Financial Times

México y el TLCAN a 20 años de vigencia

Desde que los tres países firmaron el acuerdo, Estados Unidos no ha sufrido del “gran sonido de succión” de empleos que se esfuman por la frontera sur. Canadá mantiene su identidad cultural, pero México no se ha convertido en un país desarrollado.

A veinte años del inicio del TLCAN, México tiene demasiados criminales y muy pocos policías; demasiados trabajadores mal pagados y muy pocos trabajos cualificados; demasiados espejismos y muy poco crecimiento económico.

Tales preocupaciones no serían un buen tema de conversación cuando Enrique Peña Nieto, el presidente de México, sea el anfitrión de sus contrapartes estadounidense y canadiense, en México el miércoles, para su reunión anual de seguimiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

En lugar de ello, el Sr. Peña Nieto podría presentar los retos de otra forma en la llamada "Cumbre de los Tres Amigos". Los principales problemas de México en el 20 aniversario del TLCAN, podría plantear, se derivan del hecho de que el país tuvo demasiados macroeconomistas y muy pocos microeconomistas.

Esto puede sonar raro. Sin embargo, si fuera al revés, el TLCAN podría no ser visto tan críticamente como muchos lo perciben ahora –y los salarios mexicanos (y la popularidad doméstica del Sr. Peña Nieto a diferencia de su creciente estatura internacional) probablemente serían mejores.

Desde que los tres países firmaron el TLCAN en 1994, EU no ha sufrido del "gran sonido de succión" de empleos que se esfuman a través de la frontera sur. Canadá también ha mantenido su identidad cultural. Pero México, aun siendo una estrella en ascenso, no se ha convertido en el país desarrollado que una vez soñó.

En lugar de un proceso de inexorable convergencia, el Producto Interno Bruto mexicano per cápita continúa siendo un quinto del estadounidense –exactamente como lo era en 1994. ¿Qué fue lo que falló?

Por una parte, el mundo alrededor de México cambió drásticamente. La capacidad manufacturera china se desarrolló muchísimo, y desplazó a México. Los ataques terroristas del 11 de septiembre obligaron a EU a aumentar la seguridad, especialmente a lo largo de su frontera sur (las demoras en la frontera les cuestan a EU y México aproximadamente 6 mil millones de dólares anualmente).

México también hizo la transición del poder de un sólo partido –una bendición para la democracia, aunque no siempre signifique gobernanza efectiva. Y finalmente, las nuevas tecnologías como el "fracking" (fracturación hidráulica) transformaron los mercados energéticos de América del Norte.

Uno de los problemas para México es que, incluso aunque el mundo a su alrededor cambió, el TLCAN continuó sin cambios. De hecho, a pesar de que mucho se habla de una "Norteamérica unida", el TLCAN continúa siendo una serie de tibias relaciones bilaterales en lugar de una relación trilateral.

Políticamente, los Sres. Obama y Harper no tienen mucha química en común, mientras que las relaciones bilaterales continúan algo tensas por el oleoducto Keystone XL. Las relaciones entre México y Canadá se han enfriado desde que Canadá decidió que los visitantes mexicanos necesitaban visas. Las relaciones entre México y EU siempre han tenido altibajos.

De similar forma, los asuntos económicos siempre han tenido sus altas y bajas. Las cadenas regionales de abastecimiento se han profundizado, sin embargo este proceso no se ha visto reflejado en un mayor comercio intra-regional. Hoy, 40 por ciento del total del comercio en América del Norte ocurre dentro del TLCAN, un poco menos que en 1993. (En la Unión Europea, el comercio intra-regional es más de 60 por ciento).

Ninguno de estos factores ayudó a la convergencia mexicana, pero también eran factores sobre los que México no tenía control. Algo que sí era de mayor importancia para el bienestar de México era la grandísima lista de reformas microeconómicas que nunca realizó al adoptar los cambios macroeconómicos.

Éstas incluyen liberalizar los mercados energéticos y deshacer los oligopolios locales, quitar obstáculos estructurales, como por ejemplo, un paupérrimo sistema educativo, y un altísimo grado de trabajos informales.

Después de evadir estas reformas por 12 años, el reinante Partido Revolucionario Institucional del Sr. Peña Nieto está intentando lograr muchas de ellas, para el beneplácito internacional, aunque no siempre para el local.

La política industrial también disfruta de nuevos aires; a diferencia del mantra de hace 20 años de que "la mejor política industrial es ninguna política industrial". Hoy se habla mucho más de "agrupaciones industriales". Éstas están diseñadas para estimular la concatenación regresiva con la economía doméstica por parte de los fabricantes mexicanos que a menudo ensamblan lo que se fabrica en otros países.

Todas estas políticas microeconómicas tienen un único punto crucial: impulsar la productividad mexicana. Si el Sr. Peña Nieto puede lograrlo, los salarios reales mexicanos subirán –y también su popularidad doméstica. También, disminuirán los temores que existen en Ottawa y Washington acerca de los inmigrantes mexicanos. Una mayor prosperidad incluso podría reducir el atractivo que presenta el crimen organizado. Y las futuras cumbres del TLCAN sí serían en realidad verdaderas reuniones de los "Tres Amigos" más que simples oportunidades, a menudo incómodas, de tomarse fotos, como lo son ahora. ¿Quién hubiera pensado que los microeconomistas tendrían un papel tan importante?

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