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Travesía a ciegas en el Mar de Cortés: ‘todo se juega en unos instantes’

En un segundo, la vida le cambió al quedarse ciego mientras jugaba futbol americano, incidente que lo hizo pensar, incluso, en el suicidio; actualmente presume 11 triatlones, medio Iron Man y cinco medios maratones.

La vida puede cambiar en un segundo. Hace 30 años, un choque casco con casco mientras jugaba futbol americano dejó ciego a Marcos Velázquez. El diagnóstico médico: desprendimiento total de retina en ambos ojos. Marcos creyó que era el final.

Era apenas un adolescente de 14 años. Le faltaba un mundo por conocer y él no podría verlo nunca más. La idea lo perturbó. Lo hizo pensar en el suicidio. Y varias veces. Luego pensó en sus padres y todo se tornó más oscuro.

"Los primeros 10 años fueron los más complicados, a los padres no se les enseña a tener un hijo con discapacidad", dice en entrevista con El Financiero, ahora que tiene 45 años y una reconocida carrera como atleta y rehabilitador físico.

Su discapacidad visual no le ha impedido completar 11 triatlones, medio Iron Man y cinco medios maratones. En México es el único atleta invidente que ha logrado concluir esta cantidad de pruebas.

Hoy admite que le llevó un buen tiempo entender que la vida es frágil. Que todo puede cambiar de un momento a otro. Y que nada, nada, es seguro. Ni siquiera el cuerpo. Por eso, dice, el deporte le apasiona tanto: porque todo se juega en unos instantes.

Para él, el deporte ayuda a reconocer los límites y a querer romperlos. De todas las disciplinas que practica, dice que la natación es la que más se le complica. "La verdad es que no soy un súper nadador, el mar a mí me impone demasiado". Por eso aceptó el reto que le propuso la nadadora Patricia Guerra hace unos meses: cruzar el Mar de Cortés.

"Cuando Patricia me dijo que eran muchos kilómetros nadando en aguas abiertas acepté de inmediato. Era una forma de luchar contra mis propios miedos. Si me hubiera dicho que hiciéramos una travesía en bicicleta o corriendo no hubiera aceptado porque no era difícil", afirma a cuatro días de que realice la travesía 'Una brazada, una visión a la vida', cuyas ganancias serán destinadas a la Fundación KIO Networks, que apoya a niños ciegos y débiles visuales de entre 10 y 15 años.

Velázquez cruzará con la nadadora Patricia Guerra como guía, quien desde hace años se dedica a realizar travesías en aguas abiertas con vocación altruista.

Pareciera que Marcos ha dedicado toda su vida al deporte, pero no es así. "Hace seis años yo no corría ni las cortinas". Aprendió a nadar a los 36 y sus primeros cinco kilómetros los corrió a los 39, cuando se mudó de la CDMX a Playa del Carmen por su trabajo.

A lo que él estaba acostumbrado era al deporte tras bambalinas. A atender lesiones y a rehabilitar cuerpos. Con él acuden futbolistas, tenistas y corredores; también pacientes con atrofia muscular, lesiones en columna vertebral, infarto cerebral, impacto de bala o sobrepeso. Sus programas de rehabilitación son personalizados. En 2000 se graduó como técnico en masoterapia y después cursó un diplomado en la UNAM de eutonía y quiropraxia.

"El cuerpo es una maravilla. Sólo tenemos que aprender a usarlo", comenta. "Para el reto con Patricia he ido aprendiendo poco a poco a hacer de mi cuerpo una extensión del mar. Finalmente, somos 75 por ciento de agua: algo tenemos de conexión con los océanos".

A lo largo de los años, Marcos ha aprendido a ver su ceguera como una fortaleza. Su condición de invidente, afirma, es lo que lo ha llevado a transgredir sus propios límites. De lo contrario, dice, quizás jamás lo hubiera hecho.

"Si pudiera ver, pensaría demasiado y sentiría más miedo. En uno de nuestros entrenamientos Patricia me dijo que había mantarrayas abajo. Son esos momentos en los que es mejor no ver. Es increíble, pero a veces el ser humano depende de perder un miembro o un sentido para encontrarle significado a la vida", comparte.

Hoy Marcos está dispuesto a enfrentar cualquier reto. Bueno, no cualquiera. Ríe un poco y confiesa que jamás volvería a jugar futbol americano. "Después de perder la vista, el sentido que más se me desarrolló fue el sentido del humor. Hoy estoy pleno y no necesito ver".

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