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Tiempos distintos para el tenis mundial

En la época en la que los atletas 'ricos' también eran parte del pueblo, Rafael Osuna logró el título del US Open, un torneo que era entonces para atletas amateurs.

En 1962, pocos pensaban lo que pasaba en el tenis nacional, un deporte con etiqueta, como la Fórmula Uno. Era raro, más hoy, ese México de López Mateos. Los hermanos Rodríguez y Rafael Osuna, pertenecientes a la clase acomodada, eran capaces de ganarse el corazón de la afición, casi siempre proclive a los boxeadores y a los futbolistas.

El equipo mexicano llegaba a la final de la Copa Davis, por única ocasión, ante una selección naturalmente favorita en el torneo: Australia. La casa.

Nadie se lo hubiera imaginado. Osuna compartía raqueta con Antonio Palafox, otro grande, que se había nutrido en las universidades estadounidenses. En Brisbane, contra la esperanza de los mexicanos, el equipo nacional perdió estrepitosamente. Cinco a cero. Aun así, la gente los aplaudió con honores y con grandes satisfacciones. Eran otros tiempos. Los atletas ricos eran parte del pueblo, de lo que entonces se llamaba pueblo.

El Pelón Osuna ganaría al año siguiente —poco después de la muerte de Kennedy— el US Open, cuando éste era un torneo para amateurs. Ningún mexicano lo haría después. Murió en 1969 en el accidente de Sierra del Fraile, en el que también perdió la vida Carlos Madrazo, para muchos el candidato del PRI a la presidencia de la República en la campaña de 1970, que obtendría, por mucha diferencia, Luis Echeverría. Aún existe la sospecha de que fuera accidente.

Aquella mañana, Osuna llegó con retraso al aeropuerto de la Ciudad de México. Con destino, eso creía, a Monterrey. El Pelón era tan querido que el piloto del avión pidió permiso a los pasajeros para esperarlo. Sí que corrían otros tiempos.

Hace 50 años, 4 de junio, en medio de la turbulencia del siglo finaba el único ganador mexicano del US Open. La gente le lloró a Osuna como a Ricardo Rodríguez, muerto en la primera prueba de la F1 en México, otro niño bien querido por su pueblo.

Al año siguiente, Palafox tomó bajo su tutela deportiva a una promesa: un joven inmigrante alemán que se afincó con su familia en Queens, en 1963. Mismo año en que El Pelón Osuna se llevó el Abierto americano, que aún no se disputaba en Queens. Una década después de la muerte de El Pelón, en 1979, aquel inmigrante alemán al que muchos llamarían el Niño Malo del tenis, se convertiría, primera de tres veces, en campeón del Abierto de Estados Unidos, ya con tenistas profesionales. Y volvería a ganarlo al año siguiente. Y al siguiente. John McEnroe.

McEnroe tuvo una vida deportiva intensa en la que mucho batalló contra Jimmy Connors, otro indisciplinado tenista que terminó siendo ejemplo de honorabilidad en las pistas; ambos nombres ya inmortales en la historia del deporte blanco. Aquella tarde de 1979, el triunfador del US Open reconoció a Palafox, quien —dicen los que saben— le ayudó a pulir el saque. El Niño Rebelde se convirtió entonces en el jugador más joven en conquistar el gran trofeo estadounidense desde 1948.

En los tiempos que corren, pocos recuerdan que Osuna y Palafox, dos de los mejores exponentes del tenis mexicano, tuvieron tanto que ver con el US Open. Tampoco recuerdan, en estos tiempos en los que Argentina es tema de conversación económica, que Gabriela Sabatini, una de las grandes de la raqueta, ganó solo un torneo de Grand Slam, en 1990: justamente el Abierto de Estados Unidos. La cancha dura con que cierra la temporada de los cuatro grandes.

La atención está puesta, desde luego, en lo que pueda hacer el veterano Roger Federer, el máximo poseedor de Grand Slams. Nueva York es la prueba para el suizo, que, como de costumbre tendrá en contra a su rival, la edad, y tal vez a sus colegas Rafael Nadal y Novak Djokovic, que le persiguen en el palmarés de la historia.

Otro mexicano, Raúl Ramírez, llegó a la final de 1977 en dobles, y la perdió. Fue la última edición del Abierto estadounidense que se jugó en tierra batida. Con todo, Nueva York es un gran lugar para ver el tenis. John McEnroe estará el algún balcón recordando sus días de gloria. Como en aquel verano del 79.

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