¡Generosidad y gratitud! Eso es lo que debe de prevalecer cuando alguien invita a su casa y alguien es invitado a compartir la mesa. Aprovecha este espíritu decembrino para disfrutar dando y, de paso, vuélvete un mejor anfitrión e invitado.
Una de las cosas que más pesan para lograr relaciones duraderas es, precisamente, la reciprocidad; por eso les quiero compartir detalles que me han funcionado a lo largo de la vida, para acercar a la gente afín y alejar a la que no fue educada con los dos principios básicos. Tomando en cuenta tus posibilidades y las de la otra persona, siempre sé generoso y agradecido, más de lo que ellos esperan.
¡No preguntes “¿qué llevo?”! Ya no estamos en secundaria, el que te recibe en su casa deberá de interesarse y aplicarse en tus gustos o tener cubiertas las necesidades básicas correctas para tener invitados de tu importancia.
En las casas de gente educada no hace falta llevar el postre y menos los hielos. En casa ajena, no pidas bebidas que no sean lo cotidiano en la tuya, que pronto te tocará ofrecerlas.
Calcula a ojo de buen cubero cuánto invertirán en invitarte a ti y a tu pareja esa noche. Similar a ese monto deberán ser los agradecimientos que envíes previamente o lleves contigo para los miembros de la familia que te recibirá. Siempre toma en cuenta al que invita, a su pareja y, por supuesto, un detalle para sus hijos, ¡te hará quedar como un príncipe!
Es importante tomarse un minuto para preguntarles a tus invitados, con anterioridad, si son alérgicos a algún alimento o si, simplemente, no les gusta algo; si invitas para agradar, hazlo bien.
Interésate por los gustos de quien te recibirá (por ejemplo: whiskey), y regálale la mejor versión posible de lo que le gusta. Llevar una botella de vino mediocre que te cueste lo mismo que cenar tacos no es suficiente. Aquí aplica de manera efectiva el sabio dicho de “como trates... serás tratado”.
Te aseguro que llevando a cabo estas simples prácticas, te convertirás en un ser amable, en toda la extensión de la palabra. ¡Y cuidado! Invitar o ser invitado dejará claro el nivel de vida, educación y costumbres que tienes y, de inmediato, quedarás etiquetado para la siguiente reunión, ¡que seguramente será en papeles opuestos!