Culturas

Kandinsky, un alma llena de música y color

El artista total se vuelca en la comprensión parcial de la música para exponer colores, en los cuales se esconde una profunda concepción del universo; todo en él se desarrolla en la pintura del oído.

Extasiado ante el montaje de Lohengrin, en el Teatro Bolshoi, Vasili Kandinsky experimentó por primera vez la sinestesia que le permitía "escuchar" los colores. Era el final del siglo XIX y el ex estudiante de Derecho confirmó con las notas de la ópera romántica de Richard Wagner que había tomado el camino correcto: el arte.

En sus memorias, publicadas en 1913, el pintor de origen ruso recuerda aquella función nítidamente: "Los violines, los profundos tonos de los contrabajos, y muy especialmente los instrumentos de viento personificaban entonces para mí toda la fuerza de las horas del crepúsculo. Vi todos mis colores en mi mente, estaban ante mis ojos. Líneas salvajes, casi enloquecidas se dibujaron frente a mí".

Y sí, piezas como Improvisación 7 (Tormenta) parecen cobrar vida. Una vibración que su autor literalmente escuchaba. "El amarillo lo asociaba al sonido de una trompeta y decía que la voz de una soprano con unos tonos muy altos no podía confundirse con ese color", comparte Paula Arredondo, coordinadora de herramientas de mediación del Museo del Palacio de Bellas Artes, donde por primera vez se exhibe una muestra individual del artista nacido en Moscú en 1866 y fallecido en Francia en 1944.

"El naranja lo compara con el sonido de una campana llamando al ángelus y el violeta con el fagot o el corno inglés", agrega la investigadora acerca de una de las piezas que integran la exposición Kandinsky. Pequeños mundos, que se exhibe en Bellas Artes. El cuadro es testimonio de cómo a partir del color, el artista llegó a la abstracción. Erróneamente, se cree que Kandinsky "pintaba música", agrega Arredondo. En realidad lo que el pintor buscaba era representar los conceptos de los cuales deriva el sonido. Al mismo tiempo, los compositores del cambio de siglo también estaban indagando en las representaciones visuales de la música.

"Un gran amigo de Kandinsy fue Arnold Schönberg, un músico vienés de más o menos su misma edad, que -en una descripción muy sencilla- lo que hizo fue quitarle la huella dactilar a la música. Si pensamos en cualquier melodía, tenemos una tonada en mente, porque la música tradicional crea una tensión y la destiende, pero él le da la tensión y nunca destiende, como si la música quedara congelada, como una manera de abstraerla".

Kandinsky expuso estas ideas sobre la abstracción en el arte como una búsqueda espiritual en un libro del cual se exhibe también una primera edición en esta muestra que integran cinco núcleos, a lo largo de los cuales se revela, además de su desarrollo, la relación con la música; hay incluso una réplica de un mural titulado Salón de la música, que Kandinsky realizó para la feria de arquitectura de Berlín en 1931, cuyo montaje incluía un piano de cola.

"El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es el teclado. El alma es el piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que por esta o aquella tecla, hace vibrar adecuadamente el alma humana", escribió en De lo espiritual en el arte, publicado en 1911.

El vínculo del pintor con la música, dice el curador de la muestra, Xavier de la Riva Ros, es indisoluble. "La mejor manera de compararlo es que cuando se escucha, no se esperas ver algo; emociona, hace sentir. Eso es lo que buscan las pinturas de Kandinsky, igual que sus escritos. En la exposición mostramos una serie de poemas que llamó Klänge, o sonidos, que no tienen sentido, son cacofonías con rima y métrica, pero no le interesa lo que dicen las palabras, sino el ruido que crean".

La larga amistad entre Kandinsky y Schönberg quedó documentada por infinidad de cartas que se escribieron, agrega el curador.

"Muchas eran de carácter profesional, porque compartían intereses. Incluso Schönberg participó como pintor en las exposiciones de El jinete azul (el grupo que fundó junto a Franz Marc en Múnich en 1911). Las tres piezas para piano Opus 11, de Schönberg, inspiraron el cuadro de Kandinsky Impresión III (Concierto), de ese mismo año". La música atonal de Schönberg resonó en el trabajo del pintor, quien en una de esas cartas a su amigo escribió: "Ha conseguido con su trabajo lo que llevo buscando desde hace tiempo en la música. La autosuficiencia de la música para seguir su propio camino, la vida independiente de las voces individuales. Es exactamente lo que yo estoy intentando hacer con la pintura".

Kandinsky también comulgaba con la idea del arte total de Wagner y tomó inspiración de otros compositores como Modest Mussorgsky. "Wagner integraba elementos de arquitectura, diseño, música, danza, pintura, para que todas las artes estuvieran juntas y no solamente un fragmento del espíritu del arte. Kandisnky buscaba representar al arte total desde su posición.

Cuando en 1928 escuchó Cuadros de una exposición, de Mussorgsky, quien la escribió en recuerdo de un amigo pintor que acababa de morir, hizo su propia representación en la pintura. Él creía que el arte no existía por sí solo, sino a partir de una necesidad interior colectiva; era la época del inconsciente, de nuevas religiones, la duda sobre la existencia de Dios. Un tiempo entre guerras en el que tenían la sensación que todo estaba surgiendo y el arte participaba de eso", concluye Paula Arredondo.

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