Financial Times

T-MEC se firmó con ‘bombo y platillo’, pero ahora se topa con 'piedritas' en Congreso de EU

Donald Trump y Robert Lighthizer intensifican presión sobre el Congreso de EU.

La administración Trump ha comenzado a reconocer una verdad incómoda. Su emblemático acuerdo comercial, la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y su conversión en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), firmado por los tres países con mucho bombo y platillo en noviembre pasado, enfrenta serios problemas en el camino hacia la ratificación por parte del Congreso estadounidense.

Esto significa que es poco probable que sea aprobado por los legisladores estadounidenses para el verano, el plazo de tiempo original que promovió Robert Lighthizer, el representante comercial de EU. El mayor riesgo es que se suspenda completamente y que nunca se apruebe.

Tanto Lighthizer como el presidente estadounidense, Donald Trump, han intensificado la presión sobre los congresistas para intentar acelerar el proceso, pero no está nada claro que los legisladores estén cambiando de opinión. Como los demócratas controlan la Cámara de Representantes, mucho depende del enfoque que adopte Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara, quien tradicionalmente se ha mostrado escéptica respecto a los acuerdos comerciales y es poco probable que quiera darle a Trump una victoria legislativa en materia de comercio para la carrera presidencial de 2020.

Los demócratas tienen varios problemas importantes con el nuevo acuerdo, que abarcan desde la percepción de una falta de estándares laborales exigibles hasta las protecciones para las compañías farmacéuticas que se derivan del período de exclusividad de patentes que se establece en el acuerdo.

Pero también a ellos — y a muchos legisladores republicanos — les enfurece que la administración Trump aún no haya eliminado los aranceles al acero y al aluminio que les impuso a Canadá y México, los cuales les están provocando un sufrimiento considerable a los consumidores de dichos metales en sus distritos. Algunos legisladores han amenazado con retrasar la ratificación en el congreso del T-MEC hasta que eso suceda.

Mientras tanto, los funcionarios canadienses y mexicanos también están presionando a la administración Trump para que reduzca los gravámenes, y Chrystia Freeland, la ministra canadiense de asuntos exteriores, insiste en que la ratificación del acuerdo por parte de Ottawa también corre peligro.

La última oferta de Lighthizer a los vecinos del norte y del sur de EU es un sistema de cuotas para reemplazar los aranceles, pero no está claro si esto les convendrá ni a ellos ni al congreso estadounidense. El mayor aliado de la Casa Blanca en la batalla por el T-MEC es la comunidad empresarial, que apoya el acuerdo, aunque tiene algunas reservas. Pero su poder de cabildeo ha disminuido en la era de Trump.

Por supuesto, Trump podría amenazar con retirar a EU completamente si no se sale con la suya, pero eso sería riesgoso para el bienestar económico del país.

Aquí hay una lección para Japón y la UE, los próximos que potencialmente negociarán acuerdos comerciales con Trump que involucran la ratificación del congreso (se espera que el acuerdo que le ponga fin a la guerra comercial con China no requiera la aprobación del congreso). La lección es que, especialmente en una era de un gobierno dividido en Washington, Trump no puede chasquear los dedos y obligar al Congreso a ceder rápidamente con respecto a su agenda. Cualquier acuerdo con Washington puede estancarse durante meses o puede tener que renegociarse, lo cual significa que las concesiones finales podrían no cumplirse.

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