Culturas

Somos, al igual que las aves, una especie que canta: Javier Camarena

El tenor mexicano regresa al país después de triunfar, una vez más, en el Festival de Salzburgo, para presentar su más reciente producción: 'Contrabandista'.

El Mozarteum se le rindió de nuevo: Les pêcheurs du perles, de Bizet, al lado de Plácido Domingo, cerró sus actuaciones en el Festival de Salzburgo, donde también presentó un recital a piano con arias de Rossini y Zingarelli y rarezas inéditas de Manuel García, con las que está de vuelta en México.

- ¿Javier, qué lleva en el corazón?

Música, mi familia, mis amigos, mis maestros que me hicieron el artista que soy hoy. Y a México, por supuesto.

-¿Cantamos como especie para imitar a las aves o por qué cantamos?

Somos seres musicales. Nuestro corazón siempre late a un ritmo. Nuestros movimientos siempre poseen cierto compás, nuestros párpados se abren y se cierran, nuestra habla tiene melodía, nuestro andar tiene cadencia. Somos, al igual que las aves, una especie que canta.

-¿Cuáles son sus motivos para cantar? ¿Tuvo algo de epifanía el momento en que decidió dedicarse al canto?

Comencé a cantar por hobby en el coro de una iglesia que estaba cerca de mi casa. Dedicarme a la ópera fue algo sorpresivo para mí. Fue algo que nunca esperé. Nunca hubo cultura de música clásica en casa de mis padres. Sin embargo, fue algo que me apasionó desde siempre. Hoy canto porque me llena el espíritu y el corazón. Es mi forma de expresarme, de comunicarme y de demostrar al mundo que los sueños son realizables y que se puede ser feliz haciendo lo que se ama.

-¿Se ha atravesado Dios en su camino?

Sí. Bueno, no, no se ha atravesado: aquí ha estado siempre.

-¿Y qué le ha dicho?

Es gracioso. Cuando se piensa que Dios nos habla, creemos que realmente vamos a escuchar el sonido de una voz. Pero Dios habla a través de mucha gente. De las personas que nos rodean, que nos cuidan, que nos guían. Dios es la voz más sutil que se escucha en nuestro interior.

-¿Cómo descubrió esa voz que lo invitó a dedicarse al arte?

Fue una decisión meditada. Yo estudiaba ingeniería, pero a la par tomaba clases de distintas actividades musicales, que era lo que en verdad me apasionaba. Un día de 1993, poco después de haber ingresado a la carrera, descubrí que no tenía vocación de ingeniero. Y que la ingeniería no me motivaba ni me emocionaba en absoluto.

-¿O sea que la ingeniería lo llevó al canto?

De cierta manera sí, pues me llevó a saber que la música era mi pasión.

-La ingeniería es matemática. Y las matemáticas son música...

Me encantan las matemáticas. Me encantó el cálculo diferencial y el cálculo integral. Hay muchas matemáticas dentro de la música, es cierto, pero tampoco es que me hayan servido demasiado. No estoy resolviendo problemas al cantar un aria.

- Ahora vamos a la filosofía, algo menos mecánico. En su interior, entre la razón y el deseo, ¿qué se mueve en usted cuando está en el escenario?

La gratitud. La gratitud a la posibilidad de estar en este medio tan maravilloso que es la música. Siempre me he identificado con mis partituras. Cada personaje que interpreto lleva algo de mí, de mi forma de ver la vida, de mi forma de amar, de mi forma de enojarme, de mi forma de reírme de la vida misma. Sí, si hay algo que se mueve en mí entre la razón y el deseo, definitivamente es la gratitud por poder realizarme como ser humano a través del canto.

-¿Dónde se encuentra la sustancia poética de la música?

¿Te acuerdas de la película de Amadeus? ¿La escena en la que Salieri conoce a Mozart y empieza a describir la partitura que está escuchando? Mozart coge la partitura y escucha el Adagio de la Gran Partita de la Serenata para instrumentos de madera. Y dice: hay una base armónica muy simple, y sobre esa base, de repente, el oboe, con una nota sostenida, que se resuelve de manera muy graciosa, lo cambia todo. Ahí está la poesía: en la nota. Una sola puede decir tanto... es un universo de emociones. Tanto como en un gran coral o una fuga de Bach.

-¿Y ahí también está Dios? ¿Entre el que escucha y el que canta?

Dios está siempre. Yo tengo un rito antes de salir al escenario: me entrego como instrumento, me doy a mí mismo e invoco su presencia en mí, en mi voz y en mis palabras. Y que toque los corazones que tenga que tocar.

-¿Más cercano a la voz o a la plegaria?

A ambas. En este caso, la plegaria la tengo que recitar y la tengo que decir.

-¿Cuál es el compromiso social del cantante?

¿El compromiso social del cantante? El compromiso social del artista, diría yo. Nuestro compromiso está encaminado a una parte más espiritual. Al final, la música es eso: espíritu. Tenemos también casos más palpables, como Las bodas de fígaro, una ópera controversial porque se metía en temas muy fuertes. También corresponde al artista ser portavoz de la sociedad.

-¿Cómo nació su filantropía?

Siempre ha estado en mí. Me inicié en la música en una iglesia; allí aprendí la compasión y el deber de ayudar a los necesitados.

-Cuando se presenta en Salzburgo, ¿piensa en ese origen sacro que tuvo como cantante?

La última vez que canté en Salzburgo pensé en qué maravilloso sería que yo pudiera llegar a la edad de Plácido Domingo y tener esa energía y esa pasión por el canto. Pero sobre todo por conservar ese compromiso tan palpable en el escenario. Algo tiene que haber para que un cantante decida seguir su carrera hasta edades avanzadas. Yo, hoy día, me doy 15 o 18 años más de carrera y doy las gracias.

-¿Se siente consciente de la admiración que siente México por usted en medio de la devastación? Supongo que le toca escuchar malas noticias del país en todos los lugares del mundo que visita...

Sí, soy consciente de ello. Lo mejor que yo puedo hacer por México es hacer bien mi trabajo. Siempre es agradable ver cómo se ilumina el rostro de la gente que me pregunta de dónde soy. Cuando respondo que soy mexicano lo puedo firmar, se les ilumina la cara. Sonríen y dicen: ¡ah, México! Quiero que se hable bien de mi país a través de mi trabajo y de mi calidad artística. Ese es mi compromiso. Hablo en representación de todos los artistas de México.

-¿Qué lleva en el alma?

A Dios, a mi familia y a la música.

- ¿Cuál es la diferencia entre alma y corazón entonces?

El corazón es el motor que hace vivir y funcionar al cuerpo: el lugar donde uno cree que habitan las emociones y los sentimientos. El alma es esa parte que nos constituye como seres únicos e irremplazables en el mundo.

-¿Eso es lo que sentirá la gente cuando lo vea en la Sala Nezahualcóyotl el próximo domingo?

Eso espero, eso espero. Estaremos celebrando con un maravilloso concierto los primeros 40 años de la Orquesta Sinfónica de Minería, con Carlos Miguel Prieto, un gran maestro, un gran músico. Será la primera vez que trabaje con él. Estoy muy feliz de estar en México y presentando este proyecto discográfico, Contrabandista, que saldrá a la venta internacionalmente el 5 de octubre.

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