dijo. Natasha Wig, gerente de comunicaciones externas de McKinsey en Mumbai, se negó a hacer comentarios sobre la época de Afzal en la empresa.

El contraste entre el estilo de vida "Silicon Valley" de Afzal y la vida de los pastores no podría ser mayor.

Al amanecer en el valle de Kharnak, los cabreros y sus familias salen de carpas oscuras de algodón, resguardadas de los vientos por rocas y soga.

Las sombras se elevan lentamente a medida que el sol trepa sobre los picos cubiertos de nieve. A la sombra del suelo yermo del valle, mujeres y niños forman corrillos, vestidos con suéteres y mantas bebiendo té de manteca de yak, en tanto los hombres comienzan a abrir corrales de adoquines donde balan más de 7 mil cabras encerradas.

Hay 17 familias aquí ahora. Hace unos años había 40, antes de que unas 25 mil cabras se congelaran o murieran de hambre en toda la región durante el terrible invierno en 2013.

Herder Tundup Chosphel, de 27 años, jadea cuando se le dice cuánto cuesta la pashmina en las boutiques de París. Sus 400 cabras proporcionan apenas lo suficiente para él y su familia.

Cada día, él y su rebaño deambulan kilóemtros a través de la meseta Changtang, donde las temperaturas caen tan bajo como menos 40 durante los inviernos que pueden durar nueve meses.

India representa menos del 1 por ciento de la producción anual de pashmina del mundo, que se estima entre 10 mil y 15 mil toneladas. Eso es muy por detrás de China, con el 70 por ciento, y Mongolia, con un 20 por ciento.

El gobierno del primer ministro Narendra Modi lanzó el año pasado una campaña de 300 millones de rupias para aumentar la producción y proporcionar vivienda y recursos básicos para los pastores.

"Hasta ahora, estas personas han sido explotados en gran medida", dijo Tundup Namgail, director técnico de la cría de la Oficina del Distrito ovejas en Leh. "Estamos haciendo algo, pero dudo que sea suficiente para estas familias".

El enfoque de Afzal es elevar los ingresos de los nómadas, enseñándoles a hilar y tejer tela, e invirtiendo el 7 por ciento de las ventas de nuevo en la región donde creció. La dura vida en las montañas donde pasa los veranos es un contraste con su cómoda casa familiar en Jammu, una finca de 3 acres con jardines cuidados y un aviario privado repleto de coloridas aves.

Uno de sus compañeros de clase de la infancia, Seetu Kohli, invirtió 250 mil dólares en su aventura y dirige la tienda de exhibición en el distrito Qutab Minar en Nueva Delhi, que comenzará a vender piezas de pashmina del pueblo de Afzal este mes. Una segunda salida está prevista para Mumbai, y Afzal está buscando inversores fuera de India.

"He pasado mi vida invirtiendo en líneas de lujo ", dijo Kohli. "India necesita recuperar la propiedad del negocio pashmina".

Es un gran desafío. Los consumidores en Estados Unidos y Europa pueden comprar suéteres de cachemira de producción masiva fabricados en China y Mongolia por tan poco como 35 dólares.

En calidad, India es el líder, dijo Janet Rizvi, el autor de "Pashmina: The Kashmir Shawl and Beyond".

"India ha perfeccionado el arte de la mano de obra de tejido a mano," dijo ella. "En lo que a calidad premium se refiere, eso es todo."

Un paño de pashmina de India puede tomar meses o incluso años de tejido a mano, con modelos complejos que a veces incluyen hilos de oro y plata. A lo largo de Cachemira, en casas de ladrillo y barro en las ciudades de Srinagar y Jammu, hasta los valles de las tierras altas de Ladakh, hombres y mujeres usan a mano telares para tejer y bordar.

Su futuro puede depender de persuadir a pastores como Tsering Chosgail que vale la pena criar estas cabras únicas.

"Ninguna cantidad de dinero puede salvarnos, es demasiado complicado", dice Chosgail, de 29 años, sentado con las piernas cruzadas en una tienda médica con poca luz. Para él el clima se ha vuelto demasiado impredecible y los inviernos se han vuelto más fríos. "Ser un pastor es luchar demasiado".

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