Culturas

Brahms o la debilidad de Dudamel

Los críticos han reprobado las ejecuciones del director de orquesta en las piezas de Brahms.

A sus 37 años, Gustavo Dudamel ya no es más el wunderkind (chico maravilla) de los podios internacionales.

La Filarmónica de Viena lo vistió de pantalón largo el año pasado, cuando lo invitó a dirigir su máximo programa anual: el tradicional concierto de Año Nuevo, en el Musikverein de la capital austriaca.

Surgido del más exitoso sistema de educación musical de un país tercermundista, Dudamel se consagró en esa gran fiesta en la que los Strauss son el banquete obligado. En 1979 la gala abrió sus puertas a directores invitados. Primero fue Lorin Maazel, luego Herbert von Karajan, Carlos Kleiber, Zubin Mehta, George Prêtre, Nicolas Harnoncourt, Riccardo Muti, hasta el argentino Daniel Barenboim.

Esa distinción se extiende a la Gira de las Américas, que la orquesta vienesa -una de las más antiguas y mejores del mundo- realiza estas semanas con la batuta del venezolano, que incluye una estancia en Ciudad de México este fin de semana.

La crítica al trabajo de Dudamel dejó hace tiempo las ligas pequeñas. El panorama se le ha vuelto tan exigente como su escalada en la cima de la música.

En 1999 fue nombrado director musical de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar

En 2004 ganó la primera Competencia Gustav Mahler de directores de orquesta, que organizó la Sinfónica de Bamberg, Alemania.

Entre 2007 y 2012 fue director de la Sinfónica de Gotemburgo, de la cual es director honorario.

En 2008 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Especialistas de diversas latitudes lo consideran, sí, un artista de indiscutible talento. Pero también lo ven como un fenómeno impulsado por intereses políticos y de mercado. Lo cierto es que aún queda por saber qué es cierto y qué no.

"Dudamel es un producto mediático", afirma el mexicano Lázaro Azar. "Y los oídos más críticos se dieron cuenta de que, no es que sea mal director, sólo que no es tan bueno como se dice que es".

Hace un par de años, en Viena, el director fue acusado por varios periódicos europeos de ofrecer una "ruidosa" dirección en el estreno de la abucheada Turandot, de Marco Arturo Marelli, en la Ópera Estatal.

A propósito de sus tres presentaciones en el Carnegie Hall del pasado fin de semana, James R. Oestreich, el crítico del New York Times, celebró sus guiños a Bernstein, su interpretación de Mahler (Sinfonía 10) e incluso su Berlioz (Sinfonía Fantástica). Pero lo reprobó en Brahms:

"Cuadrado, sin vigor, sin el humor en la Obertura del Festival Académico Opus 80 y la calidez en las Variaciones (de Haydn). Lo hizo mejor en la segunda parte, con la Primera Sinfonía de Brahms, conforme los músicos empujaron la lentitud de sus tempi". No se sabe cuál fue la reacción de Dudamel sobre tan severa observación.

Desde 2009 dirige la Filarmónica de Los Ángeles. Su contrato por diez años fue ampliado en 2015 y estará al frente de la orquesta hasta 2022.

Apareció en la lista de las 100 personas más influyentes de 2009 según la revista Time.

Fue nombrado Artista del año Grammophon en 2011, año en el que ingresó a la Real Academia Sueca de Música.

Creada en 2012, la fundación que lleva su nombre, promueve el acceso a la música como un derecho humano y un catalizador para el aprendizaje, la integración y el cambio social.

Otra muestra. Sobre el concierto del pasado domingo en la Gran Manzana, el New York Classical Review reparó en su entrega de la Sexta Sinfonía de Tchaikovsky. David Wright le dio una tunda nada olvidable: "Los aburridos, depresivos pasajes de apertura de la función del domingo adelantaron lo que serían los siguientes tres cuartos de hora. El segundo tema, ralentizado al grado de que parecía que la presentación se iba a desmoronar".

La presencia de Dudamel en el podio de la Filarmónica vienesa, dice Azar, forma parte de una estrategia mercadotécnica de la institución europea para allegarse recursos que le permitan financiar a las batutas de verdadero peso que el star system ha vuelto incosteables, como –dice– la del alemán Christian Thielemann, quien dirigirá el Concierto de Año Nuevo en 2019.

"Simplemente, ahora que todo el mundo está en crisis, la Filarmónica está buscando la manera de ganar dinero, como lo hizo la Deutsche Grammophon cuando se cayó el mercado discográfico: para sobrevivir echaron la mirada a donde había más potencial, Asia; ubicaron una estrella y así encaramaron a Lang Lang", opina Azar.

Del mismo modo –abunda– el mundo vio en Dudamel una estrella incipiente, que acaparaba reflectores y podía disparar el mercado latinoamericano, e invirtieron en ella. "Con mucha anticipación se previó que Dudamel accediera a la máxima distinción pública: invitarlo al concierto de Año Nuevo".

Ahora, el tour vienés, que se inició en España y pasó por Nueva York, lo trae a México y lo llevará, después, a Colombia, Chile y Argentina.

VISITA A MÉXICO

Filarmónica de Viena, Gustavo Dudamel, batuta

  • ¿QUE? Sinfonías 10, de Mahler, y Fantástica, de Berlioz
  • ¿DÓNDE? Auditorio Nacional, Reforma 50, Chapultepec
  • ¿CUÁNDO? Domingo 4 de marzo, 18:00 horas
  • LOCALIDADES: $260 a $2,441

La primera vez que Dudamel tocó con la orquesta austriaca fue en 2007, en el Festival de Lucerna. Su reputación al frente de la emblemática Orquesta Sinfónica Simón Bolívar ya había llamado la atención de personalidades comoSimon Rattle y Claudio Abbado, quienes accedieron a dirigir a la agrupación juvenil venezolana.

Luego subió otro escalón, cuando sustituyó al reconocido finlandés Esa-Pekka Salonen al frente de la Filarmónica de Los Ángeles, una ciudad que irremediablemente ha ejercido su efecto magnificador

–Hollywoodense, si se quiere– sobre la imagen del venezolano, quien ha hecho del podio del Walt Disney Hall su domicilio desde 2009.

"No había poste en donde no se viera la cara de Dudamel, hasta se inventó una malteada con su nombre", recuerda Azar.

Desde entonces, el carismático director desató un alud de críticas al no poder sostener del todo, en lo musical, aquella inversión de la que era objeto -como lo señalaron hace ocho años Ann Midgette en su columna del Washington Post, y Tom Service en su artículo Has Dudamel fallen from his pedestal? en The Guardian.

Para Azar, Dudamel es síntoma de un panorama más preocupante para el mundo de la música de concierto: la inmediatez con que se impulsa a nuevos valores que reciban la estafeta de los grandes, que no permite que los talentos maduren para estar a la altura de los ídolos en que son convertidos por el sistema del estrellato: "No les dan el tiempo de ser siquiera medianamente cultos sobre lo que van a abordar", advierte. "Con esa prisa por crear figuras no podremos tener más que figuras desechables".

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