Culturas

Una cruzada a favor de la lectura en Nayarit

Los escritores Juan Villoro y Bernardo Fernández comparten sus obras con niños de la entidad, donde sólo hay tres librerías.

Oscar sueña con disparar un arma. "No sé por qué, pero quiero aprender a manejar M16, AK-47, Calibre 50, de todo".

El chico, de 12 años, presta poca atención al escritor y dibujante Bernardo Fernández BEF, quien está en su colegio como parte del programa El festival va a tu escuela, una iniciativa del Festival Letras en Tepic 2018 para promover la lectura entre niños y jóvenes. El desinterés de Óscar no se debe a que le disguste la literatura, es que no la conoce; sólo ha leído los libros que le da la Secretaría de Educación Pública cada año.

En la Escuela Secundaria Técnica Número 28 Eulogio Parra todos están de plácemes por la visita de BEF. La coordinadora académica, María Guadalupe Galindo Lara, pide silencio al bullicioso alumnado para que el escritor ingrese al patio como se merece, según ella: entre loas, aplausos y un enorme letrero rojo que reza así: "Nayarit. Gobierno de la gente".

El novelista, de jeans y barba de candado —una imagen que recuerda más al baterista de una banda de punk que a un escritor— pide que paren los protocolos: "no me aplaudan cada que termine de hablar. Eso le hacían a los presidentes del PRI cuando yo era niño. No quiero ser como Luis Echeverría. No me aplaudan más, por favor. Somos iguales". Los 430 alumnos guardaron silencio. Casi todos prestaron atención, pese a que sólo 36 de ellos recibieron el libro de BEF.

La directora, Sara del Carmen Martínez Rodarte, informa que se repartieron dos títulos de El Instante Amarillo por grupo. Son 18 en total. "Nos aseguramos que recibieran el libro nuestros mejores lectores", dice la maestra. Óscar no fue de los afortunados: "la verdad sí me hubiera gustado leerlo, pero se lo merecen los más inteligentes, es justo".

Óscar no entiende por qué su escuela fue elegida por el festival para llevar al escritor. Tampoco sabe que los poetas Amado Nervo y Alí Chumacero nacieron en la misma tierra que él: Nayarit, el ombligo de México, la frontera que divide a las culturas mesoamericanas de las del desierto del Norte.

El estudiante no conoce qué hay más allá de Tepic ni sabe quién es ese tal Eulogio Parra. "¿Fue un revolucionario?", murmura con cierta vergüenza. En este colegio nadie recuerda al hombre que venció a las tropas francesas en 1866 en la Batalla de La Coronilla. Instantes después, pregunta: "¿Si aprendo inglés puedo trabajar en otro país?".

A veces siento que me falta vocabulario y recurro a las groserías. Pero no es que sea malo, es que luego no sé cómo expresarme”

Óscar
Estudiante de 12 años

A FALTA DE LIBROS, CASQUILLOS

La escuela y la casa de Óscar están enclavadas en la colonia Miguel Hidalgo, donde la delincuencia ha aumentado, según reconoce la propia directora del colegio. El año pasado, la cantidad de asesinatos en Nayarit se quintuplicó con respecto a 2016, de acuerdo con estadísticas del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Hace un par de semanas fueron encontradas tres fosas comunes con una cantidad indeterminada de cuerpos, cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 25 años. Y en marzo de 2017, el fiscal Edgar Veytia fue detenido por la DEA por nexos con el crimen organizado.

Óscar sabe lo que es el narco. La maña, le dicen por allá. Recuerda que de niño vio sobre una banqueta de su barrio varios casquillos de bala. Entonces se enamoró de las armas. Ha pensado, incluso, en enlistarse en la Marina cuando concluya su secundaria. Dice que nunca se ha metido en problemas con las autoridades o el narco.

La violencia que vive es de otro tipo. Su padrastro, desempleado desde hace varios meses, lo golpea. Lo mete a la casa "de las greñas". Su hogar es sostenido con el sueldo de su madre, empleada de un consultorio dental. Acepta que es "muy contestón". No porque quiera, sino por ignorancia. Su problema, reconoce, son las palabras. Nunca elige las adecuadas. Ni con sus amigos ni con su familia.

"A veces siento que me falta vocabulario y recurro a las groserías o a los insultos. Pero no es que sea malo, es que luego no sé cómo expresarme ante mis papás". La directora ha observado que sus estudiantes provienen de familias disfuncionales, con problemas económicos y violencia doméstica. Lamenta que el gobierno estatal no les dé un presupuesto fijo. Se valen de las cuotas que otorga cada padre de familia: 250 pesos al año.

Nayarit sólo tiene tres librerías en su territorio, de acuerdo con estadísticas de la Cámara Nacional de la Industria Editorial. Óscar no conoce ninguna. En alguna ocasión visitó una biblioteca pública como parte de una excursión escolar, pero no recuerda cuál fue. Admite que las clases de español no le entusiasman. Mantiene tranquilos a sus padres porque es "niño de 8". No tiene mucha idea sobre su futuro.

Pregunta con qué se come eso que llaman UNAM. "¿Está muy lejos?", cuestiona. Y se sorprende al saber que está a dos horas en avión. "¿O sea que yo podría irme para allá? Nada más sería ahorrar lo de mi boleto y ya". En primer grado de secundaria es difícil definirse un futuro.

Pero Óscar sólo sabe que de grande quiere disparar una ametralladora. Y, si se puede, casarse con una mujer que sepa cocinar, porque "las de ahora ya están saliendo más rebeldes".

BEF, mientras tanto, habla sobre cómo el punk y la lectura cambiaron su vida. "Se ve que le gusta lo que hace", expresa Óscar. Sus compañeros alzan la mano. Ríen. Preguntan. Increpan. El objetivo de este festival —que apenas celebra su tercera edición— es llevar a cabo verdaderas estrategias de promoción lectora, señala su directora, Lorena Elizabeth Hernández. No sólo se trata de llevar escritores para firmar autógrafos o tomarse la foto, dice. "Es hora de que los festivales literarios salgan a las comunidades".

El Festival de Letras en Tepic es una suerte de batalla local contra un enemigo universal: la ignorancia. Los escritores se unieron presurosos a la iniciativa. Juan Villoro jugó al futbol y leyó con 34 niños coras de la Sierra Nayarita. Benito Taibo firmó más de 500 libros. Xavier Velasco convivió con adolescentes de una secundaria del empobrecido poblado de Compostela.

Con voz tenue, para no interrumpir a BEF —a quien ya le presta suma atención— Óscar lanza una pregunta a su compañero de enfrente:

— Cuando acabes el libro, ¿me lo prestas?

— Sí, ya cállate, déjame escuchar.

— ¿Y tú sabes quién es Luis Echeverría?

— No, no sé, si quieres más al rato lo buscamos en Internet. Ya déjame oír.

Esta tarde, al menos, Óscar no buscará tutoriales en YouTube para aprender a disparar.

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