Financial Times

Las tecnológicas quieren moverse con las 'ballenas' de los mercados públicos en EU

Lyft, Uber y Airbnb impresionan en casi todos los aspectos, pero no ganan dinero.

El mundo entero condena los males del cortoplacismo financiero, la mayoría de las veces con mucha razón. Pero otro fenómeno se está volviendo cada vez más desconcertante: el largoplacismo excesivo.

Nos preocupamos cuando las empresas exprimen demasiado a sus activos existentes y dañan su salud a largo plazo. Pero también deberíamos centrarnos en una creciente cohorte de compañías que posponen constantemente el proceso de extracción de beneficios, prometiendo encender el motor de monetización en algún momento en un futuro desconocido.

Debemos considerarlo seriamente, ya que una manada de unicornios está galopando hacia los mercados públicos en EU y en otras partes. Todas estas compañías privadas están buscando recaudar miles de millones de dólares en una serie de ofertas públicas iniciales (OPI) mediante la venta de acciones a inversores del mercado de valores. Las empresas como Lyft, Uber, Slack, Pinterest y Airbnb son negocios impresionantes en casi todos los aspectos, excepto uno: no ganan mucho o ningún dinero.

Eso, sin embargo, no parece perturbar mucho a los inversores del mercado. Al parecer, las ganancias eran una obsesión del siglo XX. Un estudio realizado por Jay Ritter, profesor de negocios en la Universidad de Florida, señaló que en 1980 sólo 25 por ciento de las empresas estadounidenses tenían ganancias negativas cuando llegaron al mercado. El año pasado, esa cifra fue de 80 por ciento. Lyft confirmó la tendencia en su reciente OPI cuando recaudó con éxito más de 2 mil millones de dólares con una valoración de 24 mil millones a pesar de perder 1.50 dólares en cada viaje.

El ejemplo más extremo de una empresa que está prometiendo éxito en el mercado de valores, a pesar de sus aparentes dificultades financieras, es Uber, la compañía de transporte privado y rival de Lyft. Fundada en 2009, no ha tenido ganancias en la última década. El año pasado registró pérdidas de 3.3 mil millones sobre ingresos de 11 mil millones. Sin embargo, los informes sugieren que su objetivo es obtener una valoración de 120 mil millones de dólares a finales de este año.

Un columnista anticuado como yo tiene cierto respeto por las compañías que ganan dinero. Cuando estaba estudiando finanzas aprendí que la valoración de una empresa dependía principalmente de las predicciones de sus flujos de caja futuros, su rentabilidad y sus dividendos.

En comparación, la valoración anticipada de Uber sería aproximadamente igual a la de Philip Morris International, que obtuvo ingresos operativos de aproximadamente 11 mil millones de dólares el año pasado. Tal vez las compañías tabacaleras serán eliminadas algún día debido a los cambiantes hábitos de los consumidores y a los abogados litigiosos, pero aún así producen pagos generosos para sus accionistas.

Desde esa perspectiva, las empresas con respaldo de capital de riesgo y con pérdidas masivas que buscan sacar provecho de los mercados públicos cerca de la cima del ciclo, deberían evitarse tanto como los conductores ebrios los sábados por la noche. En realidad Lyft y Uber se parecen más a organizaciones filantrópicas, ya que extraen dinero de los ricos capitalistas de riesgo y subsidian el transporte urbano para millones de usuarios.

Una de las voces más fuertes en Silicon Valley que sostiene por qué tal pensamiento es simplista, si no totalmente equivocado, es Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn y autor de Blitzscaling. Él argumenta que hemos pasado de un mundo de 'ventaja del pionero', o 'ventaja del primero que se mueve' a un mundo de 'ventaja del primero que escala'. La compañía que logra dominar el mercado en un sector lucrativo al atraer miles de millones de dólares de "capital irracional" debe generar retornos fantásticos en una economía en la que el ganador se lo lleva todo.

El ejemplo más sorprendente de cómo este tipo de dominio de plataforma ha recompensado a los inversores del mercado de renta variable es Amazon. Cuando salió a la bolsa en 1997, obtuvo una valoración de aproximadamente 400 millones. Ahora tiene un valor de 900 mil millones de dólares, aunque gran parte de ese valor se deriva de su negocio de computación en la nube, que se construyó mucho después de su debut en el mercado.

Invertir en estas OPI no es tanto una apuesta por los flujos financieros previsibles sino por las estructuras de mercado imprevisibles. ¿Pueden los inversionistas actuales predecir qué nuevas innovaciones tecnológicas están a la vuelta de la esquina, cómo va a mutar la competencia o cómo van a responder los reguladores? Eso realmente es apostar por el largo plazo.

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